Se trata de la vida de las mujeres...

 Medea Herrerías

En el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Argentina en 1990, la Asamblea del Movimiento Feminista Latinoamericano, tomando en cuenta que las complicaciones por el aborto inseguro y clandestino constituyen la primera causa de mortalidad de las mujeres en muchos de los países de la región, decidió declarar el 28 de septiembre como el Día por la Despenalización del Aborto.
El 28 de septiembre se recuerda a los gobiernos latinoamericanos que seis mil mujeres se mueren al año debido a complicaciones de abortos. Mencionan que la cifra anual de abortos que se practican en Brasil, Colombia, México, Perú y Republica Dominicana asciende a 2.8 millones y en toda la región la suma llega a más de cuatro millones. Cada día se realizan 55 mil abortos inseguros en el mundo 95 por ciento en países en vías de desarrollo, los cuales son responsables de una de cada ocho muertes maternas.
Mundialmente por cada siete nacimientos se lleva a cabo un aborto inseguro. Se calcula que el aborto inducido en forma clandestina y condiciones inseguras es la causa de una de cada tres muertes maternas en la región y de aproximadamente 800 mil hospitalizaciones por año.
Cada 28 de septiembre sirve a las feministas para demandar el acceso de servicios de aborto seguro, lo cual podría prevenir entre el 20 y 25 por ciento del medio millón de muertes maternas que anualmente ocurren en los países en vías de desarrollo.
El derecho a decidir de las mujeres sobre el propio cuerpo es una de las demandas más antiguas del movimiento feminista. En 1970 la demanda por la despenalización del aborto adquirió una presencia pública a partir de que las feministas mexicanas plantearon el derecho al aborto como un asunto de justicia social, como una aspiración democrática y como una cuestión de salud pública. Treinta y cinco años después esas argumentaciones lograron la despenalización, pero solamente en la Ciudad de México.

memobares/foto

De acuerdo a un Estudio sobre aborto y embarazo no planeado por parte del Colegio de México y el Instituto Guttmacher, se dice que cada año se practican en México alrededor de 1 millón de abortos en la clandestinidad. Y si la tasa de abortos en México es tan elevada es porque más de la mitad del total de los embarazos son no planeados (es decir un millón 900 mil) de los cuales 54 por ciento terminan en un aborto inducido, 34 por ciento resultan en un nacimiento no planeado y 12 por ciento corresponde al aborto espontáneo. El grupo de edad que concentra la mayor tasa de abortos es precisamente las jóvenes, siendo más elevada entre las mujeres de 20 a 24 años. Estos grupos de 15 a 24 años representan cerca de la mitad de los abortos inducidos en México, que ocurre tanto en solteras como en casadas.
El aborto inducido es una cuestión real, existe, está y no basta con cerrar los ojos y dejar de mirar. Lo que entra en discusión aquí es la salud de las mujeres que se someten a esos abortos en la clandestinidad, sin los recursos ni la información suficientes y por lo tanto poniendo en riesgo su vida.
En México el aborto es la quinta causa de muerte materna, el 60 por ciento de los decesos ocurrieron durante el 2011 en 5 entidades; el estado de México con el 13 por ciento, Veracruz con el 10 por ciento, Chiapas con el 8 por ciento, puebla con el 7 por ciento y Guerrero con el 6 por ciento. La organización mundial de la salud (OMS) informó que cada año, en todo el planeta se interrumpen 45 millones de embarazos, de los cuales 18 millones se realizan en condiciones inseguras, lo que provoca la muerte de 68 mil mujeres, que bien podrían ser evitadas. En los últimos tres años, en México mil 573 defunciones se debieron a complicaciones por abortos mal realizados de forma ilegal, que coloca a esta práctica como ya dijimos en la quinta causa de muerte materna.
Cuando hablamos de derecho a decidir, en primera instancia hablamos de un derecho que sobre todas las cosas corresponde a un individuo con respecto a su cuerpo. Las leyes de este país son fuertemente influenciadas por la iglesia, la iglesia a su vez es una institución que desde siempre se ha distinguido por la esfera que le atribuye a la mujer: el ámbito privado, la sumisión ante el hombre y sobre todo una carencia completa de “ser sujeto”.
Los principios éticos básicos
El primer principio ético básico dice así: “Los individuos tienen el derecho a la libertad de decisión y acción en la medida en que sus acciones no interfieran con los derechos de otros”. El segundo principio ético es el principio utilitarista, dice que las acciones políticas moralmente correctas son aquellas que benefician al mayor número posible de personas. El tercero es el de justicia, “todas las personas dentro de una sociedad dada, merecen acceso equitativo a los bienes y servicios que satisfagan las necesidades humanas básicas”.
Los derechos se dividen en naturales y sociales, los naturales son aquellos que conciernen al individuo y a su derecho a no se coaccionado u obstaculizado. Los sociales se refieren a la obligación del gobierno a proveer bienes sociales básicos y un estándar mínimo de calidad de vida para sus ciudadanos. Volviendo al primer principio ético: el de la libertad individual vinculándolo con el derecho natural se diría que “Todas las parejas y los individuos tienen el derecho básico para decidir libre y responsablemente sobre el número y espaciamiento de hijos, así como tener acceso a información, educación y medios para ello.” (ONU, 1975).
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Con respecto al derecho social, los gobiernos deben cuidarse de interferir en la libertad o el derecho natural de las personas al tomar y llevar a la práctica sus decisiones sobre planificación familiar. Por lo tanto el derecho social de la opción reproductiva impone a los gobiernos la obligación de asegurar que los programas de planificación familiar y los servicios de aborto se encuentren accesibles a los ciudadanos.
Desgraciadamente son aspectos que no se toman en cuenta y en México en todos los Estados, a excepción del Distrito Federal, los gobiernos lejos de asegurar los servicios de aborto, lo penalizan y criminalizan a las mujeres que lo llevan a cabo.
Recordando un poco el primer principio ético: “… tenemos derecho… en la medida que nuestro derecho no interfiera con los derechos de otros”. Al interrumpir un embarazo, ¿existe otro? Esto es precisamente la parte central del debate que plantean las posturas pro- vida y principalmente la iglesia católica, y algunas personas que pertenecen a círculos poco vinculados con la ciencia.
La personificación del feto es una perspectiva antiabortista, donde el aborto es percibido, caracterizado y evaluado exclusivamente desde el punto de vista del feto y no desde el punto de vista de la mujer embarazada. Las personas afines a esta teoría crean una ficción con respecto al feto, llamándolo “niño”, “persona”, “hijo”. Y ven el aborto como un crimen u homicidio pues supone la existencia de un ser humano completo como víctima. Dentro de esta idea, el “otro” es representado como “la pareja”, “la mujer”, es decir, los que deciden el aborto, presentados negativamente como individuos irresponsables. La prevención y el castigo son para esto la única solución viable, reforzar la idea de que el aborto es una acción que se puede evitar y que sucede como consecuencia de la irresponsabilidad y de la negligencia, por lo cual su penalización es justificable.
Cuando se afirma que una situación no debería haber sucedido es cuando se penaliza, de tal forma que el “el sexo irresponsable” conlleva a una maternidad obligatoria.
La concepción de la vida debe ser mucho más pragmática en estos aspectos, la condena del aborto resulta de pensamientos y juicios deductivos a partir de principios universales y abstractos. Aquí la propuesta no es conciliar las perspectivas pro-vida y “pro-choice”, sino eliminar los prejuicios. Eliminar los prejuicios y abrir nuestro panorama hacia todas las posibilidades que haya. Mantener la mente abierta nos permite comprender las diferentes dimensiones de la vida, no podemos encerrarnos en un mundo ficticio propuesto por la religión que solo nos venda los ojos y no nos permite ver más allá, juzgar es el camino más fácil, pero qué pasa cuando la situación ocurre aun más cerca, ¿cuándo nos ocurra a nosotros mismos? ¿Qué haremos?
Preferiremos seguir hablando de una maternidad impuesta. O abogaremos por la libertad individual, respetando ideologías, y ejerciendo nuestro derecho a decidir.
Fuentes
- Revista virtual “Mujeres en la red” http://www.mujeresenred.net/spip.php?article179
- Elementos para un análisis ético de la reproducción, comp. Juan Guillermo Figueroa. Editorial PUEG. Programa universitario de Estudios de Género, la coordinación de Humanidades, el programa Universitario de Investigación en Salud de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 2001
- La despenalización del aborto en México. Marta Lamas. Revista Nueva sociedad Num. 220 Abril 2009. Pp 157-159.
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