Mujeres que Saben Latín: Plaza tomada…


Estela Casados González

Sábado. Tres de la mañana. No sé cómo prendí la luz. Estoy desorientada. El teléfono suena una y otra vez. La voz de quien llama me parece conocida. Me dice que estaba en Plaza Lerdo y que la han golpeado junto con estudiantes de la Universidad Veracruzana, docentes, padres, madres y gente que apoya al movimiento magisterial, así como reporteras y reporteros de medios locales y nacionales: “¿Qué hacemos, profa?”. Me despierto.
Más de mil kilómetros me separan de Xalapa y la impotencia toma su ceremonial lugar en la boca de mi estómago.
Hay que despertar a la gente. Hay que subir todo a las redes. Hay que conseguir teléfonos de autoridades aliadas. Hay que creer que se puede hacer algo.
Me dicen que hay periodistas a quienes les robaron su equipo y que perdieron el material que capturaron durante el desalojo brutal.
Observo la fotografía de un alumno con la cara llena de sangre. Veo videos del desalojo salvaje y oigo unos chasquidos extraños: bastones eléctricos que son accionados para infligir daño a gente desarmada e inocente, a niñas y niños.
Me dicen que un colega fue agredido por policías en su afán de rescatar a sus alumnos.
Los rumores vienen y van. Hay gente desaparecida. Reporteras y reporteros que han presenciado los hechos, escriben sus notas mientras se reponen de la agresión recibida, la indignación y el coraje.
Me pregunto si esto era necesario, nada más para que un gobernador inepto y corrupto se luciera en la noche del grito y para que viniera la Banda El Recodo a cobrar de nuestros impuestos con un espectáculo que, en un ejercicio de tolerancia, no me molestaré en calificar.
Foto tomada de internet

A más de doscientos años de la gesta independiente ¿qué sentido tiene celebrar nuestra libertad mutilada? Democracia que solo está en el imaginario de fatuos discursos políticos. No me siento libre. Tengo miedo. Me siento vulnerable.
Otro colega de la Universidad Veracruzana postea en redes sociales una foto tomada a gente que va huyendo sobre la calle de Lucio. El pie de foto es demoledor: “Exactamente igual que nos pasó en el 68, perseguidos por los granaderos subiendo Lucio… esta imagen me regresó al pasado, en ese entonces tenía 18 años”.
El amanecer me sorprende. Tecleo frenéticamente sobre la computadora. Hay miedo ante un rumor de desalojo en la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, la cual ha sido ocupada por estudiantes y docentes como parte del paro nacional de 72 horas.
Estudiantes de algunas facultades que fueron agredidas(os) corrieron a refugiarse a Humanidades. Ahí se les protege y se les proporciona ayuda, pues algunos de ellos llegan con sangre abundante en sus rostros o con secuelas por haber recibido macanazos y descargas eléctricas de los bastones de los policías.
Frente a Humanidades, las patrullas apagan sus luces y guardan silencio, el cual contrasta con el hervidero generado en las redes sociales: listas de personas desaparecidas, arrestadas o con cargos que rayan en lo ridículo y que al distribuidor de cocaína más avezado harían palidecer de la envidia.
Podemos tener opiniones encontradas sobre el gremio magisterial de Veracruz o sobre las y los estudiantes de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, pero en donde debemos de coincidir es en que la ciudadanía merece otro trato, uno digno, por cierto. Sin golpes, sin maltrato.
Merece el diálogo de frente, la negociación pública, el respeto a sus derechos humanos. Quien ataca a inocentes amparándose en el silencio de la madrugada carece de los tamaños y el oficio político para gobernar.
Este lunes 16 de septiembre se convoca a una marcha silenciosa y pacífica en apoyo al magisterio, partirá de las instalaciones de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana en Avenida Xalapa. Acudamos para demostrar que no queremos violencia, que necesitamos diálogo y respeto. ¿O sólo actuarás cuando te toque “dialogar” con los bastones eléctricos?


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