Bitácora de la barbarie gubernamental
Yadira Hidalgo Estuve el 1 de diciembre en San Lázaro para cumplirlo que consideré un deber cívico: manifestar mi repudio a la imposición presidencial de Enrique Peña Nieto. Me acompañaron mi hermano y mi cámara de video. Llegamos desde Xalapa, Veracruz, al Distrito Federal (un viaje de 4 horas en bus) a las 6 de la mañana, justo cuando empezaron a escucharse las primeras detonaciones de gas lacrimógeno. Había quedado con un grupo de estudiantes de Xalapa de vernos en el metro San Lázaro, el más cercano a la Cámara de Diputados, lugar al que arribaría Peña Nieto a las 9 de la mañana. Desde las 4 am, la gente se había apostado frente el recinto legislativo, a pesar de los obstáculos que desde una semana antes, se habían instalado en toda la ciudad para hacer conflictiva la llegada a los puntos donde ellos sabían que se reuniría la gente. Vi llegar a los chicos que buscaban algo muy agitados y a la carrera, apenas iba a preguntar lo que sucedía cuando sentí el ardor del ga