La Santa Muerte o cómo adorar a La Niña...*

Muerte Querida de mi corazón

no me desampares de tu protección.

Y no des a fulano…

Un solo momento tranquilo, moléstalo

a cada instante y no dejes de inquietarlo

para que siempre pienses en mí.

(Se rezan tres Padres Nuestros)

Del Libro de la muerte.

Guillermo Manzano

 

 

“No te pide nada. Tú solo se lo das. Pero si no le cumples lo prometido, entonces si… La Niña se enoja”. Son palabras de Juan “N”, quién desde hace ocho años mantiene su fe hacia la Santa Muerte. Dicho culto ha sido condenado por la Iglesia Católica. Para el sacerdote jesuita José Luis Gómez, tan sólo es un engaño. “De gente que no ha encontrado el verdadero camino a Dios”.

En los últimos años ha proliferado públicamente el culto a la muerte. Diariamente en los periódicos de la ciudad y del estado se leen oraciones de agradecimiento. Estatuillas de diversos materiales y formas se venden en los centros esotéricos. Entre hierbas y plantas medicinales. Junto a imágenes de San Judas Tadeo y otros santos católicos, está la muerte.

Empero, en nuestro país este culto no es nuevo. Los anales de la historia y la arqueología mexicana registran a Mictlantecuhtli, el señor del Mictlan, monarca de la muerte.

Alfonso Caso, en su libro El pueblo del sol, escribe: “El dios aparece con el cuerpo cubierto con huesos humanos, y el rostro con una máscara en forma de cráneo. Su pelo es encrespado, negro y decorado con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Unos adornos de papel en forma de rosetas de las que salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca (ixcochtechimalli y cuechcohtechimalli), son muy característicos de su atavío; y también son muy característicos su bandera  blanca y doblada, el pantollolli, y una como estola de papel blanco, llamada amaneapalli. Lleva como orejera un hueso humano. Sus animales asociados son el murciélago, la araña, el búho (tecólotl), animal de mal agüero y cuyo canto nocturno se considera, todavía hoy, fatal para el que lo escucha”.

Pero ajeno a la historia, Juan “N” confiesa su devoción a la Niña. “Hace ocho años que empecé a pedirle favores. Nunca me ha fallado porque yo tampoco lo he hecho. Dicen que esto es cosa mala. Pero yo creo en Dios y soy católico. Esto es como todo, si deseas hacer el mal, lo buscas.”.

Juan tiene un altar en la sala de su casa. En medio de un enorme crucifijo y la imagen de san Judas Tadeo, tiene el libro de la muerte. De su pecho, pende una figurilla que representa a la señora, como también se le conoce.

Periódicamente le enciende una veladora. “Blanca, porque ese es el color de la salud. Algunos ocupan otros colores. Rojo para el amor y negro para desear el mal. Yo siempre uso blancas. Porque con salud, hay trabajo y dinero”.

La iglesia Católica rechaza este sincretismo. El jesuita José Luis Gómez, considera que el culto a la muerte es una desviación de la fe cristiana. Se debe fundamentalmente a la incertidumbre social que prevalece en el país. “Andamos buscando a quien depositar nuestra confianza”.

“Y es que, la muerte es lo único que el ser vivo tiene seguro. Por eso, le dan ese valor. Pero la muerte no es santa, porque no es un ser ni lo fue. Es un hecho biológico al que todo ser vivo llega”.

El clérigo reconoce que entre la feligresía ha crecido este tipo de culto. Lo justifica como ‘un escape de la realidad’. Reconoce que es un problema sociocultural, “no podemos decir que sólo las clases populares han abrazado esta práctica. También existe en las clases económicamente pudientes. Pero creo, que esto es debido a la situación que prevalece en el país. Todo parece ser un engaño”.

Pero la muerte ha sido objeto de culto y veneración por el pueblo mexicano desde centurias atrás. Prueba de ello ha sido el arte literario y plástico del siglo XX. Desde las calaveras de Posadas hasta la literatura de Rulfo. Donde la muerte y los muertos tienen un papel relevante.

El culto a la muerte no es privativo de nuestro estado. Ha permeado prácticamente todo el país. Se le asocia con narcotraficantes, asesinos y tratantes de blancas. Es decir, con la escoria social de México.

Si bien su imagen no dista mucho del esqueleto caricaturesco con el que tradicionalmente se ha representado, ahora se cubre con mantos y adopta formas benevolentes.

 

Foto: Guillermo Manzano

 

En algunos casos, parece una virgen cristiana. En otros, su aspecto es agresivo. Algunas imágenes parecen ser portadas de discos de grupos de rock de los años 80’s. Pero todas son veneradas de la misma manera.

Sus seguidores también aprovechan la tecnología. Cientos de páginas y portales se ubican en el Internet. Recetas, oraciones, fórmulas y pócimas para todo tipo de problema se ofrecen gratuitamente.

Algunos solicitan donaciones para construir cementerios, bajo el siguiente argumento:

“El mayor deseo de ella es tener su cadena de cementerios llamados: " LA SANTÍSIMA", por eso se crea esta página para solicitar a todos sus seguidores que se unan para proporcionarle su lugar, todo lo que se reúna de afiliación, de venta de productos y de donaciones voluntarias será para formar estos cementerios donde las personas podrán ir hasta la casa de ella a darle sus ofrendas directamente, si estas interesado en participar, afíliate, o compra sus productos, o envía tus donativos, sabemos que la santa te lo agradecerá y pagará de verdad.”

Pero para los que no tienen acceso a la red informática, existe en venta el libro de la santa muerte. Dicho texto mezcla oraciones católicas con ¿recetas? Para hacer que el ser amado no se vaya. O bien, para tener dinero o, simplemente para hacer que el enemigo sufra.

 

EN EL MERCADO

Caminar por los pasillos del Mercado Jáuregui de Xalapa tiene su encanto.  ¿qué va a llevar? ¿Pregunte, nosotros lo tenemos? Dicen los marchantes delante de los locales cubiertos de hierbas secas, velas y veladoras de diversos colores, estampas de santos, oraciones y, por supuesto, figuras de la muerte.

Preguntar por la Señora o la niña, provoca una inmediata desconfianza. “No sé de eso. Yo sólo vendo, con esas cosas no me meto”. Dice la mujer con mirada recelosa. Otro intento. Se toma la figura y se pregunta el precio. Lo dan con absoluta confianza. ¿Cómo le hago para que me dé resultados? –Depende de los que quieras, responde un hombre joven. Si la quieres para ligar, rézale una novena y préndele una veladora roja. Pero primero hay que amarrar una  prenda de la persona que quieres. Cómprate uno o dos metros de listoncito blanco, del más angosto que encuentres y se lo amarras a la prenda.-

“Haces un muñequito y lo amarras en cruz hasta que te sobren unos cuatro dedos. Haces un nudo la primera noche y rezas la oración de la santísima, así durante nueve días. Cada día es un nudo nuevo. Seguro que no falla”.

Metros adelante se insiste con la misma pregunta. Otra vez el recelo. Nadie quiere hablar si no se compra. De plano. Una dice: “Yo fui a la Universidad y soy licenciada. A mi no me preguntes de eso, yo no me meto con lo negro. Yo sé de yerbas porque mi mamá lo hacía. Si quieres curarte de enfermedades, te puedo preparar un asado de zorrillo, eso te cura hasta las enfermedades venéreas”.

Se agradece la receta. Ante la insistencia cede. “Mira, yo no sé bien. Dicen que por el lencero hacen misas negras. Adelantadito de las Trancas se juntan una vez al mes. La muerte no es mala. Dios le dio permiso y hasta tiene su santa. Es Santa Inés y su día se celebra el 21 de enero. Yo vendo las figuras porque la gente las pide. Es como en la farmacia, lo que me pidan les vendo”.

Prefiere guardar el anonimato. Se le vuelve a agradecer la información. Las miradas hoscas se multiplican. Retirarse es lo recomendable.

 

DE LOS PRIVADO A LO PÚBLICO

Lo cierto es, que a últimas fechas hemos vistos salir del clandestinaje a la muerte. Rituales que se insinuaban en las artes y la cultura mexicana. Rituales que hemos visto en alguna ocasión de nuestra existencia. Si todo tiene un principio, habremos de ver el fin.

Quizá haya sido la legislación en materia religiosa o, como dice el sacerdote jesuita, sea un signo de nuestro tiempo. Lo cierto es que la muerte ha empezado a reclamar su espacio que le fue escamoteado. Adorada y temida. En nuestro país empiezan a ser público sus templos. Tan sólo en la Ciudad de México se contabilizan 14. Nuestro estado no consigna ninguno. Pero esto no resta que no se le rinda culto. Como dice Juan “tú solo la buscas. Tú solo le ofreces lo que vas a darle. Pero si no le cumples, ella se lo cobra…”

*Trabajo publicado en noviembre de 2004 en el diario Milenio-El Portal de la ciudad de Xalapa, Veracruz