TRANSFOBIA: LAS OTRAS MUERTAS
(Tomado de Sin Embargo)
Por: Alfonso Castañeda
Eran aproximadamente las dos
de la tarde cuando un niño pastor se topó con el cadáver de una mujer. El
cuerpo semidesnudo presentaba una herida a lo largo del cuello, brazo derecho y
en el costado izquierdo; además de varias huellas de tortura, algunas
quemaduras, lo que enseguida llamó la atención de las autoridades.
Horas después, aquella mujer,
de 28 años, tenía nombre y un perfil que más tarde haría resonancia: Agnes
Torres Hernández.
Era una mujer transexual.
Pero más allá de su identidad
de género, muchos la conocían por su activismo en el colectivo Lésbico, Gay,
Bisexual, Transexual e Intersexual (LGBTTTI).
Los signos de tortura hicieron
suponer que se trataba de un crimen de odio.
Benicia Hernández Huerta,
madre de Agnes, identificó el cuerpo de su hija. Declaró que el último día que
la vio fue el viernes 10 de marzo, por la mañana. Pero fue al día siguiente que
el niño pastor hallaría el cuerpo vejado.
Organizaciones de derechos
humanos y de la diversidad sexual se manifestaron inmediatamente ante el
suceso. Por ejemplo, la asociación Vida Plena de Puebla emitió un comunicado
exigiendo el esclarecimiento del homicidio. Grupos de personas transgéneros y
transexuales también se sumaron a la demanda. Las redes sociales comenzaron a
difundir la noticia y a sumar fuerzas para exigir justicia.
Pero el 18 de marzo la
Procuraduría General de Justicia del Estado de Puebla (PGJEP) presentó sus
conclusiones. Según la PGJEP, el móvil del asesinato de la activista, fue por
el robo de su vehículo.
Para el sexólogo y
especialista en transexualidad, David Barrios, este hecho tiene nombre:
transfobia. “Es la expresión máxima de odio”, dice. Aunque para Mara Sofía
Mondragón, integrante del Centro de Apoyo a las Identidades Trans A.C, “la
transfobia es una palabra que se queda corta. No es solo fobia lo que sienten
hacia nosotras: es odio”.
ODIO, ¿PERO A QUÉ?
La Tosca no revela su nombre.
Así se hace llamar y todos la respetan. Tiene algunas cicatrices en los brazos.
“Es por las madrizas que me he puesto”, dice. Golpes propiciados a partir de la
provocación. Por ejemplo, una tarde, en Zona Rosa un grupo de chicos se
burlaron de ella. Le gritaron y la acosaron con insultos, hasta que La Tosca se
enfrentó a uno de ellos. “Ahí me gané el respeto de esos cabrones”, asegura
ufana.
No tiene miedo que la maten.
Tampoco revela qué tipo de arma lleva para defenderse, pero afirma que en
cualquier momento podría servirle. Va a las fiestas y consigue adeptos. Sobre
todo chicos gay que se sienten protegidos por ella.
Es “Ella”. Se denomina mujer;
ni transexual ni travesti, sino una mujer envalentonada, temeraria.
Más en confianza cuenta
anécdotas donde fue agredida. Por ejemplo una: en calzada de Tlalpan la
atacaron unos borrachos, la golpearon y cuando despertó tenía el brazo suelto,
la espalda molida. “Es que una aprende a madrazos”, pero tampoco aclara si sólo
se refiere a los físicos o es que habla de los golpes de la vida.
David Barrios, quien lleva
años acompañando el proceso de personas transexuales comenta: “La transfobia es
la manifestación de una falta de respeto a la diversidad sexual. Es ignorancia
y hostilidad hacia lo diferente”. Y describe en dónde se encuentra la
transfobia: en los chistes de comediantes en la televisión; en las calles y en
el trabajo a través de agresiones y en general, en una gran parte de la
sociedad. La transfobia en la casa y en las escuelas también es otro factor y
muy importante. “Pero los crímenes de odio es la expresión más fuerte y exacerbada”,
enfatiza.
La Tosca se ubica en las dos
primeras clasificaciones del doctor Barrios. En su casa, la familia la dio por
muerta. Dejó de estudiar a partir de la secundaria. Responde a las agresiones
en la calle, a cualquier mirada, risa o rumor. Está al pendiente de todo.
Barrios, también coautor del
primer libro sobre este tema, Transexualidad: la paradoja del cambio,
explica que una de las raíces que alimentan la transfobia es la patologización
de la condición transexual. “La patología, en este caso, no es vista sólo como
una enfermedad. Porque si sólo fuera eso, se buscaría la cura, como se intenta
hacer con la homosexualidad. Pero no: en el fondo se considera que una persona
transexual es un ser perverso, que hace daño a la sociedad. Y como es nocivo,
hay que destruirlo”, asevera.
Se le cuestiona al sexólogo e
investigador si detrás de esta fobia se encuentra el machismo arraigado y la
misoginia. Considera que mientras no haya una educación sexual formal, es
difícil combatir estos odios irracionales. Apuntala: “En un país donde impera
la cultura machista, donde las mujeres no valen, se piensa que si un hombre
quiere ser mujer, es lo peor. Si nació varón, ¿cómo pretende traicionar a su
género? Entonces una chica transexual es tratada como si viniera del
inframundo”.
Y del inframundo, La Tosca va
y viene todos los días. La fuerza de su cuerpo, su temple, la ira, la ayudan a
enfrentarse en una reyerta callejera. Es respetada a la fuerza. “Soy una mujer
y me gano el respeto. Así me maten algún día”, se ufana y ríe con estruendo.
EL MIEDO INTERNO
Silvia Susana solía ver el
Teatro Fantástico, de Enrique Alonso “Cachirulo”. Los domingos, junto a sus
hermanos y una prima, representaban una obra. La prima era la princesa. Silvia
no se llamaba así, tenía un nombre de varón, aunque deseaba ser la princesa.
Cuando su prima se enfermó y faltó uno de esos domingos familiares, Silvia
Susana se metió en un vestido de su tía, se calzó con sus zapatillas y fue
entonces que experimentó el placer de sentirse mujer.
Pero el sueño poco a poco se
volvió una pesadilla. “Venía la culpa, el sentir que estaba cometiendo algo
grave. Fue en la primaria que sentí el primer contacto con la homofobia
internalizada. Y además, sin poderlo compartir con nadie, eso es un toque
transfóbico, que tienes que guardártelo todo y no decirle a nadie, porque sería
como un delito”, dice.
Sentir que es enjuiciada por
ella misma, por un delito que no cometió. Quizá por eso, al igual que La Tosca,
comenzó a volverse una persona agresiva, respondiendo a las burlas. En aquel
tiempo, desconocía la palabra transexual. Se limitaba a creerse “un maricón”.
Tuvo la primera novia en la secundaria. Ante los demás, se mostraba como un
chico fuerte y valiente. Pero en su soledad, volvía a vestirse con prendas femeninas,
a experimentar el placer y a desvestirse con culpa. “Era como un vicio, me
sentía enferma al hacerlo. Tenía que convencerme de que era hombre. Pero sentía
mucho remordimiento de no poder corresponder al hombre que yo quería ser”,
recuerda.
Durante mucho tiempo se
presentó como chico. Se casó, pero la veleidad por vestirse de mujer se hacía
más grande. Esperar a que su esposa se fuera al trabajo y aprovechar ese
espacio para ponerse la ropa de ella. Incluso creyó que tener un hijo podría
curarlo. “Si tenía una niña, depositaría en ella toda esa feminidad. Y así fue,
nació mi primera hija. Le compraba todo aquello que deseaba para mí… pero nunca
me curé”, ríe. Se casó por segunda vez, tuvo otro hijo, se metió a deportes
masculinos para demostrar su hombría, aunque en su interior, nada se modificó.
Para David Barrios, también
existe la transfobia internalizada, entendida como la introyección de las ideas
transfóbicas. “Ante los padres, una persona que introyecta estas emociones e
ideas, siente que nadie lo debe amar, o que socialmente es un problema para
todos. No es una mujer ni tampoco es un hombre: es un ente raro. En ese
concepto se tienen”, explica el sexólogo.
Silvia Susana hoy reconoce que
su transfobia la llevó a sentirse violentada y sola. Ingresaba a chats, se
hacía llamar Mayela, recibía mensajes de chicos que la trataban como mujer.
“Incluso durante esa época, no me asumía como transexual, de hecho nunca he
peleado con mi masculinidad, ni con mis genitales. Disfrutaba mi género hombre
y mi ser mujer”, dice. Pero al paso de los años, con la llegada de Internet,
encontró información, supo de grupos trans que se reunían para informar y hacer
redes sociales.
Fue el 17 de mayo de 2007, en
el marco del Día mundial de la lucha contra la homofobia, que se cansó de vivir
con esa dualidad. Se cansó de su parte masculina, de cargar con un género que
durante mucho tiempo sostuvo. Verse en el espejo, como una mujer, sentirse como
tal, fue el principio de todo. Ahí nació Silvia Susana Jiménez. Comenzó un
proceso leve de hormonización, terapia y paulatinamente el espejo le regresaba
esa imagen que desde niña deseó: de ser la princesa del teatro fantástico, a
ser la reina de su vida. “Me depilo la cara, me compro vestidos… ¿La transfobia
internalizada?… Ya fue hace mucho tiempo ¿Qué no?”
“FOBIA ES TEMOR”
Mara Sofía Mondragón recuerda
el asesinato de Agnes Torres. Para ella, la resonancia de aquel homicidio no se
debió a que Agnes fuera una mujer guapa y carismática, sino a su trabajo como
promotora de los derechos humanos. Pero aclara:
“No basta con manifestarnos.
Necesitamos reflexionar. A nosotras, las transexuales, no sólo nos tienen
fobia. Muchos nos odian. Yo pienso que la transfobia no alcanza para definir lo
que pasa, porque fobia es temor. Alguien que ejecuta el odio hacia nosotras
tiene esa cuartada: decir que tiene miedo y asegurar que puede recibir ayuda. Y
se salva. Por eso muchos asesinatos hacia personas transexuales quedan
impunes”.
Quedan en el tintero muchos
temas relacionados al sector trans en México. Mara Sofía reconoce avances, en
leyes como la Ley de Salud del D.F., en 2009, que permite el tratamiento de
reasignación integral sexogenérica para personas en la ciudad de México.
Resalta que, gracias a la Ley de Identidad de Género, el juez tercero de lo
familiar, dio luz verde para que Mara Sofía pueda comenzar el trámite de cambio
de identidad en sus documentos oficiales. Pero considera que hay temas urgentes
que atender.
Por ejemplo: erradicar la
exclusión laboral. Ella, hace un par de años, trabajaba en una empresa de
desarrollo de software, pero fue despedida debido a su condición.
Interpuso una demanda que está por ganar, pero asegura que a muchas personas transexuales
les violan los derechos humanos y laborales. También resalta el acceso a
justicia libre de estigma y discriminación. “Muchas de nosotras somos vejadas
por policías. Se viven procesos judiciales con violencia”, asegura.
En febrero de este año, Mara
Sofía ingresó al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratoria (INER) debido
a una tuberculosis. Lo primero que le sorprendió a Mara Sofía fue que la
ubicaron en el pabellón de los hombres. Ella exigía ser cambiada al de las
mujeres, no obstante para el personal de salud, Mara Sofía era un hombre.
“Insistían en darme trato de varón. Se calmaron un poco cuando las amenacé con
poner una queja ante la Comisión de Arbitraje Médico. En México, necesitamos
urgentemente tener acceso a una salud libre de discriminación. Por eso queremos
darle al personal del INER un taller de sensibilización”, explica Mondragón.
“Yo creo que la lucha contra
la homofobia, es la lucha contra las causas de muchos de quienes nos llaman
minorías. Si sumáramos a ancianos, mujeres, discapacitados, indígenas,
transexuales, gente de la diversidad, seríamos una mayoría en contra de esa
visión hegemónica. No sólo hay que quedarnos con una marcha o manifestación y
al otro día todo vuelve a la normalidad. Necesitamos organización”, comenta.
PERO, ¿Y LA
TRANSFOBIA?
El informe de Crímenes de Odio
por Homofobia, de enero de 1995 a junio de 1999, arroja 705 asesinatos. La
tortura y la vejación son signos presentes en los cuerpos de las víctimas,
además del estigma de los crímenes pasionales. Este documento integra los
asesinatos de personas cuyos cuerpos de hombre aparecieron vestidos de mujer.
En México en los asesinatos
hacia personas transexuales no hay cifras claras: mucho menos nombres ni
culpables. Activistas de la diversidad coinciden en que de 2005 a la fecha, se
han cometido más de 20 asesinatos de odio por homofobia sólo en Puebla. E
insisten en que el asesinato de Agnes Torres tiene los elementos de un crimen
de odio: tortura y vejación.
En general, la identidad de un
transexual se diluye por prejuicios de las autoridades de justicia. “¿Por qué
no tenemos una cifra confiable de las muertes de personas trans? Porque al
momento en que levantan los cuerpos, las catalogan como hombres afeminados o
vestidos de mujer. Jamás, es impensable, que asienten en el acta que se trata
de personas transexuales o presumiblemente transexuales o transgéneros. Es
difícil medir los asesinatos, mientras siga este desprecio”, indica la
activista de derechos humanos, Mara Sofía Mondragón.
El Observatorio de Personas
Trans Asesinadas hizo público un mapa interactivo en 2011, donde se registran
604 crímenes de odio hacia transexuales en el mundo. Las cifras arrojadas
abarcan del 1 de enero de 2008 al 25 de septiembre de 2011. Pero en México,
dice Mara Sofía Mondragón “hasta los medios de comunicación, con sus prejuicios
y falta de información, nos llaman vestidas o maricones, de forma peyorativa”.
David Barrios considera que,
mientras no haya cultura en la educación sexual, la transfobia y los crímenes
de odio hacia este sector seguirán presentes: “Contribuyen los medios cuando se
mofan diciendo que se harán la operación jarocha –reasignación de sexo–, y
confunden gays con transexuales. Mientras se continúe patologizando la
transexualidad, muchas veces por una cultura judeo-cristiana tan arraigada, la
transfobia en todos sus niveles seguirá”.
BATALLAS DE VIDA
Silvia Sofía ahora vive en
Xalapa, Veracruz. El alivio que siente de sentirse mujer, de que su hija y el
novio de ella, la respeten y la quieran. Camina por la calle sin el miedo a las
miradas inquisitivas, pero lo mejor: sin la transfobia internalizada que
durante años la acompañó.
A diferencia de La Tosca: “No
me gustan las terapias. Las cosas de la vida se resuelven en la vida, ¿no?”.
Dice no temer a la agresión física, se ufana de haber impuesto su personalidad,
de su propio sobrenombre. Quienes la conocen, la ubican por su fuerza física.
No le teme a la muerte, declara muy segura.
David Barrios acota: “Hay
avances. Hace un par de décadas no había grupos de personas transexuales. Hoy
existe más información. Más redes, pero la transfobia social es aún muy
fuerte”.
Coincide Mara Sofía Mondragón:
“Yo creo que sí. Mira, yo en unas semanas comienzo el proceso de cambio para mi
identidad de género. Hasta para pedir trabajo es importante, saber que eres tú
quien se identifica y no un supuesto varón”.
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