Lo chafa de los narcocorridos (Julián Andrade)





Las prohibiciones siempre son problemáticas y en ocasiones contraproducentes.
Lo de los narcocorridos es un asunto viejo. En los años noventa se pidió a los radiodifusores de Chihuahua que dejaran de trasmitir las historias musicalizadas de los grandes bandidos de la región.
El acuerdo fue tomado por todos los organismos de seguridad y por el gobierno del estado y la mayoría de los concesionarios de las estaciones de radio estuvieron de acuerdo. El escándalo fue grande, porque en la ciudad de México algunos grupos intelectuales argumentaron que se “atentaba contra la libertad de expresión”. No era así, por supuesto.
Quienes no enfrentaban el fenómeno de la violencia y no entendían lo que estaba ocurriendo dieron lecciones de libertad bastante penosas.
La idea de restringir la difusión de los corridos partía de la hipótesis de que éstos generan una admiración por los personajes que aparecen en sus letras.
Fue un error porque no sirvió de mucho, y no por lo que decían los ilustrados capitalinos. La seducción por el narcotráfico no se sustenta en la música, ya que si así fuera el asunto podría resolverse.
Los corridos, los de calidad, cuentan la historia del narcotráfico. Dan pistas sobre la evolución de un fenómeno criminal de la mayor de las importancias.
Pero este tipo de música también da pistas de cómo funciona el mundo criminal. Muchos viejos comandantes de la extinta Policía Judicial Federal tenían corridos compuestos en su honor porque pagaron por ellos, en algunas ocasiones una cantidad más que respetable de dólares.
La música significaba un cierto estatus, en un entorno cargado de símbolos y de dinero. Narcos y policías competían por la celebridad de los acordeones.
En Sinaloa ya existe la restricción para la difusión de piezas que dan cuenta del mundo de los bandidos. Ahora la prohibición se extendió a los lugares donde se toca esta música y en los que se hace lo que parece “una apología” de los señores de las drogas.
El problema, como siempre, es que quien generaliza absuelve, y que en realidad existen matices en este tipo de música.
Mucho de lo que se escucha en antros de todo el país debería ser proscrito por malo, por lo chafa de su contenido, y no por un intento moralizador y educativo que no tendrá mucho éxito, como ya se probó en el pasado.
Es entendible la actitud del gobierno de Sinaloa, pero están errando el tiro, ya que lo que inhibirá el narcotráfico será que se construya un entorno de oportunidades para los jóvenes, más allá que persistan en su mal gusto musical. En fin, como en tantas cosas, la prohibición no servirá de mucho y va a desatar una especie de culto por lo proscrito. Las moralinas de los gobiernos local y federal no son sino catalizadores de lo que pretenden controlar.


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