Cachipolla 17
Siempre me ha parecido un misterio el
encogimiento de los pantalones de mezclilla después de lavarlos. No importa si
los llevo a la lavandería, los lave ‘a mano’ o los meta en la lavadora. Ellos
se aferran a encogerse como la presunción del macho al sentir el frío.
Según
recuerdo, este fenómeno no respeta talla o fibra de manufactura. Desde aquellos
pantalones cuya mezclilla era tan dura y tiesa como cartón de antaño -costaban
los pulmones al restregar y tallar en la batea-, hasta los más suaves
encontrados hoy día en el mercado textil: siempre se encogen.
Después
no sé que pasa. Si la tela estira o la panza se ajusta al diámetro del pantalón.
Pero en un tiempo breve de uso, uno camina con normalidad sin cargo de
conciencia por los tamales ingeridos la noche anterior.
Por
supuesto que si la prenda es usada más de un día, el confort es inigualable. Se
acomoda como segunda piel conforme pasa el tiempo de uso. Digo, tampoco hay que
llegar a los extremos del canto ochentero que sin pudor alguno pregonaba llevar
el mismo pantalón por 30 días. “Tengo un mes con el mismo pantalón, y qué”,
berreaba Ricky Luis a pubertas y preparatorianas.
Pero
bueno, el misterio se profundiza cuando uno se enfunda en algún overol, prenda
popularizada por el Maese Chico Ché
en aquellos años idos de Macorina y La Estaca.
El
misterio se ‘agrandaba’ porque el overol no encogía. Siempre uno entraba bien y
no había sufrimiento ni distorsión en el ombligo.
Tantos
años con la duda que ahora ya no me interesa saber la causa. Prefiero imaginar
que el agua y jabón son una pócima maligna para tan singular y popular prenda…
Comentarios