I. 68: la deuda histórica (Luis González de Alba)

La Calle
2010-10-11


Cada año en octubre vemos documentales donde nos entrevistan a los líderes del 68 (y a los no líderes) y hablamos maravillas de nosotros. Ah, la juventud que de pronto cobró conciencia social y salió a las calles para exigir democracia.
Lo cierto es que si algo le debemos al país es una explicación seria y no idealizada del 68. “Es que los jóvenes, por serlo, son idealistas pues aún no los corrompe el sistema”, dicen las voces que más daño nos han hecho por trivializar a grado de caricatura los lugares comunes de nuestra versión heroica, cantores de esa embellecida y retocada foto que jamás vieron siquiera pasar una manifestación, y tampoco se integraron a la Coalición de Intelectuales y Artistas que nos apoyaba.
No, no es la juventud una explicación ya que meses antes había habido una huelga de hambre en Ciencias Políticas de la UNAM para exigir la liberación de los presos ferrocarrileros, Vallejo y Campa, y no se habían enterado los jóvenes a sólo 20 metros de allí. La pureza de la juventud es un lugar común profundamente estúpido. La juventud no existe, existen los muy diversos jóvenes, unos son skin-heads neo-nazis y otros neo-estalinistas, unos son buenos estudiantes y otros son fósiles que se oponen a reformar la UNAM, hay jóvenes con ganas de estudiar y otros que se inscriben en Derecho para ser diputados del PRI.
¿Entonces? ¿Tuvimos un Pentecostés durante el cual el Espíritu Santo descendió sobre nuestras cabezas para imbuirnos de conciencia social y mandarnos a predicar la Democracia? Algo así venimos repitiendo en versiones más o menos empalagosas. Va otro intento: La Ciudadela, centro del DF, un partido de futbol acabó en pleito callejero entre estudiantes de la prepa Isaac Ochoterena y de una Vocacional del IPN. Llegan los granaderos a poner orden. Los alumnos del IPN se refugian en su escuela. Los policías entran a la Vocacional y golpean de manera indiscriminada alumnos en clase y maestros que se asoman a ver.
La FNET, organización estudiantil del IPN, y afín al PRI, convoca a protestar el 26 de julio. El Partido Comunista y otros grupos de izquierda, como cada 26 de julio, convocan a festejar la Revolución Cubana. Unos van del Casco de Santo Tomás a la Alameda, otros del Salto del Agua a la Alameda. Se debía pedir permiso para salir en manifestación y con frecuencia se negaba. Raro: se autorizaron dos para una misma fecha.
En la Alameda surgieron gritos que exigían ir al Zócalo. A diferencia de ahora, a esa plaza no entraban sino manifestaciones de apoyo al Presidente en turno… ¿Provocación? Venían las Olimpiadas en el DF y era momento para apresar opositores. Los granaderos cerraron el paso y tundieron a los manifestantes. Siguieron enfrentamientos con la policía y más detenciones. La Preparatoria 1 de la UNAM, entonces en San Ildefonso, a un costado del Palacio Nacional, se puso en huelga para exigir castigo a los agresores. El presidente Díaz Ordaz, enloquecido, llamó al Ejército y por la noche con una bazuka derribaron la puerta centenaria de la Prepa. El rector de la UNAM, ingeniero Javier Barros Sierra, montó en cólera por el exceso y puso la bandera a media asta en la explanada de la Rectoría. Toda la UNAM se declaró en huelga.
El rector llamó a realizar una manifestación por el circuito principal de la Ciudad Universitaria. Lo convencimos de salir a la calle y hacer un recorrido por Insurgentes, Félix Cuevas y la avenida Coyoacán. Comenzó lo que llamamos “el 68”.
1. Sin el aval del rector Barros Sierra, sólo hubiera habido huelga en las escuelas de Humanidades, jamás en las ingenierías. Los jóvenes de esas facultades habrían llegado a golpearnos encabezados por los jóvenes del MURO. Y ya. Pero entraron a la huelga con la venia del rector, o no entraban.
2. Exigencias: castigo a los responsables de agresiones, indemnización, servicios médicos a los golpeados: tres demandas.
3. El rector dio por concluida la protesta. Llamó a volver a clases.
4. Pero nadie le hacía protestas a un presidente de México y salía indemne. Ahora les hacen caricaturas diarias, entonces padecíamos en pleno al régimen de la Revolución y su nacionalismo rancio, sus sindicatos atados, sus corporaciones de soporte.
5. Se comenzaron a unir en solidaridad universidades públicas. Entró la Iberoamericana y otras privadas. Y aquí se encuentra uno de los nudos que no hemos desatado: ¿Qué movía a estos jóvenes de clases altas? ¿Qué les faltaba?
Relato amplio: Los días y los años (1971), Otros días, otros años (2008).

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