El porno del
Diablo
—¿Hay una nueva
era de la pornografía gay en este país?
—Yo diría que es la única era de la pornografía gay
en México, pues hasta ahora no ha habido otra, no ha habido más.
—Bien. Entonces,
para empezar, dime, ¿quién es Gerardo Delgado?
—¡Zas! ¿Quién soy? Pues soy un tipo de 45 años,
chilango, de padre de Jalisco y madre de Oaxaca. Creo que hicieron una buena
combinación: el barro negro con el tequila. Nada, a lo mejor un loquito que
quiso hacer porno. Fui un poco transgresor, o no quise serlo, sencillamente se
fueron dando las cosas hasta que salí del clóset con mi familia y les grité que
era puto, ¿no? Yo estaba enojado y siempre…
—¿Por qué estabas
enojado?
—Pues porque no me querían pagar algún curso
carísimo que quería yo tomar [risas], pues sí, como era el consentido de mamá,
entonces sí, de repente era yo muy rebelde. Yo estaba enojado con los dos, mi
papá y mi mamá, porque no me querían pagar un curso de cocina muy caro y les
grité muchas cosas, entre ellas que además era puto, digo, ya que estaba
emputado, pues, con la ira y todo, pues salen esas cosas que ni piensas al
momento.
—¿Qué edad tenías?
—Como diecisiete años. Mi papá agarró a mi mamá y
me dijo: “Yo con gente histérica no hablo, hasta que te calmes hablamos”. Se
fueron los dos, no regresaron hasta el día siguiente. Me dejaron pensando y yo
me decía: “Imbécil, ya les dije, ya salí del clóset, lo voy a negar… no, se los
dije de esa manera”.
—Fue el pretexto.
—Así es. Me dejaron todo el día pensando, pues no
llegaron a dormir. Ya a otro día llegaron y me dijeron “Vamos a hablar”. Fue
muy padre porque mi papá, que ya era un señor grande, me dijo que su mejor
amigo en la universidad, él estudió Derecho, era gay, y que fue un gran amigo y
compañero, que murió muy joven y sólo me preguntó que si estaba yo seguro, y
que de ser así, pues él me respetaba y me apoyaba. Mi mamá, con todo su amor y
demás, como era muy católica, me dijo que si no quería hablar con un cura. Me
le quedé viendo con una cara. Su iglesia me chocaba, así que entendió esa
mirada. Cuando conoció a mi primer novio, fue una gran suegra, lo amó, y a
partir de ahí tuvimos una buena relación. Mi madre murió cuando yo tenía 21
años, del corazón. Quizá eso me ayudó a no tener la presencia de mi mamá,
posteriormente, más bien me ayudó a hacer cosas transgresoras y aventarme a ser
actor…
—¿Actor? ¿Su
muerte te ayudó a ser actor?
—En el sentido de hacer una carrera, hacer una cosa
formal, el deber ser. Yo quería ser actor, siempre había tenido la idea de
hacer porno, pero…
—¿Actor de qué
tipo, entonces?
—Actor de teatro. Principalmente de teatro. Entré a
ese mundo, estudié la carrera de Literatura dramática, en Filosofía y Letras.
Empecé muy bien como actor de teatro, era un muy buen cómico y muy mal
dramático. Las cosas serias no me iban. Entonces, al tercer, cuarto año, yo me
di cuenta de que, si bien sí era lo mío, no tenía el suficiente talento, o más
bien, los suficientes recursos como para, en el transcurso, poderme mantener,
pues había que pagar la renta y sobrevivir. Entonces, fue cuando cambié de
giro, totalmente. Así que, me metí a trabajar a la cocina de un comedor
ejecutivo de un banco, pues fue lo único que tuve a la mano para trabajar. Una
gran amiga de la familia, y gran chef de México, quien era la directora del
comedor ejecutivo de Banca Cremi…
—¿Quién es ella o
quién era?
—La licenciada Ana Benítez. Y bueno, yo le pedí
trabajo porque platicando con la familia supimos que había llegado un nuevo
dueño del banco, Cabal Peniche, de quien supe que era gran amante de la comida
y un gran sibarita. Y bueno, él quería que su comedor fuera el mejor comedor
ejecutivo de todo México.
—Dime una cosa,
entonces, ¿cómo fue ese salto de la actuación teatral universitaria a la
gastronomía exquisita?
—Me dan un puesto de gerente de compras, que fue
sólo el pretexto, pues entré de lleno a la cocina, y pues ella fue mi guía
[Benítez], mi maestra y los 16, 17 cocineros que trabajaban ahí, fueron también
mis maestros y mis amigos, me enseñaron todos todo lo que ellos sabían.
—Entonces, ¿estoy
frente a quien fue, por así decirlo, el chef de Cabal Peniche? Digo, no sé si
el principal o algo así, pero, un chef de él, al final de cuentas.
—No sé si su chef principal, pero yo estuve a cargo
de muchos de sus eventos importantes, de llevarle la comida a su avión privado,
y de cosas así.
—Estuviste, pues,
en esas áreas privilegiadas.
—Sí, aparte de que tomábamos muchos cursos. Él sí
tenía la idea de especializar a su gente y nos capacitó. Así que ahí ya pude
tomar grandes cursos y tuve una gran maestra, que ya la mencioné. Yo estuve
doce años girando alrededor del mundo de la gastronomía, anduve en festivales
gastronómicos, hice libros de lo mismo en Editorial Clío, trabajé de gerente en
un restaurante y por primera vez me dieron la opción de ser primer chef en un
restaurante nuevo, en la colonia Condesa, Litoral. Eso fue padre, pues me
contrataron desde seis meses antes, entonces, fue desde diseñar la cocina, el
diseño del menú… fue mi primer hijo. Eran tres socios, tres mejores amigos, yo
llegué a ser como el cuarto. Hicimos un gran equipo, hice de todo corazón que
ese lugar se abriera y demás… pero al año y medio me harté.
—Sin embargo, esta
parte, que debió haber sido muy rica y sabrosa, no la habías mencionado cuando
otros ya habían preguntado por ti, por Gerardo Delgado. En otras ocasiones, por
lo que leí, a la misma pregunta, había salido de inmediato la frase “Yo hago
porno”.
—Lo que pasa es que yo ya era muy adicto a la
pornografía. Yo veía mucho porno, desde chiquito.
—¿De qué edad
estamos hablando?
—Desde los once años. Yo a esa edad ya veía
pornografía en revistas. A los quince veía más revistas. A los diecisiete,
dieciocho años llegó el video y pues, primero en Beta, luego en VHS, y pues,
sí, sí, sí. Me hice mucho más fan del porno.
—Siendo un ser
humano con esta preparación, primero universitaria, histriónica…
—Perdón, se me olvidó decirte que, primero, fui
abogado, la cosa más horrible de mi vida, así que, nunca quise dedicarme a eso.
—Bueno, te decía
que, a merced de esta formación, ¿habías leído, o te habías informado, a la par
del mero gusto, sobre la pornografía?
—No. Para mí sólo fue ver, sentir y excitarme.
Informarme, estudiar sobre eso, esa parte, nunca me interesó. Me interesó el
contacto con lo porno. No sé, por ejemplo, cuando hice teatro me interesó mucho
la parte del erotismo, trabajé mucho con eso, pero, principalmente fue ver,
masturbarme y excitarme.
—Entonces, ¿qué
pasa después de tu etapa como chef, con ese mundo de la comida?
—Yo quedo harto de trabajar en Litoral, después de
trabajar en su cocina, que era una muy chaparra, fue un restaurante de éxito
desde el principio, llenos todos los días, trabajar con cuchillos, fuego,
cocineros, clientes, rapidez, arte, todo lo que implica ser un buen cocinero.
En fin, yo salí huyendo del lugar y caí en una gran depresión. Quedé asqueado
de la comida, entonces ya no quería eso después de doce años. No quería saber
nada. Toda esa etapa fue increíble. Lo que pasé con Cabal Peniche fue
increíble, aprendí muchísimo. Trabajé también en un restaurante de comida
francesa, El discreto encanto de comer, que era un gran restaurante y fui su
gerente. De ahí, trabajé haciendo once libros sobre gastronomía para Editorial
Clío, que fue un trabajo enriquecedor y de investigación, de hacer las fotos y
demás.
—Entonces, más
bien, no fue la comida en sí, ni Litoral, lo que te hartó, sino que Litoral ya
fue la gota que derramó el vaso por otra satisfacción no cumplida, el prurito
que ya llevabas dentro. En realidad sí te apasionaba ese mundo culinario. No
sé. ¿Es así?
—Yo digo que sí, pues yo recuerdo que anduve por
varias partes del mundo, asistiendo a festivales gastronómicos, estaba en una
asociación llamada De Gala, en fin…
—A eso suena, a
una carrera trunca.
—Sí, yo sé que, ahora lo reflexiono, así fue, una
carrera trunca, pues yo andaba en el éxito total cuando, de pronto, ya no quise
saber nada de la gastronomía. Entonces, ya en esa gran depresión, y en una gran
borrachera, con mi mejor amigo…
—¿Cuándo fue la
gran borrachera?
—En 2004, con mi
amigo Uriel Valdez. Yo le dije que ya no quería trabajar en la cocina, que no
sabía qué rumbo tomar. Fue cuando me preguntó que qué era lo que más me moría
de ganas de hacer, ese sueño que siempre había querido realizar. Yo le dije,
así, tal cual, “Pues, hacer porno”. Él me dijo que eso íbamos a hacer, que me
iba ayudar y que, pues, eso… ¡haríamos porno! Fue así como creció la idea de
hacer La putiza, que fue la primera película que hicimos.
—Antes de llegar a La
putiza cuéntame, ¿cómo fue el proceso para llegar a ella?
—Después de la
borrachera, pues, necesitaba un trabajo, dinero, y él es dueño de Wham Picture,
la distribuidora de entretenimiento para adultos más grande de México. Me
invitó a trabajar con él, pues quería tener como un apartado gay, que sentía
como muy descuidado, así que yo lo asesoré con un sitio y otras cosas, para
hacer un buen negocio, abrir algo en internet, etcétera. Ya de ahí vino la idea
de hacer una primera película. Nos juntamos cinco, seis, amigos, con la
intención de hacer la primera película porno gay de México y queríamos hacerlo
en grande. Se juntaron todas las energías, toda la gente, todos los talentos,
gente muy exitosa en lo que hace, y así surgió la idea de La putiza, una
película con tema sobre los luchadores de lucha libre.
—¿Todos eran
conscientes de que formarían parte de tu sueño o sólo de un proyecto
profesional un tanto morboso?
—Yo creo que dentro de los sueños y fantasías de
muchos hombres está el hecho de hacer una película porno.
—¿De plano? ¿Cómo
llegas a esa conclusión?
—Después de seis, siete años, de estar haciendo
porno, la cantidad de correos que me llegan de gente que quiere estar en una
producción, ya sea atrás de cámaras, viendo, oyendo o para hacerla de
asistente…
—¿De cuánta gente
estamos hablando?
—Recibo mínimo diez correos a la semana, y la gente
que se entera a lo que me dedico siempre me pregunta si puede estar en las
filmaciones o participar, no importa cómo lo hagan, pero quieren participar…
Hay que decir que una gran mayoría sólo quiere ver, y pues, mirones, ¡al cine!
En fin, por eso sé que muchos hombres tienen esta fantasía. Las mujeres igual,
mis amigas, artistas, productoras, cantantes y actrices, también se mueren por
vivir la experiencia de estar presentes en una filmación porno. Yo creo que
para ambos, hombres y mujeres, la experiencia del voyeurismo y de estar en
medio de una filmación porno, yo creo que los excita y les llama mucho la
atención.
—Entonces, tú, a
través de esta pasión, hacer porno, que comenzó desde muy pequeño, quieres conectarte
con los otros. ¿En el fondo es eso: compartir esta pasión con la pasión de los
demás?
—Sí, así es, absolutamente.
—Si te menciono
nombres o grupos como Salvador Novo, Cocteau, los 41, George Bataille, ¿qué te
dicen? ¿Los conoces? ¿Qué nos podrías decir al respecto?
—Sí los conozco… y no sé… manejan el erotismo. Creo
que tratan de enseñar ese erotismo y mostrarlo, tratan de abrir un poco la
mente, como en el caso de un país como México, un país tan católico, tan
castigado por esa ideología retrógrada y moralista. Tratan de hacer que la
gente entienda un poco que el sexo ahí está, que el sexo por algo es tan
maravilloso, que no hay que ocultarlo, que no hay que esconderlo. Que sí, a lo
mejor la sexualidad es algo personal, pero también se puede aprender mucho,
enseñar mucho, mostrar mucho, de muchas maneras y creo que el éxito de una gran
pareja, de un gran amor, puede ser el ser un gran amante, puede ser… no sé…
dicen que el hombre cada dos minutos piensa en sexo, el varón… yo digo que
menos, yo cada minuto pienso en sexo. En fin, que muchos de nuestros
pensamientos van enfocados al sexo, entonces creo que eso tenemos que
canalizarlo y tenemos que hablar más de sexo, porque en este país no se habla
de sexo y estamos muy atrasados. Yo lo veo al trabajar en Wham, estuve en las
Expo Sex y estuve en contacto con hombres, gays, mujeres, de todo, y me di
cuenta de que, en promedio, una relación sexual dura cinco minutos. Ellos
llegan, penetran, eyaculan y tan tan. Y yo creo que el sexo va más allá, el sexo
es erotismo, el sexo puede durar horas, el sexo es olores, sabores… se puede
experimentar de tantas maneras y sobre tantas cosas.
—Por lo que dices,
¿debemos entender, entonces, que tu trabajo también es pedagogía?
—No quisiera llamarlo pedagogía, pero… sí, de
alguna manera, sí me gusta enseñar una forma de sexo que a mí en lo personal me
gusta, y que siento que mucha gente no lo hace. Y que hay muchas opciones, y
que nos cerramos, o que no tenemos mucha idea de que existen varias opciones de
sexo, unas pueden ser más perversas que otras para alguien y no para mí, y al
revés.
—Dentro de esa
diversidad de opiniones de lo que puede representar o significar el sexo, para
alguien que hace porno gay, ¿qué diferencias habría entre un pornógrafo
heterosexual, que ha servido de guía sexual para miles, por no decir millones,
de personas y tú mismo, que también has estado, y estuviste, bajo su
influencia? ¿Qué diferencias habría entre tu trabajo y el de aquel?
—Mira, yo durante veinte años de mi vida sólo vi
porno gay al ser gay. Cuando entro a trabajar a Wham de repente me presentan a
un colega, pero él experto en porno hetero, Enrique Toledo. Le comenté que
tenía mucho que no veía porno hetero y le dije que me recomendara las diez
mejores películas porno hetero de la misma compañía. Me las dio, ¡y amé el
porno heterosexual! Lo amé.
—¿Por qué lo
amaste?
—Por la energía que tiene el hombre heterosexual a
la hora de hacer ese porno, me encantó, me fascinó. Es algo que no había visto
en porno gay. Algo que me fascinó fue ver cómo el pene entra en la vagina y
cómo se ve que uno está hecho para el otro, cómo la vagina abraza al pene, en
fin. Que actores como Rocco y Freddy o Nacho Vidal, con esa energía, con esos
miembros enormes y con todo ese erotismo… en fin, que adoré y me clavé en el
porno hetero.
—¿Podríamos decir
que en el porno se borran las preferencias sexuales?
—Definitivamente. Yo, por ejemplo, me excité
durante mucho tiempo con porno hetero. Y trato de meter esa energía que yo vi
en el porno hetero a mi porno. No sé… la manera en que manejan el fetiche, la
manera en que manejan el vestuario, las historias… Fue como un porno de
superproducciones, ese porno con historias, ese porno elegante…
—Ahorita que estoy
escuchando el término, ¿qué es o cómo es un porno elegante?
—Ja ja ja… puede
ser desde la lencería, el set, desde todo el vestuario y la manera de tener sexo,
eso puede ser un porno elegante, un porno perverso, más kinky, hardcore, extremo…
el gonzo, en fin.
—Cuéntame cómo se
le hizo para que La putiza fuera la
primera película porno gay de México más laureada en el extranjero.
—Estábamos ya
preparando todo el proyecto cuando llegan unos productores con la primera
película mexicana porno gay, Sexcuestro, hecha por Lars
Robledo. Me llegó a mí primero, la recibo, la veo y me dije “Guauuu”, me
encantó ver porno en español, porno mexicano. Y bueno, me tocó estar en su
distribución. Al año siguiente de esto decidimos hacer nuestra propia película
y ver qué saldría de todo este proceso. Nos juntamos esos amigos, y en la
lluvia de ideas pues decidimos que sería de luchadores, yo fui el productor
ejecutivo y el asistente de dirección. Estuve metido en todo y que la película
quedara como yo quería. De hecho, La putiza y La
verganza las hicimos en cinco días, dos películas, porque salía más
barato así. Ya la producción se hizo por separado, por eso sacamos primero La
putiza y luego la otra. Cinco días intensos, con una gran familia
incestuosa, pues éramos treinta o cuarenta personas en el lugar. Fue un
producto muy grande, muy caro, nos asociamos con una productora más
acostumbrada a hacer cine.
—Una que, supongo,
entendió el concepto y le entró, en una gran salto de arriesgue, ¿o fue de otra
manera?
—No, fue así. Por supuesto que fue así… y, además,
porque le pagamos, je je. Fueron productos caros con los que no recuperamos
dinero. Ni siquiera lo invertido. Carlos, uno de nuestros productores, nos dijo
que no íbamos a ganar nada de dinero con esto, y nosotros que pensábamos que
nos iba a quedar maravilloso todo y que sí íbamos a ganarle, pues no. Carlos
tuvo razón.
—Yo leí una
crítica sobre La putiza en donde los alaban por cuatro
puntos. Tiene estructura dramática, tienen la actuación estelar de un actor
profesional, hay un concepto bien pensado en cuanto a la escenografía y el
vestuario, y por último, que manejaron cuestiones insólitas. ¿Ustedes fueron
conscientes de todo esto?
—La verdad que sí, sí quisimos hacer algo muy
especial en todos los sentidos, vestuarios, la dirección de arte, una
estructura dramática, pues contamos con un escritor, y fue hecha con mucho
amor.
—Con mucho amor…
que no con sexo.
—Con mucho amor y
mucho sexo y quedó divina. Yo creo que salió así porque en realidad toda la
gente que la hizo tenía su propia chamba y esto lo hizo por gusto, por placer y
listo. Tuvo ese toque especial porque fue un momento en donde todos confluimos,
pero luego cada quien retomó lo suyo y listo. Yo me quedo solo con todo esto
porque yo sí quería seguir haciendo porno. Después de que el amor me lleva a
Los Ángeles, vuelvo, y conocí a dos grandes amigos, que ahora son mis socios en
Mecos Films, con los que hice la posproducción de La verganza.
Cuando vi su trabajo me encantó y quise trabajar con ellos. Así creamos Mecos
Films, en 2007 o 2008. Si bien yo adoro las grandes producciones, también me
gusta mucho el porno por el porno mismo. Acá no hay luchadores ni historias, es
un tipo que llega a hacer porno y ya, sería un poco como remontarnos al
nacimiento del porno tal cual, en un país como México, en donde no hay
industria.
—Sin embargo, ¿no
hay un elemento importante de hipocresía en todo esto? Digo, al final esa
hipocresía nacional que mencionas tanto es, precisamente, la que alimenta tu
porno.
—¿Cómo que la hipocresía alimenta mi porno?
—Sí, me explico.
La hipocresía cultural y sexual, no exclusivamente mexicanas, alimenta nuestro
deseo por lo prohibido, el morbo por lo no mostrado, es decir, existe una
situación de ida y vuelta en estos menesteres. A ustedes, los que hacen
pornografía, tal vez, les choque esto de la hipocresía pero, y esto es lo que
yo creo, también se sirven de ella, pues, al final, alimenta y propicia, casi a
la perfección, el consumo de sus productos. Tal vez me equivoque, no lo sé,
¿qué piensas al respecto?
—Oye, pues… no lo había visto de esa manera, pero
ahora que lo pienso… estoy de acuerdo con eso.
—Digo, no sé, al
final, si esto es un trabajo como cualquiera, deben de sacar dinero de algún
lado, echando mano de ese mecanismo que te menciono, ¿no?
—Y sí, porque
ahora estoy recordando que una película porno, Selección Mexicana 1, es
la que más hemos vendido, y es una película con tipos reales, y eso fue un
golpe durísimo. ¡A toda la gente le encantó! Ver un porno más real, menos
historia, tipos reales, y jugar con lo clasistas que somos los mexicanos. Puse
a un chavo universitario, por ejemplo, al que se lo coge un chacal.
—¿Les podrías
explicar a los lectores de Replicante qué
es un chacal?
—¡Ay¡ No sé… Este… no sé, creo que Salvador Novo lo
dijo muy bonito. Yo digo que es un hombre mexicano, latino, cachondo, moreno,
quizá de bajos recursos, un albañil, por qué no un chofer, bien formado y hasta
grosero a la hora del sexo, para mí eso es, como un gañán, un gandul.
—Entonces, también
esto de lo porno por el porno también se beneficia de la doble moral y de todos
nuestros clasismos más recalcitrantes.
—Sin duda, claro.
—Todo esto te lo
digo y te lo cuestiono porque observo que tienes, en una parte de tu discurso,
una especie de reclamo social, en donde la hipocresía, la doble moral y una
falta de educación, al parecer, son males que hay que atacar, y eso, viniendo
de un pornógrafo, pues, es interesante. Con todos los pasos que se han dado en
México para vivir más libremente parecería que tú sigues viendo un México muy
retrógrado, con todas las condiciones para que, por lo menos tú, puedas hacer
el porno que haces.
—Es cierto, hemos dado pasos agigantados en la
última década, pero de que nos falta todavía kilómetros, definitivamente. Pero
de que hemos avanzado, eso es definitivo. Se habla de sexo en varios lados y en
horarios decentes, je je, ya no sólo por las noches. Las mujeres ya entran en
las sex shops, etcétera.
—Como pornógrafo,
¿qué te interesa más: transgredir la sexualidad o reforzar estereotipos?
—Las dos cosas.
—Vaya, funciona
ese morbo hipocritón, pues.
—Sí,
definitivamente… y es que, bueno, no dejo de ser mexicano. Es como manejar los
dos lados de la moneda, ¿no? Entonces, es como manejar mi doble moral y
mi lado perverso que tengo, y que es lo que quiero mostrar. No sé, en una
película, Corrupción mexicana, sale una escena en donde… ¡qué
no quisiéramos hacerles a los políticos corruptos¡ Acá se violan al hijo de un
político corrupto en donde le dicen por teléfono que si cuelga, mientras lo
están violando, no lo vuelve a ver vivo… no sé, manejo esa cosa perversa…
—Y a eso me
refiero. Perversa, pero, ¿no existe también ese lado políticamente correcto, de
tu parte, al sugerir cosas como ésa en tu porno? ¿Un pornógrafo mexicano nos
quiere dar lecciones morales, lecciones éticas?
—[Risas nerviosas prolongadas] Yo no lo veo así. Yo
lo que veo es que la corrupción nos ha invadido tanto tanto… ¡que ya hasta
llegó al porno! [Más risas]. Digo, la impunidad la vemos por todos lados. No
vemos a ningún político en la cárcel. Así que, yo, con mi porno, también
quiero… hasta vengarme de ellos, ¿no? A través de mi trabajo: penetración al
hijo del corrupto que está robando el dinero.
—Son tus temas y,
de alguna manera, tus preocupaciones traducidas a tu porno. Para hablar de otra
realidad sobre él, ¿qué pasa con el bareback en
tus películas?
—Yo hago de los dos. En unas escenas que hice sin
condón los actores eran pareja, y ellos ya tenían sexo sin protección desde
antes.
—¿Tú tienes alguna
opinión, o los que hacen porno, en general, tienen alguna postura al respecto?
—Yo sólo he tenido dos escenas, con estos chavos,
sin condón. Todo mi porno ha sido más con condón. Pero yo creo que el porno es
como la vida misma. Cada quien tiene la libertad de hacer con su sexualidad lo
que quiera. No va conmigo decir que cojan con condón o no. Que lo digan otros.
Ya todos sabemos que nos pueden dar muchas cosas, no sólo VIH-sida. Yo respeto
la libertad de cada quien, y no soy quien para decirles qué cosas pueden hacer
y qué no.
—Un argumento
de la industria porno en el mundo es que sin condón se vende más, y con él,
pues, todo lo contrario. ¿Esto es así o es un mito?
—Es completamente
cierto. Yo en Europa ya no pude vender Corrupción mexicana porque
no era bareback. Me afectó en ese sentido. Estados Unidos también
hace eso.
—Es decir que,
para ser exitosos… bueno, ya no digamos exitosos, sino sencillamente para poder
competir en Europa y Estados Unidos hay que llevar porno sin protección. ¿Cómo
afecta esto tus decisiones como empresario?
—Así es. Ya no les interesa tanto ese porno. Yo me
sigo informando. Sé que ya existe un nuevo gel que mata virus, pruebas de
detección y demás.
—¿Cómo está en
estos momentos el negocio de la pornografía? ¿Es rentable? ¿Hay negocio o no?
—En México no es
rentable. Nosotros somos los únicos que hacemos porno gay en estos momentos,
por ejemplo. Hay unos heteros que tienen dos películas, las hicieron hace cinco
años. En fin, los que hemos tenido cierta historia somos nosotros, por lo que
no tenemos competencia. En Estados Unidos no pudimos vender, pues, por ley, no
se puede usar máscaras en escena, y nuestra película más prometedora, La
putiza, es de luchadores mexicanos, así que, ya te imaginarás. Con Selección
mexicana 1 vendimos mucho en ese país, pero hubo unas modificaciones
en 2007, más o menos, que es en donde se da el salto a internet. Eso cambió
todo, pues con la segunda película, en DVD, ya no vendimos nada, pues ya es más
fácil ver porno desde tu computadora y pagas todo por internet. Ya no tienes
que ir a la tienda. Ahora ya todo es en la red. Estamos concentrados en eso, y
para finales de año pues ya tendremos algo muy interesante.
—¿Cómo te
conviertes en “el Diablo”?
—En algunas
películas yo fui quien di la cara pública, pues mis socios nunca quisieron dar
la suya. Yo utilicé mi nombre, tal cual, sin miedo ni tapujos, y así me lancé a
dar las entrevistas, las conferencias, pues nunca tuve problema para decir Sí,
soy pornógrafo y soy gay, y aparecer así en varios medios. Y no sé, de
alguna manera fue como salir del clóset otra vez, pues recuerdo a una reportera
que insinuó que mi película, la primera, iba a ser con mujeres y que como
ninguna quiso salir, por eso recurrimos a hombres, y yo se lo dejé clarito, que
para nada, que siempre estuvo pensada para y por gays, todo el tiempo. Sentí
que salía del clóset, pero esta vez en cadena nacional, en lo porno
profesional. Fue como decirles, Sí, soy puto y a mucha honra y de hueso
colorado. Y es que yo creo que si hay tanta homofobia es porque la gente no
nos conoce y somos exactamente como los demás, y ya está. Por eso incito mucho
a la gente a que salga del clóset, creo que es muy importante. Creo que todo
mundo tiene a un amigo, un hermano, un compañero de trabajo, lo que sea, una
prima, una tía, que es gay, y bueno, hay que dar ese paso, creo.
—Todo eso respecto
al clóset, ¿y “el Diablo”?
—Ya hasta que soy
un poco líder de la empresa, cuando habíamos hecho Selecciónmexicana 1, lo
que faltaba era el nombre del editor, mis socios ya tenían su alias, y yo no.
De repente, me habla una gran amiga, que desde que me conoció me dijo que yo
era un diablo, me dice todo el tiempo diablo… y fue cuando me dije, ¿Por
qué no El Diablo? Me va, me gusta hacer diabluras, el diablo provoca,
excita, incita… entonces. A pesar de que muchos amigos me criticaron, ya estaba
decidido y hecho.
—Bueno, pues, creo
que hemos llegado al final de nuestra entrevista. No sé si quieras añadir algo
o si sientas que se me fue algo que es importante y que no cuestioné o algún nuevo
proyecto que quieras mencionar.
—Pues, me has sacado prácticamente todo, ¡eh!… Si
acaso retomar lo de Internet, que no quiero dar nombres, pues está verde. Lo
que pasa es que tenemos un sitio, pero a través de una empresa, y desde ahí se
pueden bajar nuestras películas, pero sólo nos quedamos con el 15%, y no es
negocio, así que pronto daremos ese salto, creando nuestro propio sitio y
bueno, tengo que ser sincero, está enfocado a los gringos, por todo lo que
platicamos de ese gran mercado consumidor de porno, con nuestro concepto muy
mexicano, que no es lo mismo que el latino que ellos conocen, que, al final de
cuentas, no deja de ser también gringo. Ese sería nuestro atractivo, que todo
será mexicano. Por otro lado, pues, no me cierro a lo latinoamericano, pues ya
somos famosones en el resto de Latinoamérica.
—¿Llevarán este
porno con sabor a pozole a muchos lares?
—Exactamente. Y
por qué no vender pozole con arepa, je je… tengo muchos amigos venezolanos a
los que les está interesando hacer porno. Tengo pensado irme a Colombia y a
Venezuela para hacer ese porno. ®
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