Un gato para todos
Juan
Villoro
Reforma. 5/07/13
Este
domingo México puede dar un paso importante en el ámbito de la zoología
política. Según sondeos, es posible que el Gato Morris obtenga hasta el 20% de
los votos en la elección para alcalde de Xalapa, en el estado de Veracruz,
bastión indiscutible del PRI.
La
crisis de expectativas electorales llevó a Diego Cruz y Sergio Chamorro a la
oportuna idea de postular a un gato de pelo blanquinegro y ojos color naranja
bajo el lema de: "¿Cansado de votar por ratas? ¡Vota por un gato!".
Morris
se ha convertido en celebridad mediática, opacando a otras mascotas que también
buscan alcaldías simbólicas en los 14 estados que celebran elecciones el 7 de
julio. El bestiario incluye al burro Chon, candidato en Ciudad Juárez, la
gallina Tina en Tepic, la gata Maya en Puebla y el perro Titán en Oaxaca.
En
Veracruz la elección parece resuelta antes de suceder. La falta de alternativas
en el estado con más periodistas asesinados hace que el gato contraste
favorablemente con sus contendientes. En su calidad de político irreal
demuestra que nunca será como ellos. El caso recuerda a los votantes de Sao
Paulo, que en 1958 lograron que el rinoceronte Cacareco ganara una elección
como diputado, o a las generaciones de mexicanos que votaron por Cantinflas
para señalar la pobreza de la oferta electoral.
Entre
los mejores golpes de humor de la morrismanía se cuenta un video en YouTube en
el que Hitler, encarnado por Bruno Ganz, se entera de la irritante existencia
de un candi-gato.
El
virus Morris ha llevado a buscar antídotos públicos. Carolina Viveros,
presidenta del Consejo General del Instituto Electoral Veracruzano, reconoció
la importancia del fenómeno pero llamó a no desperdiciar el voto apoyando a una
mascota. La Constitución exige que el candidato sea mayor de edad, carezca de
antecedentes penales, tenga domicilio en la localidad y sepa leer y escribir.
En su condición de figura utópica, Morris no tiene por qué cumplir estos
requisitos; sin embargo, enlistarlos provoca una duda: ¿hace cuánto que un
político no demuestra que sabe leer y escribir? No me refiero a que esté
alfabetizado, sino a que use el lenguaje en función de la claridad. Cualquier
gato es más sincero y expresivo que un profesional de la tenebra, elocuente
nombre del quehacer político nacional.
En
Cómo leer en bicicleta, Gabriel Zaid encomió la función social de los
correctores de estilo, más útiles que la mayoría de los funcionarios públicos.
De ahí la importancia de Morris: un gato es siempre una corrección de estilo.
Esta
candidatura felina contrasta con los abusos que los políticos han cometido en
nombre de los animales. En 1976, para referirse a los aspirantes del PRI a la
Presidencia, Rubén Figueroa, gobernador de Guerrero, acuñó la frase: "La
caballada está flaca". José López Portillo ganó esas elecciones sin que la
oposición presentara candidato. Al final de su gobierno, con el país en
bancarrota, apeló a otra conducta animal para "defender el peso como
perro". Esta vocación canina no salvó la economía. En 2000, en su campaña
rumbo a la Presidencia, Vicente Fox prometió acabar con alimañas desconocidas
para la población ("víboras prietas" y "tepocatas").
Durante los seis años de su gestión esos bichos, que presuntamente devoraban el
presupuesto, fueron tan ilocalizables como las armas de destrucción masiva en
Irak. En la siguiente elección, Andrés Manuel López Obrador se refirió a Fox
como "chachalaca", pájaro que grazna sin sentido.
Los
animales han provocado toda clase de dislates en la ecología del poder. El ex
alcalde de Tijuana, Jorge Hank Rhon, dueño de un zoológico privado que incluye
tigres blancos, llevó el tema a su momento más bajo. Interrogado sobre su
animal favorito, respondió: "La mujer".
Como
los gatos que en el Coliseo romano encarnan la vida que ya no está ahí, Morris
llegó como emisario de quienes no tienen quién los represente. Su popularidad
es un espejo del descrédito de quienes aspiran a tenerla.
¿Habrá
modo de frenar la nueva versión de Don Gato y su pandilla? Morris sólo se
parece a los políticos en que duerme buena parte del día. En todo lo demás, se
distingue del gremio de los que buscan acercarse al erario como a un plato de
Whiskas.
Los
gatos son lo opuesto a la interesada sociabilidad de los políticos.
Independientes y esquivos, no buscan quedar bien ni hacen méritos para recibir
un filete de pescado. Están ahí, pero podrían no estarlo. De manera sigilosa,
establecen un contacto con la vida salvaje y con una furia que no les
pertenecen pero representan con elegancia: "Eres, bajo la luna, esa
pantera/ que nos es dado divisar de lejos", escribe Borges. En la misma
sintonía, prosigue Pacheco: "Ven, gato, acércate/ eres mi oportunidad de
acariciar al tigre".
En
el gato, la pantera y el tigre viven en secreto. En la política, la depredación
es pública.
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