A Pie de Calle: Tarde de domingo


Guillermo Manzano

Tarde de domingo. El ultimo de julio. Sol, calor, basura. Mucha basura en la calle principal de Xalapa. Una ciudad sucia, una ciudad ensuciada. Poca gente. Comercios abiertos y cerrados. Esa fisonomía chacharera que los comerciantes locales impusieron.
     Los acordes de la guitarra se extienden por el espacio. Chava Blues le talonea. Una estatua viviente practica, a su manera,  cierto taoísmo champurreado. La gente pasa ignorándola. No caen las monedas que espera. Fin de semana, fin de quincena. Los xalapeños no tienen dinero o no lo tienen para los artistas de la calle.
     Caminamos. Tita por delante marca el paso. Se detiene. Husmea. Su predilección por oler la basura mantiene alerta a su dueña. La Plaza Lerdo vacía. No hay protesta dominical. Nunca en domingo, al menos por la tarde.
     La calle de Enríquez muestra el abandono. Hoyancos tapados con arena y grava. Parece un rostro juvenil marcado por el acné. Es el rostro de la ciudad. Abandonada por los gobiernos y por sus habitantes. Los cosméticos no sirven pero justifican tirar el erario. Al bolsillo de unos, claro está.
Foto: memobares
    

Algunos empleados limpian el piso de los negocios. El agua escurre por la banqueta y de ahí a la calle. Agua y arena igual a lodo. Xalapa: manantial enlodado. Un vehículo pasa. El conductor no ve el hoyanco. Su llantas derechas pasan y salpican a los caminantes. Coraje e impotencia. Conductor y peatones víctimas de la ineficiencia institucional. Nada que hacer. Mucho que decir. Las verdades oficiales no reflejan las realidades. Los boletines de prensa son una copia de mala pornografía. Pero eso es lo que menos importa. El Mundo Feliz es una novela. Lo sabemos. Por eso observamos como la  reservación de los salvajes se achica, se encoge, está en peligro de extinción.
     La caminata sigue. La ropa lleva las huellas de la improvisación de los políticos. De la corrupción. De la mediocridad de un alcalde. De la ignorancia de sus funcionarios. Del desprecio por nosotros. No por todos, sólo por nosotros. Los que nos aferramos a caminar por las calles como un acto de protesta ante la invasión vehicular. Los que observamos la conquista de los oxxos, de los fastis, de los X 24, de los chedraui. Los que seguimos creyendo –como creer en dios- que vale la vida estar aquí. Pese a todo. Pese a todos.

     

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