Las corporaciones de la muerte: mineras canadienses
(Tomado de La Jornada)
Gilberto López y Rivas
Habitantes
de la comunidad de San José del Progreso, Oaxaca, hacen llegar su denuncia en
contra la empresa canadiense Fortuna Silver Inc, que a través de su filial
Minera Cuzcatlán ha venido operando en la región desde 2008 en la extracción de
plata, provocando graves problemas sociales y ambientales, cuya última secuela
trágica ocasionó el asesinato el 18 de enero pasado de Bernardo Méndez Vásquez
y graves heridas a Abigaíl Vásquez Sánchez. No hubo consulta alguna para la
apertura de la mina, y su imposición fue obra de autoridades corruptas que
aconsejaron la vía de la acción directa, como suele ocurrir en un país donde
los gobiernos de los tres niveles son obsecuentes con las corporaciones
extranjeras y violentamente autoritarios contra quienes se oponen a la
enajenación de ya 26 por ciento del territorio nacional concesionado a los
proyectos mineros, de los cuales 73 por ciento son de empresas canadienses.
Los agresores, armados presuntamente con fusiles R-15 –que fueron
identificados por los pobladores y es posible observarlos en fotografías–, son
nada menos que el actual presidente municipal, Alberto Mauro Sánchez, quien
junto con el regidor, Gabriel Pérez Ruiz, y otros sujetos que se ostentan como
policías municipales abrieron fuego ese día contra quienes han manifestado su
firme oposición a la explotación minera en sus territorios, que lejos de traer
beneficios ha ocasionado daños significativos y una ruptura de los lazos
comunitarios.
El gobierno del estado de Oaxaca pretende minimizar los graves
acontecimientos aduciendo que es un problema político, pero omitiendo
información vital sobre la responsabilidad de la empresa minera en el origen y desarrollo
del conflicto. Personeros de la minera intervinieron burdamente en el proceso
electoral local para que candidatos afines a su proyecto de explotación
quedaran en los principales cargos de la autoridad municipal. Quienes
resultaron elegidos se han dedicado a proteger los intereses de la empresa y a
actuar en contra del mandato de los ciudadanos, generando una pugna
intracomunitaria y atacando las formas representativas y de democracia directa
propias de la vida comunal.
Con el apoyo económico de la corporación minera y el aval incondicional
de las autoridades municipales a su servicio, se integró una asociación civil
llamada San José Defendiendo Nuestros Derechos, cuyos integrantes, con el apoyo
armado de cuerpos policiacos de los tres niveles de gobierno, han llevado a
cabo en estos años distintas acciones represivas contra los opositores a la
empresa, hasta que el 18 de enero perdió la vida Bernardo Méndez Vásquez.
En este contexto de impunidad, de violación flagrante de garantías y de
daños ecológicos, los pobladores destacan lo aberrante que resultan los
reportes sobre el beneficio económico de la empresa, que recientemente dio a
conocer que los costos de producción de una onza de plata en la mina San José
son de 7.40 dólares. Si el precio de compra actual de la onza es de 32.20
dólares, se tiene una ganancia de 24.80 dólares por cada onza del metal que se
produce. Según estimaciones de la propia empresa, la mina estaría produciendo
anualmente 5 millones de onzas de plata, lo cual se traduciría en 124 millones
de dólares de ganancias por ese periodo. Antonio Elio Brailovsky, en su
artículo Contaminación y minería, afirma: “Cualquier estudiante de economía
podría preguntarse cómo hacen las mineras para generar grandes ganancias,
teniendo en cuenta el costo de remover y tratar miles de toneladas de roca para
obtener una pequeña cantidad de los minerales buscados. La respuesta es que, a
diferencia de otras actividades industriales, la gran minería no hace gestión
integral de sus residuos peligrosos: simplemente los acumula. El secreto de la
rentabilidad es ese: dejar los residuos peligrosos sin tratamiento… Estos
residuos peligrosos pueden filtrar al subsuelo y desbordar en los ríos y
arroyos” (Comunicación electrónica, 25/1/2012).
De
estos ingresos económicos los pobladores de San José del Progreso no han
recibido nada. Por el contrario, el agua, que significa la vida y la
preservación de la sustentabilidad para las generaciones venideras, ahora se
canaliza en grandes caudales para la minera, que representa muerte,
fraccionalismo y destrucción. El líquido vital, utilizado con anterioridad para
la siembra de alimentos, ahora sirve para paliar la sed de los lucros privados.
San
José del Progreso es un caso emblemático de lo que ocurre no sólo en Oaxaca, sino
también en Guerrero, Chihuahua, Baja California Sur, Sonora, Durango,
Zacatecas, Nayarit, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, Veracruz, Chiapas y
otros estados más donde se está en espera de que más territorios sean
entregados a los concesionarios por los gobernantes vendepatrias.
Mientras
tanto, los pobladores de San José del Progreso demandan el cierre definitivo de
la Minera Cuzcatlán, filial de Fortuna Silver Inc, a la que se acusa de
violaciones graves a los derechos humanos, y a la que se identifica como autor
intelectual de las agresiones contra la oposición comunitaria a partir de 2008.
Con toda razón, reclaman la desaparición de poderes del municipio y el castigo
a los responsables materiales e intelectuales de los delitos cometidos contra
sus pobladores. Asimismo, solicitan audiencia inmediata con el gobernador del
estado y la reparación del daño a los deudos de Bernardo Méndez Vásquez. Sin
embargo, ¿puede alguien reparar el daño generado por un asesinato? Se exige
también el cese a la represión contra los luchadores sociales en todo el país y
la expulsión de todas las corporaciones mineras del territorio nacional, por
atentar contra nuestra soberanía, la paz social y contra la integridad y la
vida misma de los mexicanos. Demandas absolutamente elementales.
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