El porno del Diablo


(Tomado de la Revista Replicante)


Por Roberto Rueda Monreal


—¿Hay una nueva era de la pornografía gay en este país?
—Yo diría que es la única era de la pornografía gay en México, pues hasta ahora no ha habido otra, no ha habido más.
—Bien. Entonces, para empezar, dime, ¿quién es Gerardo Delgado?
—¡Zas! ¿Quién soy? Pues soy un tipo de 45 años, chilango, de padre de Jalisco y madre de Oaxaca. Creo que hicieron una buena combinación: el barro negro con el tequila. Nada, a lo mejor un loquito que quiso hacer porno. Fui un poco transgresor, o no quise serlo, sencillamente se fueron dando las cosas hasta que salí del clóset con mi familia y les grité que era puto, ¿no? Yo estaba enojado y siempre…
—¿Por qué estabas enojado?
—Pues porque no me querían pagar algún curso carísimo que quería yo tomar [risas], pues sí, como era el consentido de mamá, entonces sí, de repente era yo muy rebelde. Yo estaba enojado con los dos, mi papá y mi mamá, porque no me querían pagar un curso de cocina muy caro y les grité muchas cosas, entre ellas que además era puto, digo, ya que estaba emputado, pues, con la ira y todo, pues salen esas cosas que ni piensas al momento.
—¿Qué edad tenías?
—Como diecisiete años. Mi papá agarró a mi mamá y me dijo: “Yo con gente histérica no hablo, hasta que te calmes hablamos”. Se fueron los dos, no regresaron hasta el día siguiente. Me dejaron pensando y yo me decía: “Imbécil, ya les dije, ya salí del clóset, lo voy a negar… no, se los dije de esa manera”.
—Fue el pretexto.
—Así es. Me dejaron todo el día pensando, pues no llegaron a dormir. Ya a otro día llegaron y me dijeron “Vamos a hablar”. Fue muy padre porque mi papá, que ya era un señor grande, me dijo que su mejor amigo en la universidad, él estudió Derecho, era gay, y que fue un gran amigo y compañero, que murió muy joven y sólo me preguntó que si estaba yo seguro, y que de ser así, pues él me respetaba y me apoyaba. Mi mamá, con todo su amor y demás, como era muy católica, me dijo que si no quería hablar con un cura. Me le quedé viendo con una cara. Su iglesia me chocaba, así que entendió esa mirada. Cuando conoció a mi primer novio, fue una gran suegra, lo amó, y a partir de ahí tuvimos una buena relación. Mi madre murió cuando yo tenía 21 años, del corazón. Quizá eso me ayudó a no tener la presencia de mi mamá, posteriormente, más bien me ayudó a hacer cosas transgresoras y aventarme a ser actor…
—¿Actor? ¿Su muerte te ayudó a ser actor?
—En el sentido de hacer una carrera, hacer una cosa formal, el deber ser. Yo quería ser actor, siempre había tenido la idea de hacer porno, pero…
—¿Actor de qué tipo, entonces?
—Actor de teatro. Principalmente de teatro. Entré a ese mundo, estudié la carrera de Literatura dramática, en Filosofía y Letras. Empecé muy bien como actor de teatro, era un muy buen cómico y muy mal dramático. Las cosas serias no me iban. Entonces, al tercer, cuarto año, yo me di cuenta de que, si bien sí era lo mío, no tenía el suficiente talento, o más bien, los suficientes recursos como para, en el transcurso, poderme mantener, pues había que pagar la renta y sobrevivir. Entonces, fue cuando cambié de giro, totalmente. Así que, me metí a trabajar a la cocina de un comedor ejecutivo de un banco, pues fue lo único que tuve a la mano para trabajar. Una gran amiga de la familia, y gran chef de México, quien era la directora del comedor ejecutivo de Banca Cremi…
—¿Quién es ella o quién era?
—La licenciada Ana Benítez. Y bueno, yo le pedí trabajo porque platicando con la familia supimos que había llegado un nuevo dueño del banco, Cabal Peniche, de quien supe que era gran amante de la comida y un gran sibarita. Y bueno, él quería que su comedor fuera el mejor comedor ejecutivo de todo México.
Dime una cosa, entonces, ¿cómo fue ese salto de la actuación teatral universitaria a la gastronomía exquisita?
—Me dan un puesto de gerente de compras, que fue sólo el pretexto, pues entré de lleno a la cocina, y pues ella fue mi guía [Benítez], mi maestra y los 16, 17 cocineros que trabajaban ahí, fueron también mis maestros y mis amigos, me enseñaron todos todo lo que ellos sabían.
—Entonces, ¿estoy frente a quien fue, por así decirlo, el chef de Cabal Peniche? Digo, no sé si el principal o algo así, pero, un chef de él, al final de cuentas.
—No sé si su chef principal, pero yo estuve a cargo de muchos de sus eventos importantes, de llevarle la comida a su avión privado, y de cosas así.
—Estuviste, pues, en esas áreas privilegiadas.
—Sí, aparte de que tomábamos muchos cursos. Él sí tenía la idea de especializar a su gente y nos capacitó. Así que ahí ya pude tomar grandes cursos y tuve una gran maestra, que ya la mencioné. Yo estuve doce años girando alrededor del mundo de la gastronomía, anduve en festivales gastronómicos, hice libros de lo mismo en Editorial Clío, trabajé de gerente en un restaurante y por primera vez me dieron la opción de ser primer chef en un restaurante nuevo, en la colonia Condesa, Litoral. Eso fue padre, pues me contrataron desde seis meses antes, entonces, fue desde diseñar la cocina, el diseño del menú… fue mi primer hijo. Eran tres socios, tres mejores amigos, yo llegué a ser como el cuarto. Hicimos un gran equipo, hice de todo corazón que ese lugar se abriera y demás… pero al año y medio me harté.
—Sin embargo, esta parte, que debió haber sido muy rica y sabrosa, no la habías mencionado cuando otros ya habían preguntado por ti, por Gerardo Delgado. En otras ocasiones, por lo que leí, a la misma pregunta, había salido de inmediato la frase “Yo hago porno”.
—Lo que pasa es que yo ya era muy adicto a la pornografía. Yo veía mucho porno, desde chiquito.
—¿De qué edad estamos hablando?
—Desde los once años. Yo a esa edad ya veía pornografía en revistas. A los quince veía más revistas. A los diecisiete, dieciocho años llegó el video y pues, primero en Beta, luego en VHS, y pues, sí, sí, sí. Me hice mucho más fan del porno.
—Siendo un ser humano con esta preparación, primero universitaria, histriónica…
—Perdón, se me olvidó decirte que, primero, fui abogado, la cosa más horrible de mi vida, así que, nunca quise dedicarme a eso.
—Bueno, te decía que, a merced de esta formación, ¿habías leído, o te habías informado, a la par del mero gusto, sobre la pornografía?
—No. Para mí sólo fue ver, sentir y excitarme. Informarme, estudiar sobre eso, esa parte, nunca me interesó. Me interesó el contacto con lo porno. No sé, por ejemplo, cuando hice teatro me interesó mucho la parte del erotismo, trabajé mucho con eso, pero, principalmente fue ver, masturbarme y excitarme.
—Entonces, ¿qué pasa después de tu etapa como chef, con ese mundo de la comida?
—Yo quedo harto de trabajar en Litoral, después de trabajar en su cocina, que era una muy chaparra, fue un restaurante de éxito desde el principio, llenos todos los días, trabajar con cuchillos, fuego, cocineros, clientes, rapidez, arte, todo lo que implica ser un buen cocinero. En fin, yo salí huyendo del lugar y caí en una gran depresión. Quedé asqueado de la comida, entonces ya no quería eso después de doce años. No quería saber nada. Toda esa etapa fue increíble. Lo que pasé con Cabal Peniche fue increíble, aprendí muchísimo. Trabajé también en un restaurante de comida francesa, El discreto encanto de comer, que era un gran restaurante y fui su gerente. De ahí, trabajé haciendo once libros sobre gastronomía para Editorial Clío, que fue un trabajo enriquecedor y de investigación, de hacer las fotos y demás.
—Entonces, más bien, no fue la comida en sí, ni Litoral, lo que te hartó, sino que Litoral ya fue la gota que derramó el vaso por otra satisfacción no cumplida, el prurito que ya llevabas dentro. En realidad sí te apasionaba ese mundo culinario. No sé. ¿Es así?
—Yo digo que sí, pues yo recuerdo que anduve por varias partes del mundo, asistiendo a festivales gastronómicos, estaba en una asociación llamada De Gala, en fin…
A eso suena, a una carrera trunca.
—Sí, yo sé que, ahora lo reflexiono, así fue, una carrera trunca, pues yo andaba en el éxito total cuando, de pronto, ya no quise saber nada de la gastronomía. Entonces, ya en esa gran depresión, y en una gran borrachera, con mi mejor amigo…
—¿Cuándo fue la gran borrachera?
—En 2004, con mi amigo Uriel Valdez. Yo le dije que ya no quería trabajar en la cocina, que no sabía qué rumbo tomar. Fue cuando me preguntó que qué era lo que más me moría de ganas de hacer, ese sueño que siempre había querido realizar. Yo le dije, así, tal cual, “Pues, hacer porno”. Él me dijo que eso íbamos a hacer, que me iba ayudar y que, pues, eso… ¡haríamos porno! Fue así como creció la idea de hacer La putiza, que fue la primera película que hicimos.
—Antes de llegar a La putiza cuéntame, ¿cómo fue el proceso para llegar a ella?
—Después de la borrachera, pues, necesitaba un trabajo, dinero, y él es dueño de Wham Picture, la distribuidora de entretenimiento para adultos más grande de México. Me invitó a trabajar con él, pues quería tener como un apartado gay, que sentía como muy descuidado, así que yo lo asesoré con un sitio y otras cosas, para hacer un buen negocio, abrir algo en internet, etcétera. Ya de ahí vino la idea de hacer una primera película. Nos juntamos cinco, seis, amigos, con la intención de hacer la primera película porno gay de México y queríamos hacerlo en grande. Se juntaron todas las energías, toda la gente, todos los talentos, gente muy exitosa en lo que hace, y así surgió la idea de La putiza, una película con tema sobre los luchadores de lucha libre.
—¿Todos eran conscientes de que formarían parte de tu sueño o sólo de un proyecto profesional un tanto morboso?
—Yo creo que dentro de los sueños y fantasías de muchos hombres está el hecho de hacer una película porno.
—¿De plano? ¿Cómo llegas a esa conclusión?
—Después de seis, siete años, de estar haciendo porno, la cantidad de correos que me llegan de gente que quiere estar en una producción, ya sea atrás de cámaras, viendo, oyendo o para hacerla de asistente…
—¿De cuánta gente estamos hablando?
—Recibo mínimo diez correos a la semana, y la gente que se entera a lo que me dedico siempre me pregunta si puede estar en las filmaciones o participar, no importa cómo lo hagan, pero quieren participar… Hay que decir que una gran mayoría sólo quiere ver, y pues, mirones, ¡al cine! En fin, por eso sé que muchos hombres tienen esta fantasía. Las mujeres igual, mis amigas, artistas, productoras, cantantes y actrices, también se mueren por vivir la experiencia de estar presentes en una filmación porno. Yo creo que para ambos, hombres y mujeres, la experiencia del voyeurismo y de estar en medio de una filmación porno, yo creo que los excita y les llama mucho la atención.
—Entonces, tú, a través de esta pasión, hacer porno, que comenzó desde muy pequeño, quieres conectarte con los otros. ¿En el fondo es eso: compartir esta pasión con la pasión de los demás?
—Sí, así es, absolutamente.
—Si te menciono nombres o grupos como Salvador Novo, Cocteau, los 41, George Bataille, ¿qué te dicen? ¿Los conoces? ¿Qué nos podrías decir al respecto?
—Sí los conozco… y no sé… manejan el erotismo. Creo que tratan de enseñar ese erotismo y mostrarlo, tratan de abrir un poco la mente, como en el caso de un país como México, un país tan católico, tan castigado por esa ideología retrógrada y moralista. Tratan de hacer que la gente entienda un poco que el sexo ahí está, que el sexo por algo es tan maravilloso, que no hay que ocultarlo, que no hay que esconderlo. Que sí, a lo mejor la sexualidad es algo personal, pero también se puede aprender mucho, enseñar mucho, mostrar mucho, de muchas maneras y creo que el éxito de una gran pareja, de un gran amor, puede ser el ser un gran amante, puede ser… no sé… dicen que el hombre cada dos minutos piensa en sexo, el varón… yo digo que menos, yo cada minuto pienso en sexo. En fin, que muchos de nuestros pensamientos van enfocados al sexo, entonces creo que eso tenemos que canalizarlo y tenemos que hablar más de sexo, porque en este país no se habla de sexo y estamos muy atrasados. Yo lo veo al trabajar en Wham, estuve en las Expo Sex y estuve en contacto con hombres, gays, mujeres, de todo, y me di cuenta de que, en promedio, una relación sexual dura cinco minutos. Ellos llegan, penetran, eyaculan y tan tan. Y yo creo que el sexo va más allá, el sexo es erotismo, el sexo puede durar horas, el sexo es olores, sabores… se puede experimentar de tantas maneras y sobre tantas cosas.
—Por lo que dices, ¿debemos entender, entonces, que tu trabajo también es pedagogía?
—No quisiera llamarlo pedagogía, pero… sí, de alguna manera, sí me gusta enseñar una forma de sexo que a mí en lo personal me gusta, y que siento que mucha gente no lo hace. Y que hay muchas opciones, y que nos cerramos, o que no tenemos mucha idea de que existen varias opciones de sexo, unas pueden ser más perversas que otras para alguien y no para mí, y al revés.
—Dentro de esa diversidad de opiniones de lo que puede representar o significar el sexo, para alguien que hace porno gay, ¿qué diferencias habría entre un pornógrafo heterosexual, que ha servido de guía sexual para miles, por no decir millones, de personas y tú mismo, que también has estado, y estuviste, bajo su influencia? ¿Qué diferencias habría entre tu trabajo y el de aquel?
—Mira, yo durante veinte años de mi vida sólo vi porno gay al ser gay. Cuando entro a trabajar a Wham de repente me presentan a un colega, pero él experto en porno hetero, Enrique Toledo. Le comenté que tenía mucho que no veía porno hetero y le dije que me recomendara las diez mejores películas porno hetero de la misma compañía. Me las dio, ¡y amé el porno heterosexual! Lo amé.
—¿Por qué lo amaste?
—Por la energía que tiene el hombre heterosexual a la hora de hacer ese porno, me encantó, me fascinó. Es algo que no había visto en porno gay. Algo que me fascinó fue ver cómo el pene entra en la vagina y cómo se ve que uno está hecho para el otro, cómo la vagina abraza al pene, en fin. Que actores como Rocco y Freddy o Nacho Vidal, con esa energía, con esos miembros enormes y con todo ese erotismo… en fin, que adoré y me clavé en el porno hetero.
—¿Podríamos decir que en el porno se borran las preferencias sexuales?
—Definitivamente. Yo, por ejemplo, me excité durante mucho tiempo con porno hetero. Y trato de meter esa energía que yo vi en el porno hetero a mi porno. No sé… la manera en que manejan el fetiche, la manera en que manejan el vestuario, las historias… Fue como un porno de superproducciones, ese porno con historias, ese porno elegante…
—Ahorita que estoy escuchando el término, ¿qué es o cómo es un porno elegante?
—Ja ja ja… puede ser desde la lencería, el set, desde todo el vestuario y la manera de tener sexo, eso puede ser un porno elegante, un porno perverso, más kinky, hardcore, extremo… el gonzo, en fin.
—Cuéntame cómo se le hizo para que La putiza fuera la primera película porno gay de México más laureada en el extranjero.
—Estábamos ya preparando todo el proyecto cuando llegan unos productores con la primera película mexicana porno gay, Sexcuestro, hecha por Lars Robledo. Me llegó a mí primero, la recibo, la veo y me dije “Guauuu”, me encantó ver porno en español, porno mexicano. Y bueno, me tocó estar en su distribución. Al año siguiente de esto decidimos hacer nuestra propia película y ver qué saldría de todo este proceso. Nos juntamos esos amigos, y en la lluvia de ideas pues decidimos que sería de luchadores, yo fui el productor ejecutivo y el asistente de dirección. Estuve metido en todo y que la película quedara como yo quería. De hecho, La putiza y La verganza las hicimos en cinco días, dos películas, porque salía más barato así. Ya la producción se hizo por separado, por eso sacamos primero La putiza y luego la otra. Cinco días intensos, con una gran familia incestuosa, pues éramos treinta o cuarenta personas en el lugar. Fue un producto muy grande, muy caro, nos asociamos con una productora más acostumbrada a hacer cine.
—Una que, supongo, entendió el concepto y le entró, en una gran salto de arriesgue, ¿o fue de otra manera?
—No, fue así. Por supuesto que fue así… y, además, porque le pagamos, je je. Fueron productos caros con los que no recuperamos dinero. Ni siquiera lo invertido. Carlos, uno de nuestros productores, nos dijo que no íbamos a ganar nada de dinero con esto, y nosotros que pensábamos que nos iba a quedar maravilloso todo y que sí íbamos a ganarle, pues no. Carlos tuvo razón.
—Yo leí una crítica sobre La putiza en donde los alaban por cuatro puntos. Tiene estructura dramática, tienen la actuación estelar de un actor profesional, hay un concepto bien pensado en cuanto a la escenografía y el vestuario, y por último, que manejaron cuestiones insólitas. ¿Ustedes fueron conscientes de todo esto?
—La verdad que sí, sí quisimos hacer algo muy especial en todos los sentidos, vestuarios, la dirección de arte, una estructura dramática, pues contamos con un escritor, y fue hecha con mucho amor.
—Con mucho amor… que no con sexo.
—Con mucho amor y mucho sexo y quedó divina. Yo creo que salió así porque en realidad toda la gente que la hizo tenía su propia chamba y esto lo hizo por gusto, por placer y listo. Tuvo ese toque especial porque fue un momento en donde todos confluimos, pero luego cada quien retomó lo suyo y listo. Yo me quedo solo con todo esto porque yo sí quería seguir haciendo porno. Después de que el amor me lleva a Los Ángeles, vuelvo, y conocí a dos grandes amigos, que ahora son mis socios en Mecos Films, con los que hice la posproducción de La verganza. Cuando vi su trabajo me encantó y quise trabajar con ellos. Así creamos Mecos Films, en 2007 o 2008. Si bien yo adoro las grandes producciones, también me gusta mucho el porno por el porno mismo. Acá no hay luchadores ni historias, es un tipo que llega a hacer porno y ya, sería un poco como remontarnos al nacimiento del porno tal cual, en un país como México, en donde no hay industria.
—Sin embargo, ¿no hay un elemento importante de hipocresía en todo esto? Digo, al final esa hipocresía nacional que mencionas tanto es, precisamente, la que alimenta tu porno.
—¿Cómo que la hipocresía alimenta mi porno?
—Sí, me explico. La hipocresía cultural y sexual, no exclusivamente mexicanas, alimenta nuestro deseo por lo prohibido, el morbo por lo no mostrado, es decir, existe una situación de ida y vuelta en estos menesteres. A ustedes, los que hacen pornografía, tal vez, les choque esto de la hipocresía pero, y esto es lo que yo creo, también se sirven de ella, pues, al final, alimenta y propicia, casi a la perfección, el consumo de sus productos. Tal vez me equivoque, no lo sé, ¿qué piensas al respecto?
—Oye, pues… no lo había visto de esa manera, pero ahora que lo pienso… estoy de acuerdo con eso.
—Digo, no sé, al final, si esto es un trabajo como cualquiera, deben de sacar dinero de algún lado, echando mano de ese mecanismo que te menciono, ¿no?
—Y sí, porque ahora estoy recordando que una película porno, Selección Mexicana 1, es la que más hemos vendido, y es una película con tipos reales, y eso fue un golpe durísimo. ¡A toda la gente le encantó! Ver un porno más real, menos historia, tipos reales, y jugar con lo clasistas que somos los mexicanos. Puse a un chavo universitario, por ejemplo, al que se lo coge un chacal.
—¿Les podrías explicar a los lectores de Replicante qué es un chacal?
—¡Ay¡ No sé… Este… no sé, creo que Salvador Novo lo dijo muy bonito. Yo digo que es un hombre mexicano, latino, cachondo, moreno, quizá de bajos recursos, un albañil, por qué no un chofer, bien formado y hasta grosero a la hora del sexo, para mí eso es, como un gañán, un gandul.
—Entonces, también esto de lo porno por el porno también se beneficia de la doble moral y de todos nuestros clasismos más recalcitrantes.
—Sin duda, claro.
—Todo esto te lo digo y te lo cuestiono porque observo que tienes, en una parte de tu discurso, una especie de reclamo social, en donde la hipocresía, la doble moral y una falta de educación, al parecer, son males que hay que atacar, y eso, viniendo de un pornógrafo, pues, es interesante. Con todos los pasos que se han dado en México para vivir más libremente parecería que tú sigues viendo un México muy retrógrado, con todas las condiciones para que, por lo menos tú, puedas hacer el porno que haces.
—Es cierto, hemos dado pasos agigantados en la última década, pero de que nos falta todavía kilómetros, definitivamente. Pero de que hemos avanzado, eso es definitivo. Se habla de sexo en varios lados y en horarios decentes, je je, ya no sólo por las noches. Las mujeres ya entran en las sex shops, etcétera.
—Como pornógrafo, ¿qué te interesa más: transgredir la sexualidad o reforzar estereotipos?
—Las dos cosas.
—Vaya, funciona ese morbo hipocritón, pues.
—Sí, definitivamente… y es que, bueno, no dejo de ser mexicano. Es como manejar los dos lados de la moneda, ¿no? Entonces, es como manejar mi doble moral y mi lado perverso que tengo, y que es lo que quiero mostrar. No sé, en una película, Corrupción mexicana, sale una escena en donde… ¡qué no quisiéramos hacerles a los políticos corruptos¡ Acá se violan al hijo de un político corrupto en donde le dicen por teléfono que si cuelga, mientras lo están violando, no lo vuelve a ver vivo… no sé, manejo esa cosa perversa…
—Y a eso me refiero. Perversa, pero, ¿no existe también ese lado políticamente correcto, de tu parte, al sugerir cosas como ésa en tu porno? ¿Un pornógrafo mexicano nos quiere dar lecciones morales, lecciones éticas?
—[Risas nerviosas prolongadas] Yo no lo veo así. Yo lo que veo es que la corrupción nos ha invadido tanto tanto… ¡que ya hasta llegó al porno! [Más risas]. Digo, la impunidad la vemos por todos lados. No vemos a ningún político en la cárcel. Así que, yo, con mi porno, también quiero… hasta vengarme de ellos, ¿no? A través de mi trabajo: penetración al hijo del corrupto que está robando el dinero.
—Son tus temas y, de alguna manera, tus preocupaciones traducidas a tu porno. Para hablar de otra realidad sobre él, ¿qué pasa con el bareback en tus películas?
—Yo hago de los dos. En unas escenas que hice sin condón los actores eran pareja, y ellos ya tenían sexo sin protección desde antes.
—¿Tú tienes alguna opinión, o los que hacen porno, en general, tienen alguna postura al respecto?
—Yo sólo he tenido dos escenas, con estos chavos, sin condón. Todo mi porno ha sido más con condón. Pero yo creo que el porno es como la vida misma. Cada quien tiene la libertad de hacer con su sexualidad lo que quiera. No va conmigo decir que cojan con condón o no. Que lo digan otros. Ya todos sabemos que nos pueden dar muchas cosas, no sólo VIH-sida. Yo respeto la libertad de cada quien, y no soy quien para decirles qué cosas pueden hacer y qué no.
Un argumento de la industria porno en el mundo es que sin condón se vende más, y con él, pues, todo lo contrario. ¿Esto es así o es un mito?
—Es completamente cierto. Yo en Europa ya no pude vender Corrupción mexicana porque no era bareback. Me afectó en ese sentido. Estados Unidos también hace eso.
—Es decir que, para ser exitosos… bueno, ya no digamos exitosos, sino sencillamente para poder competir en Europa y Estados Unidos hay que llevar porno sin protección. ¿Cómo afecta esto tus decisiones como empresario?
—Así es. Ya no les interesa tanto ese porno. Yo me sigo informando. Sé que ya existe un nuevo gel que mata virus, pruebas de detección y demás.
—¿Cómo está en estos momentos el negocio de la pornografía? ¿Es rentable? ¿Hay negocio o no?
—En México no es rentable. Nosotros somos los únicos que hacemos porno gay en estos momentos, por ejemplo. Hay unos heteros que tienen dos películas, las hicieron hace cinco años. En fin, los que hemos tenido cierta historia somos nosotros, por lo que no tenemos competencia. En Estados Unidos no pudimos vender, pues, por ley, no se puede usar máscaras en escena, y nuestra película más prometedora, La putiza, es de luchadores mexicanos, así que, ya te imaginarás. Con Selección mexicana 1 vendimos mucho en ese país, pero hubo unas modificaciones en 2007, más o menos, que es en donde se da el salto a internet. Eso cambió todo, pues con la segunda película, en DVD, ya no vendimos nada, pues ya es más fácil ver porno desde tu computadora y pagas todo por internet. Ya no tienes que ir a la tienda. Ahora ya todo es en la red. Estamos concentrados en eso, y para finales de año pues ya tendremos algo muy interesante.
—¿Cómo te conviertes en “el Diablo”?
—En algunas películas yo fui quien di la cara pública, pues mis socios nunca quisieron dar la suya. Yo utilicé mi nombre, tal cual, sin miedo ni tapujos, y así me lancé a dar las entrevistas, las conferencias, pues nunca tuve problema para decir Sí, soy pornógrafo y soy gay, y aparecer así en varios medios. Y no sé, de alguna manera fue como salir del clóset otra vez, pues recuerdo a una reportera que insinuó que mi película, la primera, iba a ser con mujeres y que como ninguna quiso salir, por eso recurrimos a hombres, y yo se lo dejé clarito, que para nada, que siempre estuvo pensada para y por gays, todo el tiempo. Sentí que salía del clóset, pero esta vez en cadena nacional, en lo porno profesional. Fue como decirles, Sí, soy puto y a mucha honra y de hueso colorado. Y es que yo creo que si hay tanta homofobia es porque la gente no nos conoce y somos exactamente como los demás, y ya está. Por eso incito mucho a la gente a que salga del clóset, creo que es muy importante. Creo que todo mundo tiene a un amigo, un hermano, un compañero de trabajo, lo que sea, una prima, una tía, que es gay, y bueno, hay que dar ese paso, creo.
—Todo eso respecto al clóset, ¿y “el Diablo”?
—Ya hasta que soy un poco líder de la empresa, cuando habíamos hecho Selecciónmexicana 1, lo que faltaba era el nombre del editor, mis socios ya tenían su alias, y yo no. De repente, me habla una gran amiga, que desde que me conoció me dijo que yo era un diablo, me dice todo el tiempo diablo… y fue cuando me dije, ¿Por qué no El Diablo? Me va, me gusta hacer diabluras, el diablo provoca, excita, incita… entonces. A pesar de que muchos amigos me criticaron, ya estaba decidido y hecho.
—Bueno, pues, creo que hemos llegado al final de nuestra entrevista. No sé si quieras añadir algo o si sientas que se me fue algo que es importante y que no cuestioné o algún nuevo proyecto que quieras mencionar.
—Pues, me has sacado prácticamente todo, ¡eh!… Si acaso retomar lo de Internet, que no quiero dar nombres, pues está verde. Lo que pasa es que tenemos un sitio, pero a través de una empresa, y desde ahí se pueden bajar nuestras películas, pero sólo nos quedamos con el 15%, y no es negocio, así que pronto daremos ese salto, creando nuestro propio sitio y bueno, tengo que ser sincero, está enfocado a los gringos, por todo lo que platicamos de ese gran mercado consumidor de porno, con nuestro concepto muy mexicano, que no es lo mismo que el latino que ellos conocen, que, al final de cuentas, no deja de ser también gringo. Ese sería nuestro atractivo, que todo será mexicano. Por otro lado, pues, no me cierro a lo latinoamericano, pues ya somos famosones en el resto de Latinoamérica.
—¿Llevarán este porno con sabor a pozole a muchos lares?
—Exactamente. Y por qué no vender pozole con arepa, je je… tengo muchos amigos venezolanos a los que les está interesando hacer porno. Tengo pensado irme a Colombia y a Venezuela para hacer ese porno. ®


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