El día de los tabacofóbicos


Octavio Rodríguez Araujo

2 de Junio de 2011


El 31 de mayo, Día Mundial Sin Tabaco según declaración de la Organización Mundial de la Salud, da pie a que los grupos y asociaciones antitabaco despierten de su letargo bien pagado para declarar en contra de este producto. Como son, según ellos, expertos en el tema, no les preocupa lo que ocurre a su alrededor con otros fenómenos mucho más peligrosos que el consumo de cigarros. Su papel es exagerar, mentir y repetir lo mismo hasta el cansancio, pues de eso viven y con su cruzada aspiran a justificar su existencia.
El miedo a la muerte “antes de tiempo” (cualquier cosa que esto signifique) ha hecho que la industria de la salud haya crecido como ninguna otra, salvo la de armamentos. Pero en esta perspectiva, cuyo principal impulso se dio desde los años 90 del siglo pasado, los “expertos” han encontrado que fumar es el peligro mayor para la salud no porque lo sea (como lo demuestran las estadísticas), sino porque ha sido más fácil convencer a la gente que si aspira el humo de un fumador se enfermará sin remedio, morirá antes de tiempo y si tienen hijos no sólo nacerán más pequeños sino que el diámetro de su cabeza será menor que los bebés de no fumadores. Estas tonterías tienen como fuentes “hallazgos científicos” publicados en los periódicos. Se basan en correlaciones estadísticas (“científicas”, dicen los científicos) tan absurdas como la que se descubrió recientemente (La Jornada en Internet, 25/5/11): “Las manos ‘varoniles’ serían signo de un mayor riesgo de padecer una lesión de rodilla”. No es chiste, la fuente es la revista Arthritis & Rheumatism, citada mundialmente por Reuters.
Algunos científicos dicen que toda ciencia tiene estadísticas. No estoy de acuerdo. Pero está bien, usemos las estadísticas, las oficiales, para demostrar que el peligro del tabaco es exagerado precisamente por los grupos que viven de eso, como es el caso, en México, de la Fundación Inter Americana del Corazón, la Alianza Contra el Tabaco, la Red México sin Tabaco y otros financiados por fundaciones antitabaco de Estados Unidos, entre éstas la del archimillonario alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, el mismo que prohibió fumar también en los parques, plazas públicas, playas y embarcaderos, además de transporte público, bancos, recepción de hoteles, estadios, restaurantes, bares, aseos públicos y lugares con capacidad para más de 50 personas. Los logros de Bloomberg, dicho sea de paso, han sido minúsculos: en nueve años, a pesar de su obsesiva lucha contra el tabaco, sólo unas 350 mil personas han dejado de fumar, en una ciudad de 19 millones de habitantes, es decir 1.84 por ciento (Ver El País, 3/2/11), y el precio de una cajetilla de cigarros es superior a cien pesos mexicanos, los más caros de Estados Unidos y tal vez del mundo.
Nuestros tabacofóbicos, siguiendo los lineamientos de quienes los financian, quieren subir el precio de los cigarros para 2012: 15 pesos más. Si se les concediera tal disparate, las cajetillas de cigarros de “lujo” (que ahora cuestan 38 pesos) subirían a casi 60 pesos, que es lo que cuestan en España en la actualidad. La cuestión es que el salario mínimo en ese país europeo es de 641 euros mensuales, es decir 10 mil 630 pesos mexicanos, en tanto que el salario mínimo en nuestro país es de menos de mil 800 pesos (108 euros), también mensuales. La diferencia de salarios mínimos entre España y México es de seis a uno, lo que significa que para un español de salario mínimo comprar una cajetilla de cigarros equivale a 1:35 horas de trabajo en jornada de ocho horas, en tanto que para un mexicano exigiría un día completo de trabajo también de ocho horas.
El año pasado el Congreso de la Unión autorizó un aumento al impuesto de los cigarros en México. Una cajetilla de Marlboro o Camel aumentó de 30 a 38 pesos. Sin embargo, la Secretaría de Hacienda recaudó sólo 9 mil 487 millones de pesos en los primeros tres meses de este año, en lugar de los 12 mil 879 millones que había calculado. Los que sí sabemos del tema dijimos que aumentaría el contrabando, como ha ocurrido en países europeos y asiáticos (e incluso en Estados Unidos), donde se supone que está más controlado que en México. Si hay contrabando de miles de armas, ¿por qué no habría de cigarros, que son mucho más pequeños y ligeros que las pistolas, rifles y ametralladoras? Y en efecto, aumentó el comercio ilegal de cigarros, pero ¡sorpresa!, no disminuyó sensiblemente el número de fumadores, como tampoco en otros países donde también se aumentó el precio del tabaco (ver: El Universal.mx 10/05/11). Lo que disminuyó fue la recaudación de impuestos al tabaco.
Estos grupos y la misma Secretaría de Salud han calculado que fumar provoca enfermedades y muertes que representan a la sociedad un costo superior a los 45 mil millones de pesos anuales. Aceptemos sin conceder que el dato es correcto, pero, por lo pronto la Secretaría de Hacienda por este rubro recaudará, al final de este año, 14 mil millones de pesos menos, no porque la gente haya dejado de fumar sino por el contrabando de cigarros. El consumo de tabaco, como se reconoce públicamente, no ha disminuido, como tampoco el de drogas ilícitas a pesar de la guerra de Calderón: han muerto 40 mil personas por esta absurda guerra y, sin embargo, en México sólo hay 430 mil consumidores consuetudinarios, según el secretario de Salud, y en los últimos seis años no han disminuido (La Jornada, 28/01/11).
No sé cuánto le ha costado al país, en pesos (no en vidas), la guerra de Calderón al narcotráfico, pero sí sabemos que muy por encima de los costos calculados por el consumo del tabaco están los accidentes viales y la obesidad. La Secretaría de Salud ha estimado que se gastan 130 mil millones de pesos por accidentes viales, es decir, 85 mil millones de pesos más de lo que se gasta en atender a las aparentes víctimas del tabaco (ver Milenio online, 22/05/11), y que la obesidad le cuesta anualmente 190 mil millones de pesos (ídem, 06/07/10), es decir la mitad del presupuesto de dicha secretaría y 145 mil millones de pesos más que el gastado en la atención a las “víctimas” del tabaquismo.
¿Por qué, entonces, tanto escándalo por el tabaco y no por los automóviles y la comida grasosa, los refrescos azucarados y demás productos que provocan obesidad?

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