Morir por informar


(Tomado de sinembargo.mx)

Por: Sanjuana Martínez
mayo 7 de 2012


“Aquí sabemos quien manda”, me dice con una mezcla de sinceridad y resignación, el director de un periódico en Matamoros, Tamaulipas. “Esa es la clave para seguir vivos. Si se te olvida, te lo recuerdan: matándote o desapareciéndote”. No podemos pensar que los 95 periodistas asesinados y los 15 desaparecidos en México desde el año 2000, se les haya olvidado “quien manda” en sus respectivas coberturas informativas. A veces, no está tan la clara la línea que divide a buenos y malos en esta narcoguerra. A veces, los malos son los que están en las instituciones para velar por nuestro bienestar. A veces, los malos están en los gobiernos municipales, estatales o en el federal, en las policías, en el Ejército o la Marina. A veces, son ellos los que atentan contra la integridad de los periodistas, son ellos los que quieren silenciar la verdad. El resto de los atentados los comete el crimen organizado, valga la redundancia. Artículo 19 lo ha dicho en varias ocasiones: más del 65 por ciento de las agresiones contra periodistas las cometen las fuerzas del Estado. Por tanto, resulta un insulto para la inteligencia de cualquier colega que Reporteros Sin Fronteras (RSF), una organización no gubernamental claramente identificada por criticar a los gobiernos de izquierda y con prestigio, diga que los “depredadores” de la prensa en México son los cárteles de la droga y no incluya en esa lista de “depredadores” al Ejército mexicano, a las distintas policías, a funcionarios de los tres niveles de gobierno o a la Marina. Allí están los casos documentados, expuestos, denunciados, investigados… Allí están los exiliados. Durante el sexenio de Felipe Calderón, RSF y otras organizaciones que se supone están para defender a los periodistas, y apoyar la libertad de prensa, información y expresión, se han mostrado muy tibios a la hora de criticar el gobierno de Felipe Calderón, el gobierno más letal en la historia reciente de México para los periodistas. Incluyo también a la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) ese ente derechista o de extrema derecha, financiado presuntamente por el Departamento de Estado norteamericano que se dedica a soltar arengas contra Hugo Chávez, Fidel Castro, Cristina Krichner, Rafael Correa y otros, pero toca con pinzas y manos de seda las condenas a los gobiernos de derecha como el de Felipe Calderón. Parece mentira que siendo México, desde hace años, el país más peligroso para ejercer el periodismo después de Irak o Paquistán, esta organización se dedique a entrevistarse anualmente con Calderón y a darle la mano para tomarse la foto, sin emitir además de la típica “condena” de papel, una enérgica protesta por nuestra situación. Lo que digo no es políticamente correcto. De hecho, seré vetada por estas organizaciones, antes de que me concedan el derecho a darme el micrófono para denunciar sus tibiezas, esas tibiezas que han  provocado más muertes, más asesinados, más desaparecidos. ¿Cuántos cuerpos más de periodistas asesinados necesitan Felipe Calderón y los simuladores para empezar a hablar con hechos y no con promesas sobre medidas de protección a la prensa? Repetir el discurso oficial que dice: “a los periodistas los mata el crimen organizado”, es indigno. A la abyección del discurso oficial se unen los propagandistas, paleros y merolicos pseudoperiodistas que aplauden las palabras huecas y las leyes de letra muerta; e ignoran las noticias sobre los ataques a la prensa y a los periodistas. Hay que decirlo claramente: matar periodistas en México sale barato. Los asesinos andan sueltos y los agresores a veces reciben sueldo con presupuesto gubernamental. La impunidad es el caldo de cultivo para que la lista del martirologio periodístico siga creciendo, para que funcionarios de primer y quinto nivel se atrevan a asesinar, desaparecer, torturar, amenazar periodistas. No se vale. Estamos hartos de ver pasar los cadáveres de nuestros colegas. Estamos hartos de ver caer cobardemente asesinados a nuestros amigos. Estamos hartos de llorar. Cada muerte, cada periodista aniquilado, significa un déficit de noticias, un hoyo negro por donde sucumbe la verdad, un resquicio por donde se pierde la libertad, un abismo por donde cae la democracia. El otro mito es decir que a los periodistas los asesinan en los estados fronterizos. No es verdad. Los 95 asesinatos y las 15 desapariciones sucedieron en 18 estados de la República. Los gobernadores también tienen su responsabilidad. Veracruz es un caso aparte. En 2011, se documentaron 29 agresiones contra la prensa. La implicación del gobierno local de Javier Duarte o la anterior de Fidel Herrera en los asesinatos es algo que debería investigarse, pero esa línea no interesa a la propia autoridad local. ¿Dónde está la independencia necesaria en estos casos? ¿Dónde está la federalización de los asesinatos de periodistas? Si queremos que las cosas cambien en México, necesitamos un gremio fuerte y unido; necesitamos una protesta unánime para acabar con la impunidad y las simulaciones como la Fiscalía fracasada de atención a los delitos de los periodistas. Necesitamos la solidaridad de los medios para darle la debida importancia a estos homicidios, como el de Regina Martínez. Necesitamos la eficaz investigación de los crímenes y la detención de los culpables. Mientras eso no suceda seguirán matando periodistas en México y a la mayoría no le importará. Seguramente el día que nos pase algo seremos una noticia de un párrafo en la última página del periódico, en el último espacio del noticiero de radio o televisión. Seguramente terminaremos ignorados por nuestros propios colegas o por los medios de comunicación. Pero al menos, nos quedará la satisfacción de no haber cedido a la censura, al acoso y la amenaza latente; de no haber sido parte del cerco de silencio, ni de la simulación. Nos quedará el gusto de pertenecer al grupo independiente y critico del periodismo mexicano.


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