¿Realmente hay candidatos ciudadanos?

René Avilés Fabila

2011-06-01

Los partidos políticos en México gozan de un enorme desprestigio, evidente. Es posible que algunos ciudadanos, no militantes, sientan simpatía por alguno en especial, pero en términos generales los desprecian. No hay encuesta donde la mayoría de los mexicanos diga que son organizaciones admirables. Pecan de corruptas, mentirosas y demagógicas. En el poder son autoritarias y manipuladoras. Sus palabras de aliento hacia las tareas ciudadanas sirven para ocultar un demoledor trabajo en su contra. Nuestro peor enemigo no es un partido en particular, es la reunión o suma de todos ellos, es la partidocracia. Sus intereses son idénticos: la búsqueda fanática del poder y del dinero, pero sin grandeza, nadie busca el bien común, sino el suyo personal. Pueden discrepar entre sí con violencia, disentir entre ellos, polemizar, formar alianzas, llegar a la enemistad real, en el fondo hay solidaridad plena como lo prueba de modo fehaciente el que ninguno renuncie a la cuota de plurinominales. Aquí sí, no hay diferencias. ¿Ideología? Ninguna. Cuestión de matices. Ninguno está en la izquierda, a lo sumo pelean por el centro dentro de un sistema ruinoso heredado por el mayor de ellos: el PRI. Partido que logra sustituirlo, nada modifica a fondo, lo usa tal como lo dejaron sus creadores. Las dádivas que hoy están de moda, limosnas y no pleno empleo, no es un invento del PRD, lo hacía con entusiasmo el PRI de Luis Echeverría. Los partidos, en síntesis, son reprobables, nos asfixian, son incapaces de decir algo nuevo que cambie profundamente el rostro de la nación y nos dé dignidad y grandeza. Vale añadir que su costo es impresionante y lo pagamos todos.

 Por ello, muchos buscan candidatos ciudadanos y, a su vez, muchos políticos se disfrazan de ciudadanos, diciéndose ajenos a los partidos y parte íntima de la sociedad civil y sus ideas buscan democracia y justicia, equidad en todos los sentidos y valores ajenos a la habitual corrupción. Pero sepamos distinguir. ¿Candidatos independientes, ciudadanos o externos?  Son distintas formas y curiosa la interpretación perversa que muchos les dan para apoyar a cierto partido o dirigente. Felipe Calderón carece de un candidato adecuado para que su partido retenga la Presidencia. Se le ocurre sugerir que busca uno externo dentro de un partido que parece hermético, de juego interno, pero que ha sido capaz de sumarse, según el caso, a sus enemigos. Con el PRI para rechazar la embestida inicial del PRD, con éste para acabar con su adversario frontal y más antiguo. En estas pugnas, que se agudizan y nos dividen en la medida en que se acerca la sucesión presidencial, vemos políticos profesionales, que viven bien merced a sus altos salarios y muchas prebendas. Son capaces de mudar de partido como los futbolistas lo hacen de equipo, sin mayores principios, sólo para seguir vivos y en los cargos. Van y vienen sin ética alguna. Que no me digan que un Juan Ramón de la Fuente, un hombre ciertamente admirable, es un ciudadano simple. Fue secretario en el gabinete de Ernesto Zedillo, lo que lo hace priista sin credencial. Como rector se vinculó a quienes dominan la capital: los perredistas, sin dejar de tener algunas relaciones y contactos con panistas. No en vano Calderón lo ha mencionado como un posible candidato presidencial.

   ¿Un político independiente? Eso no existe, todos tienen alguna intimidad con un partido. Las propias leyes así lo exigen. De lo contrario no contarían. Lo probó Jorge Castañeda. ¿Independientes de qué? Carecen de militancia oficial, pero los vínculos están allí, en algún partido, con candidatos o políticos profesionales. ¿Externos? Eso puede decir que el PRD acepta, como es usual, a un ex priista resentido. Ser externo no indica que sea ciudadano e independiente. Y aquí está la clave. La sociedad debe buscar entre los ciudadanos a quienes puedan ser capaces de representarla, dar la batalla por el país desde posturas y preocupaciones netamente sociales, ajenas a los partidos. Muchas personas o grupos que simpatizan con un partido o un líder se ven a sí mismos como ciudadanos. Es falsa apariencia. Ciudadano e independiente es aquel que proviene del seno de la sociedad y sólo responde a sus intereses. Externo puede ser cualquier político profesional.

   Los términos han sido muy manoseados. Cada tanto aparece un candidato “independiente” y en dos días ya milita en el partido que está en el poder. Fingen independencia, autonomía, pero aspiran a ser cooptados por un organismo o buscan ponerse al servicio de los intereses de un hombre o mujer poderosos. La inmensa mayoría quiere instalarse en las alturas políticas y cobrar. El que nos diga que no tiene militancia activa no lo exime de sus preferencias partidistas. Se requieren con urgencia candidatos naturales salidos del conglomerado civil, cuyo gran partido sea la sociedad y no aquellos que se fingen independientes, cuando están a la caza de empleo burocrático y carrera. Muy distinto es buscar entre la ciudadanía de carne y hueso, quienes sienten los problemas del país y tienen claridad sobre la perversión de los partidos. Los independientes o externos sólo buscan repartirse el botín.





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