Ojo de Gato: Yo no me llamo Javier
(Este texto lo escribí el 20 de Noviembre de 2009. La ociosidad de estos últimos días y los constantes yerros de un gobierno, hicieron recordar estas líneas que hoy, creo y sólo creo, pueden estar vigentes en el contexto que vivímos en Veracruz)
Guillermo Manzano
Los relevos generacionales en la responsabilidad
pública de un país no se dan por decreto ni por imposiciones. Se propician por
realidades concretas y condiciones sociales y económicas específicas.
Verbigracia: en México lo vivimos de manera significativa en la década del 70
del Siglo XX. Esto como respuesta a los movimientos juveniles realizados en
años anteriores, particularmente en 1968. La gerontocracia, de un sistema
político en crisis, tuvo que abrir espacios a una juventud que reclamaba ser
parte activa de las transformaciones y decisiones del país y no sólo espectadores
pasivos.
La apertura -forzada, pero apertura al fin-, no sólo
se dio en el ámbito político. Las artes, la academia, el sindicalismo y la
cultura, entre otras manifestaciones sociales, se transformaron con las propuestas y acciones
de una nueva generación que arribaba a la escena pública (en su más amplia
acepción). El Estado Mexicano tuvo un respiro con las nuevas ideas y formas de
hacer ‘lo público’.
Por supuesto que este relevo generacional se logró por la capacidad intelectual de cada
participante, por su habilidad para
desarrollarse en el ámbito que les correspondió trabajar y por su comprensión
de la realidad. Hoy, esos jóvenes de ayer, son los que de una u otra manera
dirigen y determinan los caminos del destino de nuestro país.
El actual Gobernador de Veracruz es uno de esos
jóvenes de antaño. Quizá por eso su administración se caracteriza por la
incorporación cuasi masiva de hombres y mujeres menores de 35 años en su
gabinete legal y ampliado. Su influencia llega hasta el Congreso Local y, por
supuesto, en la designación de los candidatos de su partido a puestos de
elección popular.
Pero algo falló en el intento del relevo
generacional en el estado. Los jóvenes simplemente no pudieron o no los dejaron
hacer ni ‘crecer’. Quizá por la megalomanía enfermiza del Gobernador que de cualquier
ocurrencia hacía política pública hasta llegar al absurdo. (Veracruz late con
fuerza, fue la frase con la que remató un informe de gobierno). Esto habla de
una carencia de proyecto político colectivo, de grupo, de gobierno. En
Veracruz, sólo vemos un culto a la personalidad sin parangón. Quizá, lo
recuerdo vagamente, como el sexenio de Luis Echeverría Álvarez o, la campaña
presidencia o marcha triunfal, de José López Portillo en 1976. Ver al candidato
montado en un elefante con un niño en sus brazos y la frase: ‘contigo Pepe’, me
causaba a mis 10 años, cierta admiración.
Fidel Herrera corrompió en su gobierno todo lo que
era susceptible de corromper. Compró conciencias y calló voces. Pudrió a
intelectuales, artistas, académicos, organizaciones sociales y partidos
políticos. Premió la lisonja fácil e ignoró la crítica. La prensa jamás había
sido tan dócil ni domesticada como en estos últimos cinco años. Por eso y por
mucho más, carece de una visión real de lo que pasa en el estado que
administra. Esta miopía –resultado de la alabanza acrítica- lo lleva a proponer
(cuestión de días) como candidato a uno de sus más sumisos colaboradores: el
diputado federal Javier Duarte.
Sin embargo,
al hijo putativo de Fidel Herrera le faltan tablas políticas. Por eso no se ve
ni se percibe qué pueda hacer como candidato y, mucho menos, como gobernador de
un estado tan complejo como Veracruz. El Joven Duarte, se ha rodeado de un
equipo pagado por el erario. Recorre la geografía veracruzana con dinero
público y, al igual que su jefe, carece de autocrítica.
¿Qué proyecto político es eso denominado
‘fidelidad’? No hay proyecto, no hay visión de Estado, no hay congruencia entre
el decir y el hacer (basta recordar el asunto ese del alza de impuestos hace
unas semanas). ¿Para qué quiere Fidel a Duarte en la gubernatura? La respuesta
simple sería que para ‘tapar’ todo el desaseo financiero que dejará de herencia
a los veracruzanos. Pero eso sólo es una parte, creo que la imposición que se gesta,
sólo es para perpetuarse en el poder. Un maximato
tropical y un refuerzo al narcicismo político de Herrera Beltrán.
Pero, ¡aguas!, no sea que después Fidel Herrera
repita la frase que le adjudican a Gustavo Díaz Ordaz, cuando se miraba en el
espejo por las mañanas: ‘por pendejo, por pendejo’, en alusión a la mala
decisión tomada y que llevó a Luis Echeverría a la Presidencia de la República.
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