ANAÏS NIN: ESCRITORA, VOLCÁN AMOROSO, MUJER ADELANTADA A SU TIEMPO
(Tomado de Sin Embargo)
Por:Irma Gallo 14/01/2012
Es fácil imaginar lo que provocaba a los hombres con tan sólo mirarla: con esa piel blanca que casi lastima la vista desde un retrato casi sepia; con los ojos redondos, separados, pequeños pero expresivos; los delgados labios muy rojos y el cabello de un negro absoluto.
Delgada, menuda, una breve figura vestida también de
negro, con una mantilla de encaje estilo español y esas cejas muy finas,
perfectas, dos líneas rectas que hacían perfecto juego con los ojos.
Por sus venas corría sangre española, danesa, francesa
y cubana. La belleza de Anaïs Nin era pues, consecuencia de la “impureza” de su
sangre.
Y fue quizá esta mezcla de sangres lo que forjó su
carácter rebelde.
De este carácter sensual, de filosofía personal, que
no era capaz de concebir la existencia sin la pasión amorosa, no queda la menor
duda cuando uno lee como Anaïs explica a un coleccionista que la había
contratado para escribir relatos eróticos a un dólar la página, que el sexo sin
poesía no es sexo, no sabe a nada, no huele, no vive:
El sexo no prospera en
medio de la monotonía. Sin sentimiento, sin invenciones, sin el estado de ánimo
apropiado, no hay sorpresas en la cama. El sexo debe mezclarse con lágrimas,
risas, palabras, promesas, escenas, celos, envidia, todas las variedades del
miedo, viajes al extranjero, caras nuevas, novelas, relatos, sueños, fantasías,
música, danza, opio y vino. (Prólogo a Delta de Venus,
Bruguera, 1979).
Confiarle la vida a un
cuaderno
Este diario es mi kif,
mi hachís, mi opio. Mi droga y mi vicio…
Así describía Anaïs Nin la obra de toda su vida, que
comenzó a escribir desde niña, a los 11 años de edad, cuando adoptó para sí
misma el nombre de Linotte, hasta casi el final de sus días, en 1974.
Parecía que la relación de Anaïs con sus diarios era
de amor-odio; había etapas en que renegaba de ellos:
Conflicto con el
diario. Cuando escribo el diario no puedo escribir ningún libro.
Pero es, paradójicamente, a través de éstos que el
nombre de Anaïs Nin se convirtió en símbolo de la femineidad, que no del
feminismo, de la sensualidad y del erotismo femenino. Y más paradójico es aún,
porque a petición de la propia autora, los primeros diarios se publicaron
expurgados; es decir, despojados de los pasajes más eróticos, a partir de 1966.
Si la versión sin
expurgar del Diario se publicara alguna vez, este punto de vista femenino
quedará más claramente establecido. Mostrará que las mujeres (y yo en el
Diario) nunca hemos separado el sexo del sentimiento, del amor al hombre como
un todo.
En los primeros
diarios publicados en 1966, que van de 1931 a 1934, se insinúa ya el mito
erótico de Anaïs Nin, que Philip Kaufman llevó a la pantalla en 1990 con la
películaHenry and June.
Es en estos años de
bohemia parisina cuando Anaïs y su esposo Hugo conocen a Henry Miller y a su
mujer June, aspirante a actriz y musa de Trópico de Cáncer.
Anaïs, casada con Hugo, inicia una relación amorosa
con Henry Miller y, al mismo tiempo, una breve aventura sexual con June, su
esposa.
Y es gracias a la película de Kaufman que el público,
siempre de corta memoria pues Anaïs había muerto en 1977, comienza a soñarla
con el rostro de la actriz portuguesa Maria de Medeiros. Gracias al hechizo del
cine, en el imaginario popular Henry Miller y su June tendrán, de ahora en
adelante, las facciones y las formas de Fred Ward y Uma Thurman.
Los verdaderos
diarios de Anaïs, los amorosos, los inexpurgados, tendrían que esperar varios
años más para poder ser publicados: Henry, su mujer y yo; Incesto; Fuego y Más cerca de la luna vendrían a comprobar lo
que ya se adivinaba en los otros diarios, en los que aparecieron al público en
1966, que Anaïs era, además de una gran escritora, un volcán amoroso, un ave de
fuego insaciable, una mujer adelantada, por mucho a su tiempo.
Incesto
La eterna y enfermiza
obsesión de Anaïs por su padre, el pianista y compositor Joaquín Nin
Castellanos, queda al descubierto en segundo el diario amoroso (inexpurgado):Incesto.
Escribía la joven Anaïs, acerca de Rey Sol, como
llamaba a su padre:
Tenía al hombre que
amaba en mis pensamientos; lo tenía en mis brazos, en mi cuerpo. El hombre que
busqué por todo el mundo, que marcó mi niñez y me perseguía. Había amado
fragmentos de él en otros hombres: la brillantez de John, la compasión de
Allendy, las abstracciones de Artaud, la fuerza creativa y el dinamismo de
Henry. ¡Y él todo estaba ahí, tan bello de cara y cuerpo, tan ardiente, con una
mayor fuerza, todo unificado, sintetizado, más brillante, más abstracto, con
mayor sensualidad! Este amor de hombre, por las semejanzas entre nosotros, por
la relación de sangre, atrofiaba mi alegría. (Anaïs Nin, Un amor que era veneno. Segunda
entrega del Diario Incesto, citada por Wendy Guerra, Posar desnuda en La Habana, Alfaguara, 2011).
Como ella misma lo
advierte en estas letras, es esa búsqueda eterna de su padre la que la llevó a
los brazos de Henry Miller, quien le llevaba 12 años de edad, y a quien ella y
su marido Hugo ayudaron para que Trópico de Cáncer fuera
publicada.
Pero limitar al plano
sexual la relación de Anaïs con Miller es menospreciar su inteligencia, ya que
para ella el autor de La crucifixión rosa suponía,
sobre todo, un reto literario e intelectual.
Me constaba la gran
disparidad existente entre lo explícito de Henry Miller y mis ambigüedades,
entre su visión humorística rabelaisiana del sexo y mis poéticas descripciones
de relaciones sexuales contenidas en los fragmentos no publicados de mi Diario. (Prólogo a Delta de Venus, Bruguera, 1979).
Por si fuera poco, y más allá de que Henry y Anaïs
fueron amantes mientras ella estaba casada con Hugo, la convivencia con el
escritor estadounidense no era, siempre, del todo tersa.
Henry ofrece al mundo
su alegría, su goce de la comida, su generosa conversación. A mí, sólo me revela
sus ansiedades, temores, culpas y descontentos. Tengo que luchar contra sus
fantasmas, que le obsesionan en los momentos que no escribe. Cuando parece
estar divirtiéndose en los cafés y en las fiestas es cuando más vacío se siente. (Anaïs Nin,Diario II. Edición de Gunther Stuhlmann. 1934-1939,
Plaza y Janés, 1993).
Delta de Venus
Delta de Venus, la colección de
cuentos eróticos que Anaïs había escrito por encargo de un coleccionista
anónimo a un dólar por página en los cuarenta, se publicó por primera vez hasta
1978, un año después de su muerte.
Es con estos cuentos donde por primera vez los
lectores de la época descubren la fuerza de la sensualidad y el erotismo en las
letras de Nin.
Ella describe así esa época de pobreza, en la que este
grupo de jóvenes bohemios (Harvey Breit, Roberto Duncan, George Barker, Caresse
Crosby y la propia Anaïs) escribía cuentos que en ese tiempo se consideraban
casi pornográficos para poder subsistir:
Los homosexuales
escribían como si fueran mujeres, los tímidos hablaban de orgías, y las
frígidas de frenéticas hazañas. Los más poéticos se permitían tratar de
auténtica bestialidad, y los más puros de perversiones. (Prólogo a Delta de Venus, Bruguera, 1979).
Anaïs con acento
cubano
Wendy Guerra parece, ella misma, una versión más
tropical de Anaïs Nin: delgada, bajita de estatura, de piel blanca y labios muy
rojos, lleva vestido y sombrero negros, y sus ojos también son redondos, negros
y pequeños, aunque tienen una picardía de la que carecían los de Anaïs, por lo
menos en las fotos.
Esta cubana, escritora también, nacida en 1970 en La
Habana, ha decidido meterse en la piel de Anaïs y reescribir, completar por
medio de la ficción, un diario que ella dejó inconcluso a mediados de los
veinte, cuando visitó Cuba con la fantasía de encontrar a su padre, siempre
ausente, siempre deseado.
Posar desnuda en La
Habana. Anaïs Nin en Cuba, es el título de este libro que transcurre
desde en la época en que la joven de 19 años espera que llegue la fecha de su
matrimonio con Hugo Guiler, mientras busca al verdadero hombre de su vida.
“Es un mapa de lo que
ella va a ser”, dice Wendy. “Es como una especie de ensayo general de sus
conflictos con el padre, de sus conflictos con las raíces, de haber sido
recogida por una familia de cubanos que son sus tíos. Es una especie de mapa
para entender lo que fue Anäis Nin un poco después. El testigo de una época, en
este caso una época art decó, los años
veinte cubanos. Una época muy especial desde el punto de vista patriótico
porque se inician las luchas de liberación con poetas. Bueno, es una época
maravillosa para Cuba, pero es una época que a ella le tocó cruzar, invitada
por la familia, porque estaban en una decadencia económica muy grande en
Estados Unidos. Y es también la búsqueda de su padre, eso es para ella La
Habana, el gran compositor de danza Joaquín Nin”.
Líneas de coincidencia y puntos opuestos, divergentes,
se pueden trazar entre las vidas de Anaïs y Wendy en La Habana, casi 90 años
después:
“Paralelismo en el aspecto fundacional, racial: la
burguesía azucarera que dejó todo eso que hoy nosotros estamos tratando de que
no se caiga porque realmente es una Habana que está muy destruida, y que hay un
grupo de gente tratando de reconstruirla pero es muy difícil… Y desde el punto
de vista personal, yo pienso que es una Habana muy distinta porque es una
Habana con una moral muy católica; nosotros somos ahora demasiado abiertos,
diríamos, desde el punto de vista sexual, y ella es una mujer como de este
tiempo. Y ahí tenemos muchos cruces de trenes, por eso te digo que es una novela
trenzada con dos voces, pero hablando sobre tópicos que nos conciernen a todos
todavía”.
Wendy Guerra está convencida de que Anaïs Nin es
símbolo de la femineidad más que del feminismo:
“Ella era, yo digo, incendiaria incluso con el
feminismo porque, por un lado, ante Henry Miller puede rendirse y plegarse o
puede combatir contra él. Ella va afinando las cuerdas de lado a lado. Es una
maravilla porque no te cansas. Cuando piensas que va por un lado, agarra por
otro; cuando piensas que se va a mudar a un país decide quedarse en otro, y es
una mujer que, de cada cultura fue testigo, y lo mismo te habla de Picasso que
de Alejo Carpentier, que se encuentra con Allende y que vive con Henry. Es una
mujer que supo ser testigo y supo asentarlo. Es una especie de patrimonio y de
asentamiento…
Nosotros estamos también en la prehistoria de Anäis
Nin porque todavía sus cosas resultan escandalosas para muchas sociedades”.
Parece que Anaïs, muchos años después, ha encontrado
otra vez su voz. Aunque esta voz tiene hoy, un seductor acento cubano.
De colofón…
Anaïs Nin murió el 14 de enero de 1977. Estaba casada
con Rupert Pole, su pasión en los años de madurez, pero también con Hugo
Guiler, su esposo desde los 20 años de edad.
Comentarios