Periodistas última generación
(Tomado del Diario Página 12)
Mientras la Primavera Arabe se desplazaba por Medio
Oriente este año, docenas de jóvenes tomaron sus cámaras y laptops y a menudo
con una mínima experiencia se dirigieron a las zonas de guerra como periodistas
free lance. Para algunos dentro de la industria periodística, representaban la
próxima generación de reporteros, dispuestos a arriesgar su vida por lo que claramente
era un hecho de enorme importancia histórica. Para otros, eran poco entrenados,
un poco imprudentes y un peligro potencial para ellos mismos y aquellos que
trabajaban con ellos.
Muchos
periodistas, tanto los experimentados como los no entrenados, murieron, fueron
heridos y capturados, especialmente durante la guerra en Libia. La muerte
trágica de Tim Hetherington y la de Chris Hondros, en abril, recordaron a los
periodistas y a las organizaciones de noticias que ni los veteranos que
informaban sobre un conflicto eran inmunes.
En un blog
reciente publicado por Michael Kamber en The New York Times se expresaba la
preocupación sobre esta nueva generación de fotógrafos inexpertos y se incluía
la crítica de algunos de sus pares más expertos. Se inició un feroz debate
sobre la responsabilidad de los jóvenes periodistas y aquellos que los quieren
emplear en ambientes peligrosos. “La Primavera Arabe, y Libia en particular,
crearon lo que yo considero la próxima generación de periodistas-reporteros de
noticias internacionales y reporteros de guerra”, dijo Jon Lee Anderson, de The
New Yorker. “Era un terreno de prueba natural para un montón de chicos que se
encontraban siendo testigos de un hecho de proporciones históricas. No se los
puede culpar por ir.”
El trabajar de
free lance –o simplemente aparecer y contar historias– es una tradición muy
honorable en noticias extranjeras y puede ser un aprendizaje vital que prepara
el camino para un empleo más permanente. Desde Bosnia no hubo un conflicto tan
accesible a los que trabajan como free lance con un presupuesto ajustado. Las
fuerzas rebeldes recibían y acomodaban bien a los periodistas, a menudo
brindándoles comida gratis, alojamiento y acceso a Internet, pero los riesgos
eran enormemente altos. “El acceso no tenía precedentes –explicó la fotógrafa
Nicole Tung, que tenía 24 años cuando cruzó la frontera egipcia y se dirigió a
Benghazi, en febrero–. Eso era parte del atractivo para los que éramos free
lance.” Como muchos otros, ella dijo que los jóvenes fotógrafos y periodistas
inexpertos no podían esperar ser enviados a una misión sin ser probados. “Uno
es aún más ingenuo si cree que alguien lo puede enviar a algún lado.” “A veces
hay que correr el riesgo”, razonaba Rachel Beth Anderson, una camarógrafa
estadounidense que cubrió el conflicto desde los primeros días. Pero es una
existencia precaria, tanto profesional como financieramente.
En teoría, las
empresas los tienen que cubrir a todos por igual. “Todas las organizaciones de
noticias tienen como responsabilidad –y es una responsabilidad compartida–
tratar a los free lance de la misma forma que al personal estable si algo les
sucede”, dijo Tina Carr, directora de Rory Peck Trust, una organización que
entrena y apoya a los periodistas free lance. El director británico Patrick
Wells apareció en Libia y rodó una película sobre un grupo de combatientes
rebeldes, que vendió a Al Jazeera. “No era una película que hubiera planeado
antes –dijo–. Sólo porque estaba ahí y porque era free lance la hice.”
* De The
Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción:
Celita Doyhambéhère.
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