A Pie de Calle: Clases de Civismo



Guillermo Manzano

La queja entre los profesores es generalizada: a los jóvenes no les importa nada. Muchos hablan de pérdidas de valores, de un estudiantado desenfrenado. Otros, autoerigiéndose ‘autoridad’ presentan proyectos cuyo contenido axiológico remite al decálogo de Moisés. Es posible que tengan parcialmente razón. Existe esa posibilidad porque la mayoría son padres o madres, sólo por eso. Porque es claro que poco les importa conocer lo que piensan y sienten sus alumnos, como a los alumnos poco les importa lo que digan sus maestros.
     A los chav@s se les estigmatiza por cualquier cosa. Los juzgamos con nuestra moral  caduca, rancia y anacrónica. Los queremos embutir en una tripa moralina que jamás conocimos. Repetimos las mismas monsergas que nuestros ancestros dijeron y a las que nunca hicimos caso. Nos erigimos ante ellos como la extensión del Estado. Pero no nos damos cuenta que esa correa extensiva con la que nos atan de origen, ya está podrida.
     En la intimidad del aula nos mostramos tal cual somos. Se nos olvida que estamos frente a un grupo de seres pensantes que analizan el discurso que decimos. Su evaluación es más demoledora que un número en una boleta. Y esa calificación la llevamos por el resto de nuestra vida profesional.
     Por eso el variopinto de profesores evaluados con adjetivos que califican correctamente al sustantivo: El barco. El acosador. El apestoso. El mamón. El que sabe pero no enseña. El ojete. El que sigue el libro en forma lineal. El Wikipedia, porque ahí basa su conocimiento. La buenona. La babis. La que enseña (pero los calzones. La aburrida. La reventada. El borracho. El teleprofe (porque se basa en los DVD’s de Televisa o Nat-Geo)y así se confeccionan las cuentas de un rosario infinito que pasa de generación en generación. Mientras, nosotros, sin saberlo seguimos con la misma forma y modo de trabajo. Envejecemos sin entender a esa juventud que nunca vivió con una televisión de bulbos y en blanco y negro. Mucho menos conocen el sabor de la goma de un timbre postal. Por eso los juzgamos con severidad. Argüimos que el pasado fue mejor. Pero ignoramos, desconocemos sus pensamientos. Nos dan miedo y por eso les recordamos su edad, su etapa de vida: adolescentes. Los que adolecen. Los que carecen. Hombres y mujeres inacabados que apenas llegarán a la edad de las responsabilidades. Les falta experiencia. Son chamacos inconscientes. Sí. De acuerdo, pero hay algo que no me cuadra… Veamos:

Foto: Guillermo Manzano

     El regreso a clases en el Colegio Preparatorio de Xalapa (turno matutino) no fue similar a otras ocasiones. Angie, alumna de sexto semestre, fue raptada el sábado anterior. Los jóvenes no lo pensaron mucho. Al salir de clases acudieron a la Plaza Lerdo a Manifestarse y a exigir el regreso de su compañera. Viva se la llevaron, viva la queremos, gritaban. No importó la lluvia primaveral de las 2 de tarde. No querían. No quieren que se repita la historia de Gaby. Compañera del turno vespertino que el año pasado fue raptada y su cuerpo encontrado semanas después. Asesinada tras ser mancillada. Todo, tras la indiferencia y los exabruptos de un procurador que hoy es candidato a diputado federal por el PRI.
     El martes volvieron a la calle. Esta vez caminaron por las banquetas del Centro Histórico. Portaban cartulinas y lonas exigiendo seguridad y la aparición de su compañera. Llevaban el rostro cubierto con antifaces y bolsas de papel. Un carnaval de la tristeza, de la desesperanza, del miedo, del temor y de la incertidumbre. De nuevo se apostaron en la Plaza Lerdo. Hasta ahí llegó el director en el estado de Enseñanza Media. Los intimidó. Les exigió que se fueran a sus casas, que no estuvieran ‘de revoltosos’, que ya el ‘señor gobernador está enterado. Ellos y ellas gritaron más fuerte las consignas. Que se escuchen. Levantaron más las pancartas. El padre de Angie llegó con ellos. Los gritos de apoyo fueron más fuertes. El burócrata no pudo. Hay clases de civismo que no se dan en el aula sino en la calle. La ética no es una asignatura sino una forma de vida. Ellas y ellos así lo mostraron. En la plaza, en la vía pública, en las escalinatas de la catedral que alberga a un dios que no escucha o a lo mejor, sus ‘representantes terrenales’ no le han pasado el recado.

Foto: Guillermo Manzano

     La incapacidad gubernamental apesta. El Procurador de Justicia, Amadeo Flores, no ha recibido ni a los familiares de Angie, ni a los de los cientos de desaparecidos en Veracruz. Siempre un subalterno. Siempre un galavardo. El señor Procurador no tiene tiempo para esas minucias.
     Se llevan a nuestros hijos. Se roban a nuestras hijas. Nos roban la tranquilidad y nos quieren matar la esperanza. Pero al ver la actitud de esos jóvenes que adolecen de mucho, pero que les obra corazón entendí que la solidaridad es algo más que una palabra de 11 letras.
     Escribo esto mientras espero noticias sobre el ‘caso de Angie’. Compañeros de ambos turnos apoyan a los jóvenes. En abierto o en conciencia. La Prepa Juárez, con sus más de 175 años de existencia volvió a tener vida con la esencia y su razón de ser: los estudiantes

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