La verdadera pesadilla está en las zonas rurales
(Tomado de la Revista Replicante)
Entrevista con
Fernanda Melchor
Por Imanol Caneyada
El poder de los
Zetas, el surgimiento de un grupo paramilitar que los ha enfrentado con saña,
la angustia de una población que añora tiempos de café y danzón, la corrupción
de las autoridades, todo esto desfila bajo la aguda mirada de la periodista
veracruzana.
Hace unos meses la
escritora y periodista Fernanda Melchor fue galardonada con el Premio Nacional
de Literatura y Periodismo AMMAC, género crónica, por su trabajo “Veracruz se escribe con Z”.
Un texto duro, sin concesiones, en el que a través de siete historias vemos
cómo la violencia del crimen organizado va sitiando la ciudad, va tomándola
hasta convertirla en su rehén.
Ganadora de varios
premios literarios por su trabajo cuentístico, coordinadora del blog Olas de Sangre, especializado en la violencia,
Fernanda es veracruzana de pura cepa y en esta entrevista hace un análisis
desde la perspectiva social de los últimos acontecimientos que han golpeado a
un estado, recuerda ella, otrora conocido por su alegría y desenfado.
El poder de los Zetas, el surgimiento de un grupo
paramilitar que los ha enfrentado con saña, la angustia de una población que
añora tiempos de café y danzón, la corrupción de las autoridades, todo esto
desfila bajo la aguda mirada de la cronista.
—Uno de los
pasajes claves en tu crónica “Veracruz se escribe con Z” es, a mi parecer,
éste: “no podías creer que la ciudad en que habías nacido se estaba
convirtiendo en uno de esos lugares feos que existen en la frontera, en donde
no hay dónde salir a divertirse porque a cada rato hay balaceras”, pues resume
la idea siempre presente en el texto de que el crimen organizado, poco a poco,
imperceptiblemente, ha ido apoderándose de la vida del puerto. ¿Cómo han vivido
los veracruzanos esta descomposición de la ciudad?
—Hay asombro y dolor por parte de la ciudadanía.
Creo que eso es lo más difícil de superar, como veracruzano, el sentimiento de
estupefacción que te invade mientras los eventos violentos (sea de narcos
contra narcos, o de narcos contra el gobierno federal) escalan en cantidad y
grado de saña. Veracruz es un puerto que vive, además del comercio exterior,
del turismo; que es conocido en el mundo por la hospitalidad, la alegría y la
calidez de su gente. Muchas personas temen que el puerto ya no pueda recuperar
su aura pacífica tras el descubrimiento de los 35 cuerpos en la zona turística.
Hay mucho miedo, mucha incertidumbre en el entendido de que estas batallas
suceden en la calle, en todas partes de la ciudad y que ya han cobrado una
buena cantidad de víctimas civiles a quienes, incluso, se les ha negado
cualquier tipo de justicia, debido a que en algunos casos se criminaliza a las
víctimas. Hay también rencor hacia el gobierno estatal, una postura crítica que
es aún difusa, toda vez que sólo es expresada en privado o a través de las
redes sociales; un sentimiento de disconformidad contra las decisiones tomadas
por Javier Duarte y su equipo de trabajo, sobre todo por la forma tan hermética
en que manejan la información que es de carácter público, por su ansia de
acallar las críticas de la opinión pública a través de una serie de mecanismos
represivos que limitan el ejercicio periodístico y la libre expresión del
ciudadano.
”Sin embargo, también hay una actitud algo más
positiva que muchos ciudadanos asumen, la de mantener “la cabeza en alto” a
pesar del recrudecimiento de la actividad delincuencial y continuar con sus
vidas y rutinas diarias. Aunque considero que esta actitud de “cuando te toca,
te toca” tiene algo más que ver con la apatía y el escapismo que con una
conciencia opositora. Hay que recordar que la participación de jarochos (de
Veracruz y Boca del Río) en marchas o movimientos ciudadanos contra la
violencia no es significativa ni masiva como sí lo es, por ejemplo, en la
ciudad de Xalapa.
—Y cuando los
Zetas eran amos y señores de la región, surge este grupo paramilitar que se
presenta como una organización dispuesta a limpiar el estado y a defender a los
ciudadanos de a pie. ¿Cuál es la percepción del veracruzano al respecto? ¿Lo ve
como una solución ante la incapacidad del Estado de controlar la situación o
como una prolongación del problema?
—Durante el mandato de Fidel Herrera, los Zetas
tuvieron a Veracruz bajo su dominio, y a pesar de las cifras oficiales,
maquilladas con fines políticos (según las autoridades, no hubo un solo
secuestro en la entidad del 2009 al 2010, cuando incluso la prensa consignó
varios casos, especialmente en la columna de Milo Vela, periodista que fue
asesinado este mismo año junto con su familia). La rumorología porteña insistía
(e insiste) en la vinculación de Herrera Beltrán con el grupo de Los Zetas,
también llamado La Compañía; incluso muchos se refieren al entonces gobernador
como el Z-1, el líder máximo del grupo, opinión que se popularizó durante el
periodo de elecciones, alentada por el principal grupo opositor, el PAN, y que
ahora sale de nuevo a la opinión pública a través del famoso video de Los
Matazetas. Al salir Herrera Beltrán del poder, aunque el ganador fue su sucesor
directo y pupilo político, Javier Duarte, es cuando comienza el deterioro de la
opinión pública en su contra, así como en contra del propio Duarte (a quienes
muchos no veían capaz de “tomar las riendas” del estado como, para bien o mal,
había hecho Herrera) e incluso contra los mismos Zetas, a quienes cierta parte
de la ciudadanía, a pesar de reconocerlos como criminales, también consideraba
una especie de poder fáctico al cual incluso se podía solicitar apoyo y ayuda
para la obtención de justicia o venganza particulares. Hay que recordar que la
infiltración de los Zetas en el estado aprovechó las redes delincuenciales que
ya existían: es decir, muchos mafiosos (relacionados con el narco o no) se
unieron ya sea voluntariamente, por coacción o a través de “tributo” a La
Compañía para poder realizar sus actividades. Y no sólo los gremios de
asaltantes, secuestradores, contrabandistas, polleros, tratantes de personas,
clonadores de tarjetas, defraudadores pasaron a formar parte de los Zetas, también
miembros de las instituciones gubernamentales y privadas de sectores
estratégicos: policías de tránsito, taxistas, trabajadores portuarios y
aduanales. Vamos, incluso tenían en la nómina a los “franeleros” de las zonas
cercanas a casas de seguridad o tienditas de drogas.
”Y bueno, está también esta fascinación del
veracruzano y del habitante del trópico, vamos, del mexicano en general, por el
supuestamente lujoso estilo de vida de los narcos. La opinión que los
veracruzanos tienen de los Zetas ha ido cambiando a través de estos años, desde
la irrupción abierta en la opinión pública de este grupo allá por 2007, durante
la balacera de Villarín, hasta la exhibición de los 35 cuerpos junto al centro
comercial Las Américas, el pasado mes, y la aparición de varias decenas más
esta semana pasada.
—Más allá del
escandaloso número de muertos, el cual responde (al menos eso nos hacen creer)
a la lógica de la guerra entre cárteles, ¿en qué se ha convertido la vida de un
habitante de Boca del Río? ¿Cómo transcurre un día de un ciudadano promedio en
las zonas más conflictivas del estado?
—Recuerdo que a principios de año, autoridades de
Marina advierten a la ciudadanía que es mejor abstenerse de salir de noche, no
frecuentar barrios peligrosos y compañías dudosas, pero las balaceras
posteriores ocurrieron tanto en sitios turísticos y barrios de clase
privilegiada como en colonias populares y zonas semirrurales. Hay una
disminución, declarada incluso por representantes de las cámaras de comercio,
de la vida nocturna y comercial del puerto: la gente sale menos y realiza más
fiestas en casa; en fin, puede notarse una paulatina modificación del espíritu
porteño hacia la introspección “a puerta cerrada”.
”La verdadera pesadilla se encuentra en las zonas
rurales y en los límites, por poner un ejemplo, con los estados de Tamaulipas y
con Oaxaca. Personas que han debido viajar a zonas como Pánuco, en el norte, o
Playa Vicente en el sur, reportaban, a principios de este año, retenes de
supuestos agentes federales que detenían y controlaban el tráfico en carreteras
estatales. Un informante, miembro de un cuerpo de seguridad local, me comentó
que estaba seguro de que los elementos de los retenes eran delincuentes porque
portaban consigo “cuernos de chivo”, un arma que no es utilizada por las
fuerzas armadas mexicanas.
—¿Qué está
haciendo el gobierno estatal o el federal en cuanto a la situación? Desde la
distancia, uno tiene la sensación de que son pasivos espectadores de la
decadencia.
—Desde la cercanía uno también tiene esa sensación.
Existe en muchas personas la percepción de que Duarte y su gabinete, en
especial el ex procurador de Justicia Reynaldo Escobar, se vieron rebasados por
la magnitud del problema, especialmente por la inexperiencia del primero.
—Se ha planteado
que los Matazetas son un grupo paramilitar supuestamente financiado por el
gobierno. ¿Es cierto? ¿Quién está detrás de esta organización?
—No podría responder a esta pregunta porque ignoro
quién se encuentre realmente detrás de la organización de los Matazetas. Los
periódicos los vinculan al cartel Nueva Generación, pero la opinión
generalizada es que hay presencia también de otros cárteles rivales, como el
del Golfo. La gente ve en Los Matazetas una representación de los intereses del
Chapo Guzmán en el sureste; otros afirman que el grupo se halla bajo las
órdenes de Calderón. Lo cierto es que, dentro de Los Matazetas, se han
identificado a ex miembros de Los Zetas; quizás son elementos que reconocieron
la decadencia de este grupo (que fue “descendiendo” por el golfo tras la
presión ejercida por fuerzas federales tras el descubrimiento del horror de San
Fernando) y aprovecharon la coyuntura para cambiar de bando.
—Eres escritora,
periodista, autora de una crónica valiente sobre una realidad brutal. ¿De qué
manera vives la censura, la autocensura, el miedo, la muerte o desaparición de
reporteros? ¿Se puede, se debe ser valiente?
—No sé qué es lo que se deba hacer pero creo que sí
es necesario que los periodistas encontremos la manera de sobreponernos al
miedo, tanto a los grupos delictivos como a los grupos de poder. La última
crónica “Veracruz se escribe con Zeta” la escribí y publiqué en abril ―cuando
ya la violencia había escalado pero aún no se encontraban pilas de gente
mutiladas en las calles del puerto como ahora― y no he escrito nada más en
materia de periodismo narrativo desde entonces. A veces tengo la impresión de
que yo misma me escondo detrás de la novela en la que actualmente trabajo, para
evitar investigar y escribir sobre la realidad en Veracruz, lo cual me produce
fuertes sentimientos de culpa porque creo en la función social del periodismo,
pero sobre todo creo en la necesidad de guardar un registro, de reunir todas
estas historias (sobre todo las de la gente de a pie, la gente común y
corriente que vive esta situación, independientemente del bando en el que lo
haga) hacia el futuro, cuando quizás podamos los mexicanos explicarnos las
causas de todo este infierno. Creo que la creación literaria es útil para
sublimar de forma segura lo que sucede, pero el proceso es muy lento y la gente
requiere de información ahora, especialmente la información contextuada y
compleja que el reportaje a profundidad y el periodismo narrativo pueden
ofrecer como una especie de opción a este periodismo twitter de tiempos de
guerra, rápido, casi inmediato pero poco confiable, que por necesidad nos hemos
visto a obligados utilizar, ante el silencio de los medios de comunicación
tradicionales.
”Creo que lo
importante es que los veracruzanos logremos sobreponernos al shock de vernos
convertidos en uno de los estados más violentos del país y aceptemos cuáles son
las condiciones que provocaron que Veracruz haya sido durante tantos años casi
un paraíso para los delincuentes. Porque este nuevo cártel podrá venir y matar
a buena parte de “la nómina” anterior, pero eso no quiere decir que las cosas
vayan a cambiar para bien, que la corrupción en las esferas pública y privada
vaya a cesar ni que dejemos de ser uno de los estados con mayores niveles de
marginación y más baja competitividad del país. ®
Este artículo
pertenece a: Apuntes y crónicas, Diciembre 2011
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