Carta abierta del Padre Solalinde
Ciudad Ixtepec,
Oaxaca, 05 de enero de 2012.
El pasado 30 de diciembre, aprovechando un respiro
entre tantas actividades y visitas, quise obsequiarme un rato de gozo en la
montaña donde ustedes han vivido, quise estar en sus hermosos bosques y
recrearme al contacto con personas tan queridas para mí y tan sagradas.
Ustedes, los pobres, los poseedores de la rica cultura mixe, representan para
mí lo mejor del país. Yo puedo ver sobre todo en las mujeres mixes, el rostro
de Dios. Yo siento un gran amor y respeto por todos los grupos indígenas a
quienes he servido durante más de 20 años. Tuve el privilegio de haber vivido
con Tzotziles, Otomíes, Amuzgos, Mixtecos, Chatinos y Zapotecos. De todos ellos
aprendí mucho.
Ellos me evangelizaron. A mí nunca nadie me obligó
a estar con ellos. Yo quise estar con ellos y los disfruté. Jamás podría salir
una palabra despectiva para quienes yo venero. Ellos podrán evaluar los años
que viví con ellos.
Esa tarde del 30, en Nuevo Santiago Tutla, logre mi
objetivo de recrearme con el paisaje y especialmente con Don Juan y Doña
Natalia, padres de Rubén, mi escolta más joven. La hospitalidad y generosidad
de ellos mi hicieron olvidar el mal rato de la entrada cuando dos jóvenes
prepotentes nos interrogaron empuñando una R15 “que a ¿qué veníamos?, ¿con
quién íbamos?, ¿de dónde veníamos? ¿Quiénes éramos?, a ¿qué nos dedicábamos?”,
que nos identificáramos. Lo cual hicimos, con credenciales. El guardia de la
puerta anotó los nombres de todos en una tablita con papeles, mi nombre fue el
último que escribió.
No recuerdo que en ningún aeropuerto de algún país, alguien que me haya interrogado tanto como este joven armado. Me sentí muy mal. Pero no quise externarlo por no hacer sentir mal a Rubén. Rubén mismo les explicó en castellano y en mixe que ellos eran Policías Estatales que venían armados y que eran mis escoltas, ofreciendo su documentación correspondiente.
No recuerdo que en ningún aeropuerto de algún país, alguien que me haya interrogado tanto como este joven armado. Me sentí muy mal. Pero no quise externarlo por no hacer sentir mal a Rubén. Rubén mismo les explicó en castellano y en mixe que ellos eran Policías Estatales que venían armados y que eran mis escoltas, ofreciendo su documentación correspondiente.
Solamente estuvimos una hora en casa de Rubén pero
en ese breve tiempo pudimos ver la destrucción de casas abandonadas y plantas
taladas, inclusive terrenos devastados, uno de esos árboles a propósito lo
hicieron caer encima de las casas de gente que ha corrido el Cacique José
Raymundo Fabián. Esa tarde yo pude percibir mucho miedo en la gente.
Cuando ya estábamos frente al reten de salida, la
sorpresa fue, que no nos dejaron salir de la comunidad. Yo pregunté a uno de
los guardias que ¿por qué no nos dejaba salir? A lo que uno de ellos contestó
que Rubén había dicho que nosotros nos íbamos a quedar para año nuevo. Yo le
expliqué al joven que nunca habíamos dicho eso y que nos dejara salir porque
nos estaba reteniendo contra nuestra voluntad. Nos dijo que no iban abrir, que
teníamos que ir a la Agencia Municipal. Fuimos, y ya en la Agencia nos
empezaron a maltratar como si fuésemos delincuentes. Yo insistía que porque no
nos dejaban ir sino habíamos hecho nada y les expliqué quien era yo y les
repetimos que nos estaban reteniendo contra nuestra voluntad. Luis, otro de mis
Policías, corrió a buscar a Rubén para que el explicara en lengua mixe lo que
pasaba.
Ellos dijeron que había querido huir y lo agarraron
entre varios, lo golpearon y lo desarmaron al igual que Héctor Martin. El
Cacique José Raymundo Fabián nos cerrajeaba el arma larga que cargaba delante
de nuestra cara. Con más violencia nos despojaron de nuestras pertenencias, nos
quitaron las cintas de los zapatos, se metieron a la camioneta y esculcaron
todo. El Policía Héctor les decía que tuvieran calma, que teníamos todo en
orden, pero ellos no hacían caso. Fue entonces que nos llevaron de forma
humillante a la cárcel como unos delincuentes, donde nos tuvieron, a mí cerca
de hora y media y a ellos hasta las 8 de la noche. Fue angustiante cuando
empezaron a tocar las campanas para que la gente acudiera. Fue llegando poco a
poco la gente, cuando ya estuvo reunida frente a la Agencia me sacaron los
mismos hombres armados que me habían encarcelado. Cuando pude hablar con “el
pueblo”, “la comunidad” compuesta por puros hombres, no había ninguna mujer,
pues las mujeres ahí no cuentan. A los jóvenes nunca se les permitió hablar,
solamente hablaron 5 personas: el Cacique José Raymundo Fabián, sus dos hijos
Mario Raymundo Antonio e Ignacio Raymundo Antonio, José, el mecánico, que
estaba pegado al reten de la entrada, y otro más de ellos.
Ante esta Asamblea de hombres, yo expliqué por qué
estoy custodiado, qué son Medidas Cautelares y además les dije que sí nos
habíamos identificado, sobre todo los Policías que me acompañaban pero de nada
valió, porque el Cacique de nuevo manipuló al “Pueblo” (sin mujeres y sin la
voz de los jóvenes). El Agente Municipal no hablaba, el Consejo de Ancianos,
tampoco. “El pueblo” ¡es el Cacique y su familia!
Cuando me di cuenta que la Asamblea estaba
manipulada, me sentí impotente y solo; mis policías sometidos, desarmados y
encarcelados. Los celulares no tienen cobertura ahí, y además nos habían
quitado todo. Opté por meterme a la Agencia. Un rato después el mismo Cacique,
al enterarse que venían por nosotros, ordenó al Secretario que hiciera una
carta de Común Acuerdo cargado de mentiras. Yo no quise firmar nada, pero ellos
me insistían. Ante tantas presiones les dije de una vez por todas que yo no iba
a firmar esas mentiras, así me metieran otra vez a la cárcel o me mataran. Al
fin se convencieron de que yo no iba a firmar esa carta, y me dejaron en paz.
Minutos después, una Patrulla de la Policía Estatal me sacó de allí y nos
escoltó hasta la salida.
Los que tienen que pedir perdón por todo el daño
que le han hecho al Pueblo Mixe, son: José Raymundo Fabián, su familia y sus
cómplices.
Ruego a Dios que quite la venda de los ojos a los hermanos y hermanas Mixes de Nuevo Santiago Tutla y la Región Mixe, que tanto ha sufrido, para que todos puedan conocer la verdad y la verdad los haga libres.
Es tiempo de expulsar de una vez por todas, todo caciquismo político que tanto ha oprimido y explotado a nuestro querido Pueblo Oaxaqueño. ¡No permitamos más Caciques! ¡Exigimos una investigación para castigar a los culpables de esta opresión generada por el Régimen anterior.
Ruego a Dios que quite la venda de los ojos a los hermanos y hermanas Mixes de Nuevo Santiago Tutla y la Región Mixe, que tanto ha sufrido, para que todos puedan conocer la verdad y la verdad los haga libres.
Es tiempo de expulsar de una vez por todas, todo caciquismo político que tanto ha oprimido y explotado a nuestro querido Pueblo Oaxaqueño. ¡No permitamos más Caciques! ¡Exigimos una investigación para castigar a los culpables de esta opresión generada por el Régimen anterior.
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