¿Sólo “disparos de tequila”? (Epigmenio Ibarra)
2011-05-20
En este México “apacible” a pesar de sus 40 mil muertos, como pretende venderlo en el extranjero Felipe Calderón, comienza a producirse, de nuevo y en cumplimiento del ciclo sexenal, el proceso de descomposición acelerada de quien está a punto de dejar la silla presidencial.
Luego de años de ser el centro de todas las miradas, el ocupante más conspicuo de los noticiarios de la tv y de las ocho columnas de la prensa nacional, el presidente en turno ve llegar con desesperación el ocaso de su mandato.
El fin de ese ciclo en el que pese a los supuestos cambios democráticos mandó como mandaba, en la antigua Tenochtitlan, el gran Tlatoani. No será más y lo sabe, definido su delfín y establecidos los candidatos a enfrentarlo, el centro de la atención nacional.
No se verá a sí mismo todas las noches en la televisión nacional ni serán citadas sus palabras al amanecer en la radio. Abandonará las portadas de las revistas y los famosos no se tomarán con él la foto. Tampoco podrá hacer uso discrecional de los recursos públicos para promover su imagen.
Se quedará solo y lo sabe, y esa certeza agudizará por fuerza sus vicios de carácter. Mientras más autoritario, más conservador y más de mecha corta sea el personaje, como es el caso de Felipe Calderón, más profunda la descomposición, más peligrosos sus efectos, más grandes las tentaciones de impedir que la debacle personal se produzca.
Irá perdiendo, día a día y lo sabe, poder e influencia y comenzará a ser, por fuerza, objetivo de los ataques de propios y extraños. Sobre sus fracasos habrá de construir su sucesor, incluso si se trata del que él mismo ha escogido o de aquel otro con el que ha pactado, el puente al poder.
No es la promesa de continuidad —menos todavía en el caso de quien suceda a Felipe Calderón Hinojosa— la clave del triunfo en los comicios de 2012. Al contrario. Sólo sobre las ruinas de su mandato puede alguien, quien sea, “alzarse con la victoria”.
Son, en estas condiciones, los 500 días finales de un mandato presidencial los más peligrosos para el país y las instituciones. Con suficiente poder en las manos puede todavía, el que está sentado en la silla y al tratar de asegurar tanto su “legado” como un manto de impunidad para sí mismo y los suyos, comprometer seriamente el futuro de la nación.
Eso, hundir al país, comprometer su futuro para defender los restos de su mandato, han hecho tradicionalmente los presidentes mexicanos antes de despojarse de la banda presidencial; López Portillo con su defensa “como un perro” del peso, Salinas de Gortari con el error de diciembre y el propio Vicente Fox metiendo las manos ilegalmente en la elección para sentar, a la mala, a Calderón en la silla.
Estando, como está, la política en manos de charlatanes; expertos en marketing, imagen pública, estrategias de comunicación, comienzan quienes gobiernan, más cuando como en el caso de Felipe Calderón son adictos a la propaganda, a ceder los bártulos a sus asesores y publicistas.
Vicente Fox supo utilizar desde un inicio la coartada del bufón. Se identificó de inmediato, con sus gazapos y tonterías, con el antihéroe al que los mexicanos le abrimos, por honesto, dicharachero e inofensivo, las puertas de nuestra casa.
Fue la del ranchero campirano y franco, ignorante e inoportuno, su coartada. Cubrió con sus chistes sus muchas traiciones mientras operaba en la sombra, y de la mano del PRI al que había prometido sacar de Los Pinos, la construcción de un régimen autoritario de nuevo corte.
Felipe Calderón Hinojosa, cuestionado y carente de legitimidad desde el momento mismo de su toma de posesión, apostó, al contrario de Fox, a la marcialidad, a la arenga patriótica, al llamado mesiánico, tan típico de los regimenes fascistas, a una nueva cruzada.
Sabedor desde su campaña del poder del miedo apostó a incentivarlo y a volverse el “valiente”, el “firme”, el único capaz de confrontar al crimen organizado, al que, su propio antecesor Vicente Fox, cedió enormes porciones del territorio nacional.
Luego de disfrazarse de general, de montarse en aviones de combate y carros blindados, de presumir los juguetes de Jack Bauer y compararse con Winston Churchill cambió de tono. Imitando a Fox busca ahora las portadas de las revistas de sociales y espectáculos y se lanza, demostrando una insensibilidad brutal, a decir, por ejemplo, aquí, los turistas norteamericanos sólo reciben “disparos de tequila”.
Rehén de sus publicistas busca ahora, como Fox, hacerse el simpático. Se burla del dolor de una nación herida por una guerra mal concebida y peor dirigida. Abusa del hecho de que no contamos con instrumentos como el voto de censura, el juicio político y la revocación de mandato.
Si ha sido trágico y terrible permitir a Felipe Calderón jugar a la guerra, peor será dejar que, impunemente, con gracejadas de este tipo, intente “recomponer”, a cualquier precio, su imagen.
Más de 500 días le faltan en el cargo; su proceso de descomposición final apenas comienza. No debemos, los ciudadanos, quedarnos, ante esto, con los brazos cruzados. Contra la impunidad de quien tan mal gobierna debemos, legal y pacíficamente, actuar con decisión.
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