México: Nación precoz
Guillermo Manzano
Antes de que se inventara la comida rápida o los hornos de microondas, México ya había patentado la precocidad del quehacer. Los mexicanos hacemos todo tan rápido que pasamos de una cosa a otra sin terminar la primera. Celebramos la primera piedra de algún edificio, el primer gol de la selección, la primera (y a veces única) medalla en los juegos olímpicos, el primer beso, la primera relación sexual, el primer amor de la vida, la primera borrachera, el primer hijo (a) lleva el nombre de uno de los progenitores, el primer día de clases. Celebramos el primer lugar de algún concurso escolar, de un torneo deportivo del barrio, de canto de aficionados, de poesía amateur, el primer año de casados, el primer hombre que llegó a la luna, el primer presidente no emanado del PRI, el primer cigarro fumado a escondidas, la primera ‘pinta’ de la escuela, la primera comunión, el primer sueldo que cobramos, el primer día del año (algunos encienden una vela el primer día de cada mes, una especie de cábala para la suerte), en fin, todo lo que sea primero lo festejamos y festinamos; no importa si se concluye, no importa el proceso de construcción y creación, lo que importa es lo primero y ser el primero.
Este mes, el Gobierno Federal organiza (de una forma hay que decirlo) los festejos relativos a los 200 años del inicio de la guerra de independencia (no celebra su conclusión). En fin, el caso es que en 2007 anunciaron con bombo y platillo las fiestas del ‘bicentenario’ con un presupuesto original de 50 millones de pesos. Sin embargo, a julio pasado, ya se reportaba un presupuesto de dos mil 971 millones 600 mil pesos. Un pequeño error de cálculo. Pero quién se fija en gastos, vamos es una bicoca, sobre todo cuando no es dinero propio el que utilizan los organizadores. Aunque eso sí, nos saldría más barato guardar un minuto de silencio por los restos que quedan del país.
Por eso, porque somos tan dados a celebrar los inicios, este mes daremos muestras fehacientes de nuestra mexicanidad (sea lo que sea o como cada quién lo entienda), gritaremos y tomaremos como si el inicio de la guerra fuese la concreción y construcción de una nación. No nos amarguemos por toda la violencia que hay en el país, porque los poderes metaconstitucionales son los que gobiernan, los que deciden, los que fijan el rumbo, no. No hay que ser amargados, la fiesta es nuestra porque de nuestros impuestos salieron los gastos. La fiesta es nuestra porque es lo único que nos pueden dar, ya no hay pan para darle al pueblo, sólo circo y circo tendremos.
Seamos los primeros en hacer celebraciones a lo grande aunque más de la mitad de la población esté en pobreza extrema. ¡Qué chingaos!, ya habrá tiempo y dinero para los programas asistenciales. Hay que ser los primeros en gritar ¡Viva México, cabrones!, aunque en ese grito haya más frustración que alegría.
Hoy, celebremos nuestra independencia con el primer lugar en obesidad infantil, con el primer lugar en violaciones y muertes a migrantes, con el primer lugar en simulaciones gubernamentales, con el primer lugar en bebedores de gaseosas, con el primer lugar en feminicidios, con el primer lugar en… ¿en…? Bueno, si no encontramos en qué celebrar nuestro primer lugar, pues recordemos que: había una vez un ruso, un gringo y un mexicano; el ruso dijo…
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