El Dianche: Volver a la normalidad


Guillermo Manzano


No hay memoria reciente de una devastación en Veracruz como la sufrida en los últimos días: inundaciones, lluvias y un huracán. Todo en uno o uno tras de otro. Llovió sobre mojado, dice el refrán. Somos testigos de la ayuda material. Se agradece y más lo agradecen los beneficiados. Una sopa caliente y ropa seca es la gloria. Motiva el apoyo de anónimos y públicos. Cada quién a lo suyo, hasta no estorbar ayuda.

A fuerza de escuchar palabras, a fuerza de escuchar enunciados repetimos y caemos en lugares comunes: los que perdieron todo. Volver a la normalidad. Hay ‘N’ muertos y ‘N’ desaparecidos. Tantas toneladas de ayuda han llegado. Y así, los espacios noticiosos nos hacen ‘ver’ una realidad cuya verdad está más allá de las imágenes y los sonidos.

¿Cómo se vuelve a la normalidad después de perder todo?, ¿qué significa perder todo?, ¿lo material, al ser querido, la documentación básica, el recuerdo de una fiesta, la fotografía de la boda? No sé. Nunca he perdido todo aunque los recuerdos aumentan en número.

Volver a la cotidianeidad no será volver a la normalidad. Para las víctimas directas ya no va a ser normal volver escuchar la lluvia o disfrutar el viento. Han sido marcados en un antes y un después. El espacio físico podrá ser el mismo pero ya nunca será igual. María no volverá a jugar con la muñeca que le regaló su abuela, justo un mes antes de que muriera. Ahora tiene otras, mejores y más bonitas pero, ‘no es la muñeca’. La casa volverá a ser la casa, pero ya no el hogar. ¿Volver a la normalidad?

La reconstrucción material costará mucho dinero. Se habla de cantidades ininteligibles por tantos ceros que acompañan la unidad. Sí. Sabemos que tardará años y mucho esfuerzo. Sabemos que se levantaran ciudades y comunidades donde ahora hay escombros. Sabemos que habrá algún premio al altruismo y otro al periodismo por la ayuda y cobertura realizada. Sí, lo sabemos. Todo es cuestión de tiempo.

Lo que no sabemos es cuánto tiempo –si es que llegase a alcanzar esa relatividad denominada tiempo- vivirá la gente sin sobresaltos ante el arribo de las contingencias ambientales. En educarnos y reeducarnos en aspectos preventivos y de protección. En superar los traumas generados por ver todo lo material que nos llevó una vida adquirir; no sólo en dinero, sino en tiempo-espacio-recreación-esfuerzo.

Nadie sale libre de estas contingencias. Todos aprendimos algo. Los gobernantes quedarán marcados no por su gestión sino por cómo reaccionaron ante la emergencia. Los ciudadanos aprendimos a ser solidarios, autogestivos, fraternos. Nos olvidamos –por un momento- de nuestras diferencias superfluas y apoyamos sin distinción ideológica, económica o religiosa. Cada uno lleva su experiencia. Cada uno sabe lo que vivió y cómo lo vivió.

Podemos estar seguros que no habremos de retornar a la normalidad pero si a nuestra cotidianeidad. La vida va y hay que vivirla. El reto es cómo vamos a vivirla y cómo esperaremos todas las facturas pendientes que tenemos con la naturaleza. Una por una, una tras de otra. En abonos chiquitos o de contado habremos de pagar cada afrenta que nuestra civilización hizo y hace a nuestro entorno natural. ¿Cómo nos irá el próximo año en la temporada de huracanes…?

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