México, una lógica desfasada. (Pedro Berruecos)


En las postrimerías de los años 80, todo el mundo se quejaba en México del poder presidencial, omnipresente y omnipotente. Los legisladores eran meros apéndices levantadedos sujetos a la voluntad presidencial; los ministros de la corte, empleados del poder; los gobernadores, meros representantes del presidente en las entidades federativas y los alcaldes, chalanes de los chalanes, colocadores de empleo de los cuates desamparados del poder. Vaya: hasta el Regente de la Ciudad, hoy Jefe de Gobierno, era designado por el presidente
Fue precisamente con la crisis del 88, que se empezó a replantear ese malentendido “equilibrio” de poderes y de niveles de gobierno. Los mexicanos comenzamos a aspirar al establecimiento de una ya mentadísima “nueva cultura democrática”. Y llegó el 2000… y algo pasó, pero se detuvo el concepto de “nueva cultura democrática” en la mera alternancia ideológica.
Los mexicanos buscamos el cambio, pero no lo conceptualizamos en consecuencia. Nadie puede negar los evidentes avances democráticos en México del 94 a la fecha. Nadie en su sano juicio puede comparar la apertura y libertad que se respira hoy en día, con la que se nos “concedía” entonces, muchas gracias.
Crecimos, muchos, con una desconfianza endémica hacia todo aquello que significara poder o autoridad. No les creemos: A los priístas, por sus eternos desfalcos a la nación; a los panistas, por mochos o por accesorios del pri y a los perredistas, por ser primos de los priístas. Para el caso, todos son lo mismo. No hay ideología que cuente o valga para otorgar un mínimo de crédito a nadie. Si hacen, porque tienen intereses electoreros. Si no hacen, por inútiles o sordos al reclamo ciudadano. Si hacen, porque alguien se está haciendo rico. Si no hacen, porque quieren obstaculizar a alguien. Razones nunca nos faltarán para no creerles.
Pero la lógica ha cambiado, a pesar de nuestras más íntimas convicciones. Junto con la transición, se ha venido asentando en nuestro país un redimensionamiento del propio poder presidencial. “El Ejecutivo propone y el Legislativo dispone”, dijo Fox en un momento, y muchos se pitorrearon, para variar. Después dijo “Y yo por qué” y también se pitorrearon de él cuando, en la realidad, él no tenía por qué intervenir en un asunto que era de la competencia del poder Judicial (me refiero al caso TV azteca vs. Canal 40).
Y los ciudadanos, pusimos a nuevos presidentes con nuevas facultades y atribuciones… mejor dicho, con facultades y atribuciones debidamente limitadas a la esfera de competencia que asignan las leyes… como siempre debió ser, pero queremos que siga siendo el pararrayos de todas las desventuras nacionales.
Y le quitamos atribuciones, pero no responsabilidades. Funcionamos bajo la milenaria lógica del Huey Tlatoani. Si no es el responsable, entonces es el culpable, pero es esa figura única, monolítica a la que nos dirigimos.
Y así, ya desde la administración de Zedillo empezaron a darse cambios institucionales, legales, reglamentarios. Exigimos terminar con el centralismo y dar pie al federalismo… pero, como ciudadanos, nos olvidamos de asignar las nuevas responsabilidades a los nuevos responsables… y  permitimos a los partidos hacer una tarea que es sólo nuestra: ejercer el poder.
Así, los partidos empezaron a poner y quitar a su antojo, ya gobernadores, ya diputados, ya diputadas juanitas para cubrir cuotas de género (taparle el ojo al macho, pues), y a darse vuelo en un enjuague político que ha abonado poco a la verdadera “nueva cultura democrática”. Los gobernadores de los 32 estados del país hoy son los señores feudales de sus propios terruños, en que administran la grilla y la sucesión; no al estado en sí mismo.
Los diputados, federales y/o locales, responden a la lógica de sus “bancadas”; no de sus representados, a quienes ven cada día de San Juan, en el mejor de los casos.
Los alcaldes son meros intermediarios de “apoyos populares” que no son otra cosa que cheques electoreros. Con sus atribuciones constitucionales para tener una policía PREVENTIVA, no sólo no previenen nada, sino que se coluden con aquellos de quienes deberían prevenir. Cuentan con jugosos subsidios federales que se reducen a nada al cabo de los 3 añitos de sus mandatos.
Y los ciudadanos. Ah!, los ciudadanos, esos que todos los días y noches nos quejamos de todo y contra todo, pero no nos damos un minuto para saber a quién dirigir nuestras quejas. Y no sólo los ciudadanos…también los periodistas, también los autoproclamados “intelectuales” que persisten en el desfase –acaso por intereses políticos- y persisten en la cultura del tlatoani.
¿Dónde estaba el alcalde de San Fernando Tamaulipas, para no enterarse de las veintitantas fosas clandestinas y 200 cuerpos? ¿Dónde estaba el gobernador? ¿Dónde estaban sus homólogos de Durango, de Sinaloa, de Chihuahua, de Morelos, de Jalisco, de San Luis o de Quintana Roo? ¿Dónde están? ¿Qué previenen, con todo y sus rimbombantes facultades constitucionales? ¿Por qué es necesario que entre el ejército a suplir sus ineficiencias, sin que pese sobre ellos el desprecio y el señalamiento ciudadano?
Si el ejército está en las calles no es porque sea su función (por cierto, ¿cuánto se han tardado los legisladores en aprobar la Ley de Seguridad Nacional que regula el papel del ejército), sino porque nadie más, ninguna de las 32 corporaciones estatales y más de 2400 municipales, está realizando a cabalidad sus obligaciones legales, políticas y éticas…algunos por corruptos, otros por literalmente incompetentes y otros más, lo que es peor, por cuidar intereses politiqueros.
En esa lógica desfasada, los ciudadanos seguimos pidiéndole al presidente que haga que los olmos den peras, porque así lo entendemos. Porque seguimos en la lógica de que es la hora que el presidente quiera, no la que es. Sin embargo, eso no es responsabilidad del presidente, sino de cada uno de nosotros que no somos capaces de asumir nuestras responsabilidades, compromisos y obligaciones ciudadanas… que nos pasamos un alto y culpamos a la autoridad por falta de educación vial, como si la autoridad tuviera que explicarnos nuestra responsabilidad para con nuestros semejantes… no ya con la autoridad misma.
Acusamos al gobierno, pero tiramos y no separamos la basura, regamos banquetas, compramos pirata, evadimos impuestos (¡y hasta nos amparamos!), nos colamos en la fila, nos asentamos en lugares prohibidos y vivimos en la eterna venganza contra un mundo malo, que no nos quiere y del cual somos víctimas eternas. Es la lógica desfasada del paternalismo, donde culpamos al gobierno de nuestras desventuras, pero le pedimos nos las resuelva. Donde los “intelectuales” mientan madres del gobierno, pero viven de sus becas.
Es preciso reiterar: para ejercer verdaderamente la ciudadanía, no basta con tener 18 años y votar una vez cada tres años. Hay que enterarse, involucrarse, saber a quién dirigirse, informarse y proponer de manera seria y precisa. No basta con quejarse y culpar al otro, siempre al otro o a cualquiera, que, como dicen, “por eso estamos como estamos”.

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