A Pie de Calle: Nostalgia




Guillermo Manzano

No sé si a Ustedes les pase, pero a mí sí. Siento nostalgia por ciertas calles, parques, edificios e incluso por algunas personas. Son como parte de mi biografía. La barda en la que me escondí para dar mi primer beso. El parque, cuyo perímetro recorrí cientos de veces en compañía de ella y sintiendo su mano cálida apretando la mía. La esquina del bar del Tío Mickey o la cantina del Beny o la Clemen

    Uno recuerda las imágenes, los olores, los sonidos, los sabores, los ruidos, uno vuelve a vivir sin que sea presente. Entrecierro los ojos y me miro caminando años atrás, con atuendo similar pero con más ilusiones.

    Uno vuelve a ver lo que se fue. Las palabras dichas se repiten una y otra vez en la cabeza. Suenan y resuenan y se vuelve tañido de tambor que ordena un viaje al pretérito. Uno tiene pasado cuando ha vivido y eso no es fácil. Por eso las palabras suenan con todas sus letras, las marchas, las consignas, el jadeo, el gemido, las risas, la cerveza que corre y corre mientras unos locos juegan a la revolución y el mundo seguía girando.

    A veces uno se ve obligado a caminar sobre sus pasos. La razón pide, exige, grita y ordena olvidar esos caminos aunque sean obligados recorrer. Uno hace caso, después de todo hay que asumirse racional. Pero en el momento menos esperado y cuando más vulnerable estamos, la razón pierde autoridad y el pasado nos asalta, nos brinca y se asienta todopoderoso en el corazón y mente de uno.

    No sé si a Ustedes les pase, pero a mí sí. La nostalgia se escribe en singular pero abarca multiplicidad de formas y modos que se siente en plural. Y uno revisa el árbol añejo y descubre que las iniciales escritas hace años siguen intactas y cubiertas de savia. La locura. La muerte. La vida. ¿Quién diablos es Dios para hacernos esta jugarreta? No lo sé. Pero a veces a uno le pasa.

Foto: Guillermo Manzano


    Vuelvo sobre los pasos y veo ramas tiradas. Escucho el rechinidos de los viejos columpios que niños de ayer usaron y hoy sus rostros se pierden en la nebulosidad del recuerdo. Hace tiempo que quise volver a ese árbol. Hace tiempo amé ese Abedul de cuya rama escuchaba siempre el trinar de una avecilla cuyo nombre nunca supe, pero que siempre amé.

    Pero el poeta lo dijo y lo dijo bien: Pasado no es presente y eso me queda claro. Por eso ahora vuelvo sobre mis pasos y miro a distancia ese árbol, esa ventana, esos caminos. Ahora me es fácil tomar una foto de las ramas caídas, porque hace tiempo que mis ramas fueron abono para que la savia siga vertiéndose sobre esas iniciales que alguna vez labré.

    No sé si les pase a Ustedes, pero a mí sí. Quizá sea por esa costumbre de caminar solo observar la luna y mirar el sol o por tratar de ver y entender el mundo… A Pie de Calle.

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