Me Llamo Agnes Torres

(Tomado de Sin Embargo)


Por: Sanjuana Martínez

Soy psicóloga, soy investigadora. Mi participación en la vida cotidiana es tratar de cambiar mi entorno. Creo que mi compromiso en realidad ha sido cambiar ciertas cosas que a mi no me gustan…

La brisa de esta mañana del 9 de marzo entra por mi ventana. Me levanto, me baño y empiezo a arreglarme para salir. Me peino y me plancho el pelo. Me pongo mi crema, y luego el maquillaje. Cierro un ojo para delinear el otro y después el rímel. Con un lápiz negro me pinto el contorno de abajo y de paso las cejas. Pongo un poco de sombra color tenue. El rubor lo distribuyó cuidadosamente de manera discreta. Finalmente abro mi lápiz de labios y tiño de rosa mi primera sonrisa del día. Tengo un lunar grande en el cuello. Me encanta.

Me miro al espejo y me gusta lo que veo. Contemplo mi cuerpo. Me siento al borde de la cama y me pongo una crema de rosas. Elijo un brasier negro push-up para lucir mis atributos y un bikini del mismo color. Me decido por un vestido animal print ajustado y unos zapatos de tacón alto, muy alto. Me lavo los dientes. Y, al final, me pongo perfume en el cuello y las muñecas. Me veo por última vez en el espejo y sonrío. Hoy no desayuno, se me hace tarde. Camino de mi habitación a la puerta de salida. El sonar de mis pasos me entusiasma. Salgo a la calle. El golpe de viento mueve mis cabellos ligeramente. La mañana es fresca y luminosa. Un nuevo día me espera. Al dar la vuelta a la esquina siento las miradas. Estoy orgullosa de lo que soy, de lo que hago y de mi lucha. Quiero cambiar las cosas, quiero cambiar lo que no está bien, lo que lastima a los demás. Deseo la igualdad y los mismos derechos para todas y todos.

Mi sueño es vivir en una cultura mejor, una donde la hospitalidad y el respeto sean los valores principales. Cada mañana me levanto y hago mucho más que escribir para que al siguiente día pueda despertar en mi propio sueño. Sólo falta saber qué harás tú para poder compartirlo.

Nací en Tehuacán, Puebla en 1983. Mi madre se sintió feliz. Era un bebé hermoso y sano. Decidió darme el nombre de Abraham. Descubrí, desde muy pequeña, que era mujer, como si algo dentro de mí lo gritara. Estaba en el cuerpo equivocado. Conocí muy pronto la palabra intolerancia. Y algo que se llama homofobia y luego transfobia. En la escuela se burlaban de mí. Recibí todo tipo de insultos y agresiones, incluso en la pubertad, tres chicos me violaron, chicos de buena familia contra quienes nada pudimos hacer. Mejor nos fuimos de allí. La justicia en México no existe.

En la adolescencia corregí el error. Volví a nacer bajo el nombre de Agnes Torres Hernández. Me fui a vivir a otro lugar. Quería volver a empezar. Estudié Psicología en la Universidad de Veracruz. Terminé mi carrera con mención honorífica. Por mi situación identitaria nunca pude obtener mi título. Es injusto ¿verdad?

Volví a Puebla. Es mi tierra y la quiero. Desde que llegué, hace más de diez años, promuevo el respeto a los transexuales y abogo por la creación de leyes que nos den certeza jurídica. Impulso leyes que garanticen el respeto y la no discriminación a la comunidad lésbica, gay y transexual. He intentado cambiar cosas que no me gustan desde mi trabajo en Humana Nación Trans. Y estoy involucrada en importantes proyectos de diversidad como la Ley de Identidad Sexo-Genérica ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, para que gocemos de identidad jurídica, podamos tener acceso a los servicios médicos y nuestros documentos puedan ser modificados. Y voy por mucho más. Lucho para lograr la rectificación de las actas de nacimiento para incorporar la doble personalidad. Pretendo que el proceso administrativo lo podamos hacer directamente en el Registro Civil. Por eso insisto que se requiere establecer una modificación lo más pronto posible al Código Civil de Puebla.

La discriminación y la homofobia no sólo lastiman a nuestra comunidad, sino a todos. Por eso, hace dos años, interpuse una demanda ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) contra el priísta Javier López Zavala, ex aspirante a la gubernatura. Dijo cosas despectivas sobre “las personas que cambian de sexo” durante un debate electoral. Eso solamente genera odio y más desigualdad.

Me he especializado en neurociencia e identidad sexual. Viajo mucho. Imparto talleres y conferencias en todo el país. Me gusta hablar y comunicar. La gente que me escucha parece recibir el mensaje. Al termino de cada evento, los asistentes me felicitan.

Tengo muchos amigos. Y sé que también tengo enemigos. Así es la lucha por los ideales. Tengo convicciones. Y lucharé hasta conseguir mis objetivos. Mi mejor amiga es mi hermana Gisela. Se casó y vive en Alemania. Planeo volver a la Universidad Veracruzana para insistir que mi título y mi cédula profesional tengan mi verdadero nombre, mi nombre de mujer. Una identidad que estoy a punto de consguir en el Distrito Federal. Si existiera la posibilidad de modificar el acta de nacimiento, el resto de los documentos oficiales de las personas transexuales serían cambiados para que coincidan con el físico y el genero. Por eso es importante aprobar nuevas leyes y hacer cambios a las ya existentes.

Voy a cumplir 29 años. Tengo pacientes en mi consulta, pero necesito más dinero. Hace unos días empecé a trabajar de mesera en un bar. Hoy tengo una fiesta. Por fin, he terminado mi jornada laboral. Es en Chipilo de Francisco Javier Mina, Municipio de San Gregorio Atzompa. Hace unos días conocí a unos chicos de allí. Voy en mi choche Golf. Quiero divertirme. La pasamos bien, pero algo pasa.

Se que voy a morir. Me hacen daño, mucho daño. ¿Por qué me odian? ¿Por qué me quieren matar? Me queman el rostro. Mi cara no, por favor. Me maltratan sin piedad. La tortura es eterna. Cuánto odio destilan contra mi. Finalmente una navaja deslizada en mi cuello acaba con mi vida. Me meten en una bolsa negra de plástico, de esas que utilizan para la basura. Me tiran en un barranco de Atlixco. Nadie merece morir así.

Ahora me veo en una plancha de acero. Es el anfiteatro. Llevo aquí 48 horas. Nadie ha venido a identificarme. De pronto veo entrar a mis familiares. Aquí están. Lloran. Les muestran mi cara. Pero no me reconocen con tantas quemaduras. Mi madre, Vinicia Hernández, ve algo y reacciona…. Es mi lunar en el cuello, mi hermoso lunar.

El funeral es multitudinario. Están integrantes de la comunidad Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexual, Transgénero e Intersexo (LGBTTI), así como mis amigos y familiares. Mi mamá está desolada. Ella que me apoyó siempre, que aceptó enterrar a su hijo Abraham, ahora sepulta a su hija Agnes: “A mi hija siempre le costó mucho vivir; luchó por existir”, dice con infinita tristeza. Mi pobre madre.

Soy la sexta. En dos meses han asesinado a seis homosexuales o transexuales en Puebla. En siete años ha habido 700 crímenes de odio en México. ¿Hasta cuándo?

Me pregunto si mi asesinato servirá de algo. Si ustedes están dispuestos a seguir luchando para cambiar las cosas. Me pregunto si los que hacen las leyes finalmente aceptarán hacer algo para acabar con la discriminación y si están dispuestos finalmente a legislar para tipificar los crímenes de odio.

Sé que algún día México cambiará. Ustedes son mi relevo. Y lo lograremos. Soy necia, sé que un día tendré identidad oficial que corresponda a mi identidad sexual


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