Calderón y la maldita Providencia
(Tomado de Sin Embargo)
Jorge Zepeda
Patterson
Ahora resulta que
los 60 mil muertos son un mero designio divino y el combate al narco tráfico
una especie de guerra santa. El lunes pasado, Calderón dio una conferencia en
Washington en la que se describió como el enviado a Los Pinos por una fuerza
superior para luchar contra el mal.
El Presidente
dijo, “Es probable que mucha gente se acuerde de estos años por la violencia y
la delincuencia, los crímenes. Pero yo creo que la vida, o la Providencia,
llámelo como quiera, decide colocar a la gente acertada en el momento
adecuado”. Se refería, obviamente, a su cruzada contra el narco.
Salvo que su
cuarto de guerra tenga algo de divino, Calderón debería recordar que meter al
Ejército a las calles fue una decisión estratégica y desesperada por parte de
su equipo, para darle al Presidente el liderazgo del que carecía al arranque de
su gobierno. Durante los meses que mediaron entre la elección y la toma de
posesión en 2006 (julio a diciembre), el Presidente electo y su primer círculo
se devanaron los sesos para inventarse un golpe de autoridad para los primeros
días de la administración.
Los calderonistas
estaban angustiados por la falta de legitimidad de su triunfo electoral y
temían las acciones de los lopezobradoristas. Fueron los días en que el
tabasqueño se había puesto la banda presidencial y nombrado a su gabinete de
sombra. Algunos panistas temían que las protestas y las movilizaciones
boicotearan todo acto presidencial. Por lo mismo estaban urgidos de dar un
manotazo importante que mostrara al país que había un “piloto” firme y decidido
para conducir la nave presidencial.
Había prometido
ser el Presidente del empleo, pero juzgaron que no había condiciones de sacar
adelante una reforma laboral ni manera de reactivar la economía al ritmo
requerido. Especularon sobre la posibilidad de dar un quinazo y encarcelar a
algún político poderoso, pero concluyeron que tampoco tenían la fuerza política
para cargarse a algún líder sindical o a un gobernador corrupto. Todo lo
contrario, incluso perdonaron al “gober precioso”, Mario Marín, de Puebla, a
quien el candidato Calderón prometió enjuiciar, porque necesitaban una alianza
con el PRI.
Lo único que
encontraron para atraer la atención fue el combate al crimen organizado. A
pesar de que en su campaña electoral no habló sobre el tema ni constituía una
parte de su plataforma de gobierno, fue la primera acción importante de la
nueva administración (a los siete días de tomar posesión). En su ignorancia
sobre el tema creyeron que bastaba echarles encima al ejército para que los
narcos salieran huyendo.
Al decir que la
Providencia decidió colocar a la gente acertada en el momento adecuado,
Calderón se equivoca dos veces. Primero porque no fue el momento adecuado.
Antes de comenzar a dar de palos al avispero tendrían que haber desarrollado la
inteligencia para infiltrar al enemigo, fortalecido y saneado a las policías,
modificado la ley de seguridad, mejorado el sistema de rastreo de lavado
dedinero, reformado las prisiones, llegado a un acuerdo con Estados Unidos, y
un largo etcétera. No, no fue el momento adecuado. Le habría tomado la mitad
del sexenio preparar a su gobierno para un combate de esta naturaleza, y no una
semana, como fue el caso.
Y a juzgar por los
resultados, tampoco ha sido la persona adecuada. Nada preparó a Calderón para
esta cruzada. Y peor aún, nunca ha tenido la humildad para reconocerlo. Al meno
eso podría haber modificado la estrategia. Está convencido de que hizo lo
correcto pero al mismo tiempo se queja de que los cárteles han tomado tal
fuerza que atentan contra el Estado e incluso ponen en riesgo las elecciones
(afirmaciones presidenciales sobre Michoacán).
¿Cómo es eso? En
2006, el narco no atentaba contra los comicios pero cinco años de guerra más
tarde son más poderosos, según el propio Presidente. Los dos argumentos no
pueden ser válidos de manera simultánea, a menos que se padezca bipolaridad. Si
era la gente acertada (él) para luchar contra los cárteles, ¿cómo es posible
que el narco sea ahora más poderoso que antes?
No fue ninguna
Providencia, ni el resultado de alguna incursión al monte Sinaí capaz de
arrojar tablas bíblicas lo que exigió un combate al narco de manera inmediata y
fulminante. Fueron razones de cálculo político, de naturaleza más bien egoísta,
inspiradas por la necesidad personal de sobrevivencia lo que condenó al país a
esta guerra absurda e irracional. Entre los 60 mil muertos han caído muchos
inocentes, se han desplazado cientos de miles de personas y ciudades como
Monterrey o Acapulco, o las carreteras de todo el país tardarán mucho tiempo en
volver a ser las de antes.
Providencia es un
barrio elegante de Guadalajara y el nombre de una tintorería en la colonia
Portales del D.F. Ahora resulta que, a falta de argumentos, ya es también una
mala coartada de Calderón. Necesitará mejores argumentos para defenderse del
juicio de la historia, por no hablar de los juicios en tribunales.
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