Carlos Bonilla*: El Cura Guerrillero
Guillermo
Manzano
Entre el
espíritu y la carne transitó por la vida sacerdotal. Compartió el pan y la sal.
Aceptó el ayuno colectivo como mecanismo de presión social. Hizo votos por Dios
pero también por el amor terrenal. Los pobres lo cobijaron. Los caciques lo
estigmatizaron. Cuestionó al gobierno pero también le sirvió para rescatar a
uno de sus emblemas. Carlos Bonilla Machorro, el sacerdote rebelde. El cura de
Carlos A. Carrillo. El poeta y periodista. El idealista de la guerrilla. El que
viajó a Guerrero para conocer la ideología de Lucio Cabañas. El asesor de Fidel
Herrera. En síntesis, el hombre que a vivido
sin pedir permiso ni perdón.
Tras
varios días de intentar contactarlo ¡por fin¡ una voz del otro lado de la línea
telefónica daba hora y fecha para la entrevista. Hay tantos temas de la
historia contemporánea del país y de nuestro estado, que no definía por dónde
empezar. Si por su participación en la lucha por la municipalización de Carlos
A. Carrillo. Si por su vida sacerdotal. Si por su relación con la guerrilla de
los 70’s. Si por su relación con diversos gobernadores. Así que opté por lo más
sencillo. Olvidar los formatos convencionales de entrevista y dejar que los
temas fluyeran. Siempre con el objetivo de conocer un poco su vida.
La
cita es en la oficina de asuntos religiosos del Gobierno del Estado. Una casa
habilitada donde se colocan los escritorios. Recepción, escaleras hacia abajo y
un par de recamaras que sirven como oficinas. Llega un poco retrasado. Mientras
atiende cuestiones internas, me pide lo espere. Su escritorio lleno de papeles.
Manuscritos, oficios y algunos libros. De entre los títulos de éstos destaca la
Poesía amorosa de Jaime Sabines, prologado por Mario Benedetti. Un diccionario
general y uno de filosofía. Un ejemplar de Cuentos, historias y leyendas de
Xalapa y otros cuyos títulos escapan a mi vista.
Acomoda
unos documentos. Se sienta. Frente a frente. Le explico el motivo de la
entrevista y confiesa:
“Sinceramente
me da un poco de pena hacer confesiones de mi vida íntima. Las preguntas van a
las raíces del alma, si es que mi alma tiene raíces, quizá porque las preguntas
afecten el aspecto espiritual. Que a su vez afecta al hombre de Iglesia y por
consiguiente al hombre de los problemas sociales”.
Desde
1992 fue obligado a dejar el sacerdocio. Por sus pistolas, se quedó en la
parroquia ocho años más. Fue acusado de haberse casado. Dice que valió la pena.
“Se me
acusó de haberme casado. No tengo la culpa, me enamoré y ya. No creo que el
amor sea un pecado. Dentro de la Iglesia hay peores que yo y ahí siguen. No voy
a señalarlos, simplemente sabemos lo que pasa en seminarios y la vida
sacerdotal. Hay homosexuales y no les dicen nada. Está bien, yo no soy quién
para juzgar. A mi me condenaron dos veces por lo mismo. Primero en los 70’s y
luego revivieron el caso. No me importa. Sigo siendo sacerdote porque así me
siento. No he renunciado ni a disminuido mi fe. Soy un hombre de Iglesia y lo
seré hasta que me muera”.
Carlos
Bonilla llegó en 1966 a Carlos A. Carrillo. Previamente estuvo seis años en
Xalapa tras ordenarse sacerdote. 34 años de su vida los pasó en es lugar de la
cuenca. Ahí participó activamente en el movimiento cañero de 1972. Época de
intolerancia política hacia cualquier disidencia. Ahí, en su parroquia de
Carrillo llegó Lucio Cabañas para platicar con él. Tras esa conversación en la
intimidad del templo, decidió meses más tarde ir a buscarlo. Conocer de cerca
la realidad de las demandas por la que luchaban los guerrilleros guerrerenses.
Eran años de incertidumbre. Hoy se conoce eufemísticamente como Guerra Sucia. En esos tiempos,
simpatizar con la lucha armada era motivo de cárcel o desaparición.
Bonilla
Machorro recuerda: “Viajé a la Sierra de Guerrero para conocer a Lucio. Cuando
llegaron a la parroquia una noche, me habían preguntado si conocía a Lucio
cabañas y que opinión tenía. Yo dije que eran guerrilleros y no terroristas
como hacía creer el gobierno. Les dije que ellos luchaban por un ideal y eso
los hacía diferentes. Uno de ellos me dijo ‘yo soy Lucio Cabañas’. Realmente no
le creí. Así que me fui a Guerrero para conocerlo. Estuve tres meses tratando de localizarlo. Cuando por fin
pude verlo, me di cuenta que efectivamente había ido Lucio a mi parroquia. Con
ellos estuve una semana. Me regresé y no volví a verlo hasta 1974”.
Y
es precisamente en ese año, cuando la guerrilla de Cabañas da un golpe
espectacular. El secuestro del entonces candidato priista a gobernador: Rubén
Figueroa. Hombre del sistema. Cacique de palo y horca. El entonces presidente
de la República, Luis Echeverría hace hasta lo imposible para libéralo. Entre
las demandas de la guerrilla estaban la liberación de presos políticos y un
pago de 50 millones de pesos.
En el
gabinete presidencial se encontraba un hombre que conocía los entretelones de
los sótanos del poder y creador de la policía política en el país: Fernando
Gutiérrez Barrios. Él fue el que se comunicó con el sacerdote de un minúsculo
pueblo perdido en el trópico veracruzano.
“Cuando
secuestraron a Figueroa, don Fernando me habló. Me dijo que el presidente
estaba muy interesado en rescatar al candidato de Guerrero y que sabía que yo
conocía a Lucio Cabañas. Fui a la Ciudad de México a hablar con don Fernando.
Eran como las seis y media cuando estaba hablando con él en su oficina. Me dijo
‘desde cuando podemos contar con Usted para ayudarnos’. Respondí: desde este
momento. Salí hacia Guerrero. Ahí conocí a Miguel Nazar Haro. Un tipo frío,
prepotente, siniestro. Cuando hablé con él me quería regañar y tuve que responderle:
‘yo no vine a que me regañe, yo quiero que me de a Inocencio Castro –que era un
maestro- ya que él sabía como podíamos a llegar con Lucio”.
Los
recuerdos vuelven en esas imágenes de antaño. Como fotografías color sepia. La
memoria que se resiste al olvido. El tono de su voz cambia levemente. No sé si
por la emoción o por los tiempos idos. Su mirada se dirige hacia un punto
imaginario de la pequeña oficina. Sus manos tocan, como sin querer, los papeles
que están sobre el escritorio. Una pausa que se prolonga infinitamente, aunque
sólo hayan sido unos segundos.
“Me
habían dado 25 millones de pesos que llevaba para Lucio. Los otros 25 los tenía
Sergio Méndez Arceo (Obispo de Cuernavaca). Le dije a Inocencio: no salgas solo
a la calle porque te van a volver a meter a la cárcel. Nazar te quiere dentro.
No me hizo caso y lo detuvieron. Nunca supe que pasó con él.
Ya
en la Sierra, le dije a Lucio: Ya tienes el dinero, libera a Figueroa. Vamos a
dejar que pasen las cosas y en tres meses nos volvemos a ver. Fíjate, ya
pensaba yo como ellos. Me influía mucho estar ahí, el ambiente y el ánimo. Pero
Lucio me contestó que no. Insistía, ya tienes el dinero, Méndez Arceo tiene la
otra mitad, te lo van a dar. Pero no hizo caso. Al final, bueno, ya sabemos lo
que pasó”.
Esa
experiencia con la guerrilla le dejó secuelas. Meses después recibió una
llamada en Carlos A. Carrillo. Era una brigada de ajusticiamiento del Partido
de los Pobres. Lo acusaban de haber entregado a Inocencio Castro y por eso, lo
iban a matar. Él niega las imputaciones. Dice estar con la conciencia tranquila
porque no traicionó a nadie. Sereno comenta: “Ya ves, aún sigo aquí, con vida”.
Las
constantes injusticias y los continuos reclamos sociales, llevan nuevamente a
Carlos Bonilla a manifestar su apoyo abierto a su feligresía. Esta vez por la
municipalización de Carlos A. Carrillo.
“Era
el gobierno de Patricio Chirinos, ya habíamos agotado todas las instancias
legales y no querían dar la autonomía de Cosamaolapan. La gente había venido
varias veces. Se cosían la boca en señal de protesta. Me acuerdo que los
caciques y gente que estaba en contra del movimiento, que eran los menos,
pasaban y se reían de nosotros. Uno de
ellos siempre gritaba que él pagaba el entierro del primer muerto.
Afortunadamente no llegó a tales extremos. Conseguimos la autonomía”.
Pero
la lucha por la autonomía, siguió casi el mismo curso que la historia marca: el
pueblo no es el que gana. En 1997 tiene por primera vez elección de
Ayuntamiento. El PRI postula a Wilfredo Gamboa, líder del movimiento. El PRD a Tío Licho, cacique y contrario al
movimiento. El resultado: ganó Tío Licho
y pasó a la historia municipal como el primer alcalde el municipio libre de
Carlos A. Carrillo.
Sobre
le hecho, Bonilla Machorro reflexiona: “Creo que a la gente no le gustó lo que
hacía Wily, se había tirado mucho a
la bebida y eso como que no les gustó. Él fue el que más impulsó la lucha, el
que nunca se rajó, pero a la hora de la hora, la gente le falló. Creo que los
carrillenses son ingratos. Se olvidan de lo que se hace por ellos”.
Esa
fue su última batalla en las calles. Carlos Bonilla sale de la cuenca. Tras 34
años de vida. Sólo y su alma. Sin dinero, sin pertenecías, sin nada material.
Sólo sus recuerdos de lo que hizo. El aroma de la caña. Los atardeceres
calurosos. La hamaca quedó colgada en espera de su dueño. La algarabía natural
de los hombres de tierra caliente, sólo es un eco que resuena en sus recuerdos.
Su hermana lo apoya. Se traslada a Las Vigas a atender una farmacia. El frío y
la neblina de la zona montañosa del estado no
parece asentarle a su organismo. Sabe que los años de juventud hace tiempo
que pasaron. Recibe una modesta pensión por parte de la Diócesis de Veracruz.
No el alcanza.
Así,
por necesidad como él lo reconoce, se incorpora a la burocracia oficial. Hoy es
asesor de asuntos religiosos para el gobierno de Fidel Herrera. De lunes a
viernes acude a su oficina, ahí, por el rumbo del parque de Los Berros. Es el
que conoce el nombre de todas las calles aledañas. El que pega sus
colaboraciones publicadas en Milenio-El Portal en el pizarrón de avisos. El que
sigue leyendo poesía y escribiendo poemas. Está por publicar otro libro. Esta
vez dedicado a Xalapa. Sus compañeros de trabajo lo siguen llamando padre. Curioso. No es Carlos o Don
Carlos. Tampoco el licenciado Bonilla.
Vamos ni Bonilla a secas. Simplemente es el
padre. Así es Carlos Bonilla, el que vive sin permisos ni perdones.
*Carlos Bonilla Machorro fue presbítero católico,
político y escritor mexicano. Nació en 1933
en Perote, Veracruz
y murió el 17 de octubre del 2009 en Xalapa, Veracruz. Conocido como el
"cura-guerrillero" por su relación con guerrilleros y su lucha
social.
Entrevista realizada a fines de
2005 y publicada en el diario Milenio-El Portal de Xalapa, Veracruz)
Comentarios
Lo celebro enormemente.
Saludos muy coridales!!!