Claroscuros de Tlacotalpan (Camilo Santamaría)




Hambrienta de turismo que apuntale su maltrecha economía, después de las severas inundaciones del año pasado que por poco la destruyen, Tlacotalpan se prepara para sus fiestas patronales. Mientras las autoridades y una parte del sector terciario confían plenamente en que los visitantes y la derrama económica generada será su salvación, otros se quejan que han sido dejados a un lado en la organización de las festividades. Y un sector, el más afectado, lucha por salir adelante en medio de una crisis más profunda, que no desaparecerá en tres días de fiesta.

Después de tres meses de no ingresar un solo centavo en caja, porque sufrió pérdida total de su restaurante, el propietario de Los Jarochos, José Ángel Aguirre Aguilar está ávido de visitantes. Con un restaurante a la orilla del río, ofreciendo una vista espectacular, espera unos 2 o 3 mil comensales por día durante las fiestas de la Candelaria, que van del 31 de enero al 2 de febrero, y que en esta ocasión se unen al fin de semana del 29 al 30 de enero.

Aguirre Aguilar dice que se han levantado con recursos propios, “jalando préstamos”; no han obtenido apoyos de las autoridades. Únicamente han recibido cursos de la Secretaría de Turismo estatal de capacitación a personal en materia de salud y atención al visitante.

Le brillan los ojos al manifestar que está seguro de que los hoteles ya se encuentran reservados al cien por ciento.

El alcalde, Hilario Villegas Sosa, está convencido de que Tlacotalpan debe aprovechar las fiestas para darle una imagen al mundo “de que ya estamos de pie”. Electo para el cargo por tercera vez, a Villegas Sosa le tocó encabezar la recuperación de su pueblo después del huracán Stan, en 2005. Por eso se muestra confiado en que saldrán adelante esta vez, pero se queja de que los recursos no alcanzan, pues se trata de un municipio pobre, con niveles de marginación importantes.

Pero a Tlacotalpan no lo ha dejado solo el gobierno estatal. La Secretaría de Turismo de Veracruz se hará cargo de organizar las fiestas de la Candelaria este año. Esto tiene sus pros y sus contra: de acuerdo con el director de Comunicación Social del Ayuntamiento, Eduardo López Naranjo, la dependencia garantiza mayor orden y limpieza este año, al proveer hospedaje a los artesanos que provienen de otras partes en un edificio escolar. Habrá casas de campaña y baños, para que así no den el lamentable espectáculo de todos los años en plena vía pública, asegura.

Sin embargo, López Naranjo habla, off the record, de que algunos prestadores de servicios locales han sido dejados fuera de la jugada por la Secretaría de Turismo del estado de Veracruz, quien se ha hecho cargo de contratar todo. Atribuye lo anterior a que se le quiere dar mayor espectacularidad a las fiestas, por lo que traerán gente de otros lugares. Esto, dice, ha molestado a los locales.

Otros han tomado la decisión, desde hace unos años, de mantenerse alejados de los eventos oficiales, como el Encuentro de Jaraneros, para organizar su propio foro. Considerado uno de los atractivos principales de las fiestas, en el Encuentro de Jaraneros, el oficial, “varios grupos ya no participan porque viene mucha banda que es de fuera” que se droga y se emborracha, según comenta uno de los integrantes del Grupo Estanzuela. Éste, al igual que Mono Blanco, prefieren el fandango que se organiza en el foro Luz de Noche, con músicos locales e invitados procedentes de Estados Unidos.

Una situación aún más triste impide a los tlacotalpeños beneficiarse de la derrama económica de sus propias fiestas: la crisis que atraviesa el campo, en especial, la ganadería. A decir del alcalde, la escasa producción de leche en este municipio obligará a comprar en los municipios vecinos de Lerdo y Cabada los mil 500 litros de leche que requerirá elaborar el dulce de leche más grande del mundo para el Récord Guiness, que será otro de los eventos de las fiestas de Tlacotalpan.

Una estampa en la carretera de acceso es ilustrativa de la condición de los ganaderos tlacotalpeños. Don Felipe Reyes, de más de 80 años de edad, lleva a su hato a pastar a las zonas bajas porque no hay alimento en los terrenos cercanos, desde su propiedad rural en Rincón de Gertrudis, a nueve kilómetros de la cabecera municipal. Para ello, utiliza la carretera de acceso a la Tlacotalpan, provocando molestias entre los automovilistas, que de pronto y sin previo aviso, se topan con el ganado que ocupa ambos carriles.

De tan flacos que están, a las vacas y becerros de don Felipe se les pueden contar las costillas. Asegura que después de las inundaciones les ha ido “de la patada”. Explica que se le han muerto algunos animales; otros los ha tenido que vender. En unos días prevé iniciar la ordeña para vender “aunque sea unos 30 litros de leche para irla pasando”, aprovechando su precio histórico de 3.50 pesos. Dice que de no ser por los apoyos del Programa de Producción Pecuaria Sustentable y Ordenamiento Ganadero y Apícola (Progan) no sabe qué haría, “de ahí hemos estado comiendo”.

Aún así, la promoción turística que se hace desde la Secretaría de Turismo estatal y federal – después de la ayuda que Javier Duarte de Ochoa solicitó personalmente a Gloria Guevara Manzo, titular de Sectur, hasta las puertas de su dependencia – contribuirá a levantar, de principio, a Tlacotalpan.

Baste recordar que esta ciudad depende en la misma medida del sector primario que del terciario; es decir, una cantidad similar de tlacotalpeños se dedica a los servicios, comercio y cultura que a la agricultura, ganadería y pesca (de acuerdo a datos de empleo del año 2000).

De ahí que sea necesaria la promoción turística de las fiestas de La Candelaria. Aunque algunas veces el morbo es el mejor promotor. La señora Alicia Lara Aguirre, mamá de uno de los lauderos más conocidos del lugar, Julio César Corro, dice que le extrañó ver en diciembre a un buen número de visitantes, más de lo usual, y lo atribuye precisamente a la curiosidad de quienes vieron en televisión las imágenes de una ciudad bajo el agua, desolada.

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